Cada vez más gente hace la compra de comida escaneando las etiquetas de los alimentos. Son los nuevos cazadores de códigos de barras, que, en lugar de ir cargados con una escopeta por el bosque, van con un teléfono de última generación por el supermercado. Es el camino más corto para evaluar si la compra de alimentos habituales es más o menos saludable de lo que creían.
No se puede negar que son rápidos y eficientes. Mientras la batería dure, no hay producto industrial y/o envasado que se resista a su punto de mira. En cuestión de segundos, a golpe de dedo en la pantalla táctil comprueban como la Coca Cola Cero tiene mejor puntuación que el aceite de oliva virgen extra, que la fabada asturiana Litoral, con grasa de cerdo para parar un tren, es muy sana si hacemos caso del 84 sobre 100 de un ranking milagroso, o que pueden engullir galletas Gullón hasta reventar porque están categorizadas como “excelentes” respecto de la competencia.
Curiosamente, el jueves en el mercado, no veo a ninguno de estos cazadores de códigos de barras. O se esconden o, como mucho me temo, no hacen acto de presencia. Si no pueden escanear ninguna verdura, fruta, legumbre o pescado fresco, ¿dónde está la gracia de todo?
Imagino la distribución de la nevera y de la despensa de su casa. Todo muy organizado prudentemente según criterios más que discutibles. Desde principios del año 2019, la comida se puede puntuar del 1 al 100, categorizando el producto como “excelente”, “bueno”, “malo” y “mediocre”, o haciendo caso del semáforo de colores y letras de Nutri Score, el sistema legal que entrará en vigor en 2021 en el Estado español. Yuka, El Coco o My Real Food compiten, con más o menos éxito, por un lugar privilegiado junto a las aplicaciones del banco, los mensajes gratuitos o la música en streaming.
Hace poco más de un mes, un usuario de Yuka hacía una pregunta abierta a los responsables de comunicación de la empresa de origen francés: “El producto que quiero escanear no tiene código de barras, ¿cómo lo puedo hacer?”. La pregunta era aterradora. A simple vista sorprende el bloqueo mental. Si el logotipo de la aplicación es una zanahoria, una verdura que no permite que la escaneen, ¿cómo podía generar esta duda elemental? El síndrome de abstinencia del cazador de códigos de barras está provocado por un alimento sin plástico protector ni letras impresas. Sin el placer de la caza, el cazador de código de barras se siente desprotegido, como un conductor novel sin GPS para llegar al hotel de carretera cuando ya ha oscurecido.
La respuesta de la empresa, con dieciocho millones de usuarios, fue la siguiente: “Sin código de barras, el producto no se puede asociar a una ficha concreta. Por lo tanto, no es posible escanear productos sin códigos de barras.” Argumento incontestable que va acompañado de un emoticono de cara contrariada. Una cara que demuestra que, si de ellos dependiera, todo llevaría un código de barras incorporado. Incluidos los usuarios.
Más allá de la absurdidad de la pregunta y la respuesta, quizás tenemos que aprender entre todos a dejar en paz a los usuarios, que bastante loable es el intento de intentar seguir una dieta mejor en un mundo con informaciones contradictorias, y de focalizar la atención en los creadores de estas aplicaciones con intereses comerciales. Simple y llanamente. Las aplicaciones de escaneo de alimentos saludables son potencialmente perjudiciales por tres motivos: fomentan el elitismo alimentario, generan quimiofobia y se olvidan de los trastornos alimentarios.
Favorecer la compra de alimentos ecológicos parte de una base loable. Nada que decir. Pero el hecho de ordenar los productos de mejor a peor como si fuera un ranking musical de los mejores éxitos es un error de base. Un error que pasa a ser grave cuando los alimentos más caros se posicionan en los lugares más altos de la lista. A pesar de que prometen de mil y una formas diferentes que ninguna marca comercial los patrocina, el sistema puede generar frustraciones entre los usuarios de menor poder adquisitivo. “El 83% de los usuarios compra menos, pero con una calidad superior. Y el 78% compra más productos ecológicos”, dicen con orgullo en su dosier de prensa, cuando está más que demostrado que un alimento puede ser ecológico y nutricionalmente poco saludable. Y es que comer sano no tendría que favorecer nunca la cuestión económica en el algoritmo.
Por otro lado, si uno de los criterios principales para favorecer la compra de ciertos alimentos es la ausencia de aditivos, se puede caer en la trampa de la quimiofobia. Que la ciencia intervenga en el proceso de producción de un alimento no implica que tenga que ser menos saludable que otro que provenga de la naturaleza. Cualquier biotecnólogo de la alimentación sabe que, si el miedo entra en la ecuación de la elección de una dieta saludable, significa que hemos perdido algo de valor por el camino.
Y en último término, la extrema dependencia de estas aplicaciones puede favorecer comportamientos nocivos, como la anorexia o la bulimia. Yuka reconoce que “ayuda a los usuarios a elegir productos de primera categoría, y contribuye de forma más global a poner los alimentos en el centro de sus preocupaciones”. De este modo, el usuario que se obsesiona en la caza de alimentos con las puntuaciones más altas o categorizados como “excelentes”, puede multiplicar un efecto rebote: rechazar comidas familiares, de la escuela, trabajo o con amigos. A medio plazo, la noción de perder el control tecnológico sobre lo que comemos es una cuestión que hay que investigar entre adolescentes y perfiles vulnerables.
“Hace dos semanas que uso la aplicación Yuka y he llegado a una conclusión. No se puede comer nada que tenga código de barras”, escribe un usuario en las redes sociales. “Encerrada entre barras”, le contesta una chica, haciendo una comparación entre la prisión y los cazadores de códigos de barras. Porque, en último término, todo es una cuestión de propósitos vitales. Una vez tomas la decisión razonada de eliminar todas estas aplicaciones, el sistema de seguridad del teléfono te preguntará casi a la desesperada: “¿Estás seguro de que quieres eliminar las aplicaciones de escanear alimentos?” Si la respuesta es “Sí, quiero”, de repente, las hileras de códigos de barras desaparecerán y la aplicación de alimentos saludables volverá a ser cómo es debido, con tenderos recomendando el género según la temporada y nuestros gustos en la mesa.