GUÍA DEL VÍDEO
00:00 – Presentación
03:22 – El síndrome genitourinario
06:07 – Síntomas del síndrome genitourinario
07:10 – Incontinencia defecatoria
10:38 – La importancia de mover la pelvis
13:54 – Hablarse bien a una misma
15:33 – Proyecto pelivify.com
¿Qué es el síndrome genitourinario?
Actualmente, aún hay gente que lo conoce como atrofia vulvovaginal, que era el término que se utilizaba hasta hace poco, pero desde el 2014 engloba un conjunto de signos y síntomas (como sequedad vaginal, problemas para aguantar la orina o infecciones recurrentes del aparato genitourinario) derivados de la atrofia del tejido de dentro de la vagina.
La vagina es un tejido que une una pared con otra y se comporta como un acordeón. A medida que envejecemos, los pliegues van disminuyendo. Cuando llegamos a la menopausia, el cese de estrógenos por parte de los ovarios hace que haya un cambio histológico al que hemos de adaptarnos. Y aunque es cierto que todas las mujeres pasamos por el proceso de atrofia vaginal, no todas las mujeres tienen síntomas.
Síntomas más habituales
- Dispareunia
- Infecciones urinarias de repetición
- Sequedad vaginal
- Falta de lubricación
- Sensación de ardor al orinar
- Incontinencia urinaria
- Sensación de tener que ir muy a menudo al baño
Se estima que un 50% de mujeres en la menopausia pasan por este síndrome.
Incontinencia uriaria
Cuando hablamos de incontinencia urinaria, hemos de diferenciar entre dos tipos:
- Incontinencia urinaria de urgencia: sensación imperiosa de ir a orinar. Lo que sucede es que la mucosa de dentro de la vejiga no tiene capacidad elástica y genera más presión de la que debería y da más deseo miccional.
- Incontinencia urinaria de esfuerzo: sucede al realizar esfuerzo. En el momento que aumenta la presión intraabdominal (tos, risa, jugar a pádel…), la mujer tiene un escape de orina que puede ser pequeño, mediano o grande.
Por otro lado, tenemos la incontinencia defecatoria, que sigue siendo un tema tabú y está infradiagnosticada. Se trata de las urgencias defecatorias, escape de gases, de heces…
Tenemos todo un sistema muscular que se puede trabajar a nivel anorrectal para dar sostén a esa zona no rectal y ayudar a generar una buena coordinación muscular en el momento de la relajación de los músculos. Hablamos muchas veces de tonificar, pero hay gente que tiene dificultad para relajar la musculatura y poder defecar.
Uno de los sistemas que se utilizan es el biofeedback. Gracias a un pequeño balón que se introduce en el ano, la paciente puede ver cómo se relajan y contraen los músculos para poder defecar mejor. El cuidado del suelo pélvico no solo es anterior, sino también posterior a nivel anorrectal. La función de sostén de las vísceras, de aguantar, depende del músculo y también del colágeno, del tejido conectivo; así pues, la alimentación también es superimportante. Por ejemplo, si no tomo nada de proteína ni de colágeno, la musculatura se va a ver debilitada. La nutrición es muy importante. El 80% del suelo pélvico es tejido conectivo, y el 20%, musculatura.
La importancia del suelo pélvico
Es importante conseguir que la mujer entienda que tiene musculatura de suelo pélvico, que la sepa activar y que la incluya en su trabajo de core, de glúteos…
¿Cómo podemos hacer una sentadilla fortaleciendo el suelo pélvico?
Para hacerlo, debemos localizar los músculos del suelo pélvico procurando cerrar los esfínteres y elevar el ano y, a la vez, intentar activar la musculatura del abdomen como si cerramos la cremallera del pantalón. Después nos relajamos.
Una forma es mirándonos al espejo o poniéndonos el dedo en la vagina y notando como apretamos los músculos y se elevan.
Cuando hacemos un esfuerzo tipo sentadilla y flexionamos las rodillas, en el momento en que nos impulsamos hacia arriba y se activan los glúteos, la primera musculatura que debería activarse es suelo pélvico y la faja abdominal. Cuando lo repetimos muchas veces, se genera aprendizaje.