“Un ecobanquete es una fiesta de celebración de una boda con alimentación ecológica para todos los sentidos”, dice la cocinera Lola Puig, del restaurante de Km0 El Fort de Ullastret. La cocinera prepara la comida con conciencia pero también la presenta de forma creativa, porque, tal y como dice, “es alimentación para todos los sentidos, incluido el visual”. Por eso, hay platos que los sirve enmarcados, como si fuesen cuadros.
Lola Puig lo tiene todo en cuenta. De hecho, la misma sala del restaurante El Fort ya respira creatividad, porque en un rincón hay una chimenea que da calidez y, en otro, elementos de la naturaleza modelados por el viento y por el mar con formas singulares, como unas piedras con forma de corazón. “Esta piedra”, dice mientras coge una, “la encontré así en casa de mis padres, y de repente vi que tenía una forma de corazón perfilada que me encantaba”.
A la hora de hacer el banquete, tanto puede ser que el encargo que reciba sea para comerlo en el restaurante o bien para hacerlo en otro lugar. “El año pasado, fui a Menorca para encargarme de uno”. Cuando eso pasa, la cocinera lo idea con los alimentos de los productores de la zona. “En Menorca, pensé la comida teniendo en cuenta lo que se hace y se cultiva en la isla, y también siguiendo las recetas tradicionales”.
Para Lola Puig, un ecobanquete también es medir la comida. “No quiero decir poner poca comida, sino que no es la típica abundancia o bacanal de los banquetes convencionales, en los que siempre sobra de todo”.
Con la misma filosofía que el ecobanquete, la cocinera también hace bautizos, comuniones, despedidas de solteros o fiestas de aniversario. “Últimamente he hecho fiestas de aniversario vegetarianas, porque me lo han pedido explícitamente a pesar de que en mi restaurante yo sirvo carne y pescado”, cuenta.
“Cuando sirvo estas comidas, en las que he pensado hasta el último detalle de la decoración, de la presentación de los platos y de las recetas, noto que la gente se siente acariciada, como si les hubiese hecho mimos emocionales”, continúa.
Otro mimo emocional y reparador es el de los ecopicnics. “Voy a hacerlos donde los excursionistas me dicen que descansarán, en un tramo concreto de su travesía”. Ella lo prepara todo, con manteles incluidos, y hace comidas que se puedan coger con los dedos. “Estos platos, los hago pensando en que después continuarán haciendo deporte, y por lo tanto, deben ser fáciles de digerir”. En este sentido, los pasteles y las cazoletas de verduras son algunas de las recetas que acostumbra a poner. “El menú lo pienso con los alimentos adecuados según el deporte que me digan que hacen y el esfuerzo que harán después del ecopicnic”.
Finalmente, Lola Puig ha ideado las estancias para reeducar hábitos alimentarios. “Pienso en enfermos o gente con intolerancias que de repente ven que ya no pueden comer platos que normalmente consumían”. Parece como si no supiesen qué comer ni qué cocinar cuando no pueden comer carne, azúcares o lácteos, por poner algunos ejemplos. Se trata de unas estancias de una semana en las que se aprenderán a cocinar otros platos. “La idea es que vuelvan a casa sabiendo cocinar mil y un platos nuevos sin los alimentos prohibidos”, concluye la cocinera.