Si nos preocupara de verdad la nutrición, la salud y el bienestar, la exclusiva que filtra que Nestlé reconoce que el 63% de sus productos no son saludables habría sido la noticia del día más destacada de todos los medios de comunicación globales. Sin ningún tipo de duda, se trata de la peor noticia de alimentación saludable del año, entre otras cosas porque lleva implícita una mentira oculta con muchos cómplices y que afecta a demasiadas bocas.

La perversidad del informe secreto de Nestlé

Es posible imaginar que el descubrimiento de un hecho como este generaría un cataclismo de padre y muy señor mío, que los efectos colaterales provocarían un baile de cargos dentro de la compañía con sede en Suiza e, incluso, la posibilidad de un boicot generalizado para castigar malas praxis. Pero las horas pasan y aquí seguimos en silencio sepulcral… con la despensa llena de productos que muchos no saben que pertenecen a Nestlé y donde la letra pequeña de la etiqueta sigue prometiendo que aquí no pasa nada.

Pero empecemos por el principio. Si entramos en la página web de Nestlé España, hay tres palabras que se repiten como el ajo: nutrición, salud y bienestar. Es más, la triada de conceptos clave va de la mano del nombre de la compañía. La intención es que sea un todo indisociable, como si la nutrición, la salud y el bienestar formaran parte del logo, como si realmente les importara un poco lo que nos venden. La millonada con lavado de imagen, la presión de los lobbies y un nuevo sistema de etiquetado favorable ha conseguido que el consumidor final se trague el mensaje gracias a un bombardeo constante.

Ahora bien, la filtración a Financial Times de un informe interno dirigido exclusivamente a los altos ejecutivos de Nestlé ha abierto la caja de truenos. Según la información clasificada, la mayor compañía alimentaria del mundo, con unas ventas anuales superiores a los 93 mil millones de dólares, reconoce por escrito que el 63% de sus productos no son saludables. Es más, aseguran que “algunas de nuestras categorías y productos nunca serán saludables por mucho que los renovemos”. De ello se salva el alimento para mascotas, la nutrición médica especializada y la fórmula de los bebés. El resto, con centenares de marcas como las chocolatinas Kit Kat, los fideos Maggi, Nescafé o Bonka, helados como Maxibon, bebidas como Nestea o aguas con sabores de San Pellegrino, cereales como Chocapic o Fitness y comida preparada como Maggi, Buitoni o La Cocinera, están señaladas con rojo porque no llegan a un umbral mínimo.

Nesté

Después de pasar a duras penas una pandemia mundial se trata de algo muy gordo, de una revelación que casi se podría calificar de escalofriante. Es decir, los dirigentes de Nestlé admitían la falta en privado y van de ejemplares a cara descubierta. Es esta perversión lo peor de todo. Ante el aumento de críticas en las redes sociales, Nestlé se ha visto obligada a publicar un comunicado oficial donde jura y perjura que trabaja para actualizar la estrategia nutricional y de salud. “Estamos examinando nuestra cartera de productos a través de las diferentes fases vitales de las personas para asegurarnos de que ayudan a satisfacer las necesidades nutricionales y apoyan una dieta equilibrada”, dicen.

La promesa de un cambio futuro viene por una filtración y no por un deseo empresarial. Es complicado no llegar a la conclusión de que, si alguien con buen corazón –o remordimientos– no hubiera pasado de incógnito este informe a un periodista de Financial Times, seguramente todo seguiría igual. Y lo más doloroso es que el caso particular de Nestlé es aplicable a cualquier otra gran compañía alimentaria. Porque así es cómo funcionan los grandes monstruos alimentarios. Los grandes cambios se hacen por obligación y no por gusto. Cuando el máximo beneficio al menor coste es el único leitmotiv para salir adelante, solo cuando te pillan con las manos en la masa te das prisa a ser ejemplar maquillando la comida basura y limpiándote las manos sucias.

“No nos sorprende en absoluto”, dicen desde Justicia Alimentaria. “Las empresas son conscientes de que se trata de comida insana. A través del marketing y la publicidad venden humo. La cuestión es que alguien lo tendría que regular y este alguien se llama administración pública”. Por su parte, Marion Nestle, profesora de la Universidad de Nueva York y experta en temas de política alimentaria, ha asegurado que “Nestlé es una empresa muy inteligente, pero con un problema real… Los científicos han estado trabajando durante años para intentar averiguar cómo reducir el contenido de sal y azúcar sin cambiar el perfil del sabor y ya os lo podéis imaginar; es complicadísimo de hacer”.

En cualquier trabajo, si se demuestra que solo se logra un 37% de los objetivos que se prometían, lo más seguro es que te hagan salir por la puerta trasera. En el sector de las marcas que “alimentan el mundo“, ningún juez, ninguna multa ni ningún organismo regulador obligará a Nestlé a disculparse. En un mundo utópico, una mano invisible cambiaría el eslogan de la compañía alimentaria más poderosa del mundo. Del “Nestlé: nutrición, salud y bienestar” se pasaría a un retoque simbólico: “Nestlé: un 37% de nutrición, un 37% de salud y un 37% de bienestar”.

Quizás así nos llevaríamos las manos a la cabeza.

Marc Casanovas
Marc Casanovas

Periodista I Food Storyteller | Ex Bulliniano y editor en PlayGround Food

  @casanovas_marc   @marc.casanovas.anguera