Victoria Lozada es una de las nutricionistas con más seguidores del momento. Natural de Venezuela, donde se licenció en Nutrición y Dietética, hoy es una instagramer de primer orden gracias a su capacidad para contar la alimentación de una forma muy personal que ha dejado huella. Es máster y ahora especialista en trastornos de la conducta alimentaria (TCA) –como anorexia, bulimia y ortorexia– y en los últimos años ha pasado consulta en el conocido centro Aleris de Aitor Sánchez. Es autora del libro La buena nutrición.
¿Cuándo descubres tu pasión por divulgar sobre alimentación saludable en redes?
Fue aproximadamente en el 2014, cuando me di cuenta de que había demasiada gente sin preparación ni estudios divulgando sandeces y, sobre todo, el impacto que esto tenía en la gente, tanto positivo como negativo.
¿Por qué crees que hay tanto intrusismo en el mundo de la alimentación? Parece que sobre esto todo el mundo puede dar consejos…
Porque cualquier persona que haya bajado de peso o que haya desarrollado abdominales se cree capaz de conseguir que otras personas también lo logren. Como si por haber adelgazado hubieran conseguido un título que equivale a cuatro o cinco años de estudios más una especialización. Lo que no piensan, muchas veces, es el daño que se puede hacer por dar consejos sin haber estudiado absolutamente nada que se parezca a esta ciencia. Especialmente porque todos o casi todos –siempre hay excepciones– tienen el mismo modelo de dietas, las mismas respuestas para todo –que casi siempre suelen desarrollarse sin mucho fundamento–, y cuando se les presenta un caso “complicado” –cualquiera que involucre un TCA, una patología, o simplemente algo que no sea más que bajar de tanto por ciento de grasa–, se las ven negras. Ahí es donde está el peligro.
¿Cómo surge la cuenta @nutritionisthenewblack?
Surge de mi necesidad de poder ayudar a la gente, de divulgar un tipo de nutrición algo diferente y de poder hacer que la gente entienda mejor esta ciencia, además de poder aplicarla de forma real y pragmática.
Actualmente tienes 168k seguidores en Instagram. ¿Qué crees que aporta tu cuenta y qué hace que haya tenido este éxito?
A veces me pregunto lo mismo. No sé si realmente se considera de éxito o si ha sido un golpe de suerte y ya. De todas formas, creo que lo que divulgo lo hago desde un punto de sinceridad, compromiso y realidad. Y, a mi parecer, es por eso por lo que he podido llegar a la gente: porque no promuevo realidades perfectas.
Una de tus mayores luchas es acabar con los mitos sobre alimentación. ¿Por qué hay tantos y por qué crees que han calado tanto en la sociedad?
Primero, muchos de estos mitos tuvieron parte de realidad en determinado momento. Como sabemos, la nutrición es una ciencia y, si algo tiene la ciencia, es la actualización constante. Por eso, muchos de los conceptos que se solían manejar en determinada época ya están obsoletos. El gran problema es que muchas veces se consultan fuentes muy antiguas o nos quedamos con estos conceptos y se mitifican, porque son demasiado literales; no se suelen ver los matices dentro de los estudios, los años en los que se realizaron o, si incluso, ya se descubrieron cosas nuevas. El mejor ejemplo es el huevo y el colesterol: mucha gente sigue pensando que tirar las yemas está bien.
Si tuvieras que escoger uno de estos mitos –uno que detestes especialmente–, ¿cuál sería?
El que acabo de decir. ¡Ja, ja, ja! Pero mi favorito también es el de la fruta. Tenemos demasiado miedo a la fruta: que si el índice glicémico, que si después de las seis de la tarde no se puede tomar… Y no hay cosa más saludable, saciante y baja en densidad energética que una fruta.
¿Por qué decides especializarte en TCA?
Fue casualidad. Era un máster que me llamaba la atención y lo cogí básicamente porque era el único que me llamaba cuando emigraba. Pero me impresionó lo mucho que aprendí, de mí, y de la carrera.
¿Crees que puede ayudar la alimentación consciente en el tratamiento de un TCA?
Absolutamente, al 100%. Es una de las herramientas más efectivas. Eso sí, siempre y cuando la persona tenga un nivel de consciencia importante de su enfermedad; si no, empezar por otro lado es lo más aconsejable, y la alimentación consciente e intuitiva será la meta final.
En uno de tus posts en Instagram dices que el hambre emocional no tiene que ser algo negativo. ¿Nos lo puedes explicar?
Sin duda considero, como también lo hace uno de mis referentes en psicología, Carlos Moratilla –de hecho fue él quien me lo explicó–, que siempre comemos por emoción, más que por contexto realmente. El hambre emocional como tal no es la cuestión problemática, porque si alguna vez celebramos algo con comida o tapamos una tristeza con una galleta, y ahí queda, qué más da… La situación se complica cuando la única manera que tenemos para afrontar o lidiar con una emoción es la comida. No debería ser vista de esta manera, porque, de ese modo, es básicamente el único recurso con el que se cuenta, y se convierte en la única estrategia para abordar nuestras emociones, cuando, en vez de evadirlas o taparlas con alimentos, no las analizamos o entendemos como es debido. Así puede pasar con cualquier otra cosa –alcohol, drogas o cigarrillos, por ejemplo–, pero, en mi opinión, que sea la alimentación es problemático porque el acto de comer lo tenemos que hacer, sí o sí, varias veces al día durante toda la vida.
En consulta, ¿has notado un aumento en el número de casos de pacientes que padecen ortorexia? ¿En qué consiste exactamente este trastorno?
No sé si es un aumento real, no sé si antes no se hablaba tanto del tema o si, como estoy especializada en esto, acuden a mí. La ortorexia se ve como un trastorno desde hace relativamente poco, por lo que puede haber pasado desapercibido en el pasado. Lo que sí es cierto es que cada vez más se hace más evidente. Consiste en normalizar un comportamiento obsesivo con respecto a la comida, como si fuera simplemente cuidarse. Sin embargo, lo cierto es que las personas que lo padecen piensan todo el día en comida: en qué comprar, en qué comer, en calorías, en si un producto es eco o no, en si es bueno consumir gluten, y así sin parar. Esto, evidentemente, es agotador, además de enfermizo y no saludable.
¿Cuándo decidiste ser vegana? ¿Fue por salud, por ética, ecologismo…?
Empecé en el 2013, por experimentar qué tal era. Sin embargo, empecé a ver documentales, a informarme, y mi percepción cambió. Empecé por salud, pero terminé por salud, principios, ética, y porque me parece la dieta más sostenible.
Hay algún caso o alguna patología concreta para la que recomiendes consumir alimentos de origen animal o, al contrario, dejarlos? ¿Por qué?
En ninguna recomendaría comer alimentos de origen animal obligatoriamente, porque no hace falta; si no se está haciendo así ya, claro. Al revés puede ser. Hay cada vez más evidencia que sugiere que eliminarlos puede ayudar en casos de diabetes, hipertensión, enfermedades autoinmunes e, incluso, hasta en algunos tipos de cáncer.
¿Cuáles son las preocupaciones de los pacientes que acuden a ti para que les orientes al empezar una dieta vegetariana o vegana?
Usualmente hay dudas sobre la proteína, omega-3 y vitamina B12, pero casi siempre lo más difícil es el entorno social y cómo adaptar la dieta vegana cuando se sale a comer fuera, a casa de un amigo o familiar, porque hay muchos prejuicios en general con este tipo de dieta, y muchos son por desconocimiento.
Laura Blanca Noel
Estudiante en prácticas de Grado Superior de Dietética en el IFPS Roger de Llúria