Carmen Peláez investiga la relación que hay entre enfermedades como la obesidad, la inflamación crónica, la ansiedad, la depresión o el autismo y el buen funcionamiento de la microbiota: las bacterias del intestino.

Trabaja en el departamento de Biotecnología y Microbiología de los Alimentos del Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación (CIAL-CSIC) y es la jefa del Grupo de Biología Funcional de Bacterias Lácticas. Del 2009 al 2012 ha sido la vicepresidenta de Investigación Científica y Técnica del CSIC, y antes había coordinado durante cuatro años el Área de Ciencia y Tecnología de Alimentos en la misma institución. Charlamos con ella sobre importancia de la buena salud de la microbiota y de cómo evoluciona a lo largo de la vida.

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Antes que nada, ¿cómo podríamos definir la microbiota?

La microbiota es el conjunto de microorganismos que hay en el tracto digestivo y también en muchas otras zonas del cuerpo. Las dos grandes funciones de la microbiota intestinal son colaborar con la nutrición, y estimular y regular el sistema inmunitario. Por lo tanto, si hay alguna disfunción, se pueden originar trastornos metabólicos e inmunitarios.

¿Cómo funciona la microbiota?

Cuando estamos sanos, mantiene un equilibrio de intercambio simbiótico con el intestino que se llama homeóstasis. Este intercambio nos permite mantener una función digestiva correcta y un sistema inmunitario activo y estable. Es lo que llamamos salud intestinal. De forma muy general se puede decir que la microbiota intestinal permite que el organismo digiera compuestos de la dieta que, en principio, no podría, como los polisacáridos complejos, la fibra o algunos compuestos bioactivos como los polifenoles de las plantas.

Claro.

La microbiota sintetiza las vitaminas y degrada los compuestos tóxicos. Nos protege de las infecciones bacterianas y modula el metabolismo intestinal; eso permite que el cuerpo recupere el equilibrio inicial y la respuesta del sistema inmunitario sea correcta. Por todo ello, si nos queremos ahorrar unas cuantas enfermedades, es importante tener cuidado de la salud de la microbiota y hacer que esté bien activa.

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¿Qué enfermedades?

La pérdida de microbiota se ha relacionado con la obesidad y trastornos complejos como el síndrome metabólico. Tener una buena salud intestinal con una microbiota activa y sana es especialmente importante en las primeras etapas de la infancia, porque la determina en el futuro. Algunos trastornos autoinmunitarios como la inflamación crónica intestinal o diarreas debido a tratamientos con antibióticos también se han asociado a la pérdida de la microbiota.

La pérdida de microbiota se relaciona con obesidad, inflamación crónico o síndrome metabólico

¿Cómo se daña la microbiota?

Con una alimentación desequilibrada, un estilo de vida sedentario y demasiadas calorías. No hay duda alguna de que el estilo de vida de hoy influye en la microbiota. Hay que tener en cuenta cómo nos alimentan, el estrés que tenemos y si realizamos suficiente actividad física o no. Además, también debemos tener en cuenta los medicamentos que tomamos; actualmente se abusa mucho de los antibióticos y eso debilita mucho el buen funcionamiento de la microbiota. Asimismo, es mucho más sensible cuando somos niños o ya entramos en la vejez. Hay que cuidar de la alimentación siempre, pero más que nunca si tenemos estas edades.

¡Interesante!

La microbiota evoluciona del modo siguiente, a lo largo de la vida: a partir de los dos o tres años de vida –hasta entonces la microbiota ha sido muy inestable y sensible a los cambios– entramos en un período de estabilización que se prolonga en la vida de adultos, cuando aparece una microbiota muy diversa pero relativamente estable a medio-largo plazo en relación con los cambios ambientales o alimentarios. Cuando crecemos, la microbiota vuelve a ser sensible a los cambios y perdemos diversidad y funcionalidad, con lo cual el sistema inmunitario es más susceptible a trastornos que afectan a la salud.

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¿Cómo vamos adquiriendo las bacterias que pueblan la microbiota?

La microbiota intestinal de los humanos ha evolucionado conjuntamente a lo largo de miles de años de desarrollo de la humanidad para adaptarse a los cambios ambientales y sobre todo a la alimentación de la especie humana. La primera microbiota que adquirimos cuando nacemos proviene de la madre y nos llega durante el parto, y también a través de la lactancia materna; por supuesto, también está influida por la alimentación posterior. Es muy importante que esta primera colonización del intestino durante los primeros dos-tres años de vida sea correcta, porque serán los microorganismos que nos ayudarán a madurar el sistema inmunitario y a estabilizar la homeóstasis intestinal. Los cambios bruscos o una colonización inadecuada durante esta fase temprana de la vida pueden afectar la predisposición a enfermedades de la edad adulta. La madre se debe alimentar correctamente durante el embarazo y la lactancia, para ayudar a que la microbiota del bebé funcione bien.

¿Algún consejo para mantener saludable la microbiota?

En primer lugar, hay que adaptar la dieta a las necesidades energéticas del día a día. Si tenemos un trabajo en el que pasamos muchas horas sentados en el ordenador, no podemos alimentarnos de una forma excesivamente energética. Además, apostar por una dieta equilibrada en nutrientes, variada y rica en fibra contribuirá a la salud intestinal. Aconsejo, también, incrementar la actividad física dentro de lo posible.

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¿Las bacterias de los lácteos pueden beneficiar a la microbiota?

Es aconsejable consumir alimentos probióticos. Mientras que la leche líquida debe tener el mínimo contenido bacteriano posible, algunos productos lácteos fermentados como los quesos, yogures o leches vegetales fermentadas se elaboran añadiendo microorganismos, y algunos potencialmente pueden tener efectos beneficiosos para la salud: son los llamados probióticos y se están investigando desde hace décadas por sus posibles efectos a la hora de prevenir muchas enfermedades como infecciones intestinales que provocan diarreas, enfermedades autoinmunitarias, alergias o, incluso, cáncer.

La salud de la microbiota intestinal pasa por una dieta adaptada a los requerimientos calóricos de cada uno, una actividad física moderada y una alimentación rica en fibra y variada.

Actualmente, los investigadores de enfermedades neurodegenerativas investigan la relación que hay entre inmunidad y microbiota, a la vez que experimentan para encontrar soluciones a algunas enfermedades autoinmunológicas. ¿Qué nos puede decir?

Efectivamente hay un interés creciente por lo que se llama el eje cerebro-intestino-microbiota intestinal, un término que describe la relación bidireccional tan compleja de señalización y comunicación entre el sistema nervioso central y el tracto gastrointestinal, esencial para mantener la deseada homeóstasis. Es el campo de la neurodigestología. Para resumirlo de alguna manera: a través de esta comunicación bidireccional cerebro-intestino las moléculas de señalización bajo el control del sistema nervioso central liberadas en el lumen intestinal pueden influir en las funciones motoras, sensoriales o secretoras del tracto y, al mismo tiempo, los metabolitos y las respuestas del sistema inmunitario pueden activar circuitos neuronales del cerebro. Y en todo eso, la microbiota tiene un papel muy importante. En este eje, se sitúa, por lo tanto, la relación que hay entre inflamaciones intestinales y estrés, o entre el tracto gastrointestinal y la depresión y la ansiedad; o trastornos en el desarrollo neuronal como el autismo. El autismo, la ansiedad o la depresión pueden tener que ver con la salud del tracto digestivo. En el Hospital Vall d’Hebron de Barcelona, además, el doctor Francisco Guarner y su equipo investigan como mejorar la microbiota intestinal de pacientes con enfermedad de Crohn o colitis ulcerosa, y otras enfermedades inflamatorias del intestino.

Fotografías: Sergi Garnica

Laura Basagaña
Laura Basagaña

Periodista