El nuevo curso escolar, que deja atrás la piscina, la playa, el fin de la dictadura del despertador y las largas horas de sol, nos hace retomar las relaciones escolares, las mochilas, los cuadernos y el pupitre.

complementos nutricionales niños

Dejamos el relax de todo un verano de recreo y volvemos a entrar en la estructura de los hábitos escolares. En este punto, las familias debemos cuidar al máximo la alimentación, no solo para que los hijos crezcan bien en general, sino también para garantizarles un desarrollo cognitivo que les haga capaces de superar los retos intelectuales de este nuevo curso escolar.

En este sentido, elegir una alimentación adecuada que, por un lado, potencie las funciones cerebrales y, por tanto, ayude al aprendizaje y, por otro, asegure un buen crecimiento esquelético y salud ósea, es una tarea que debemos llevar a cabo las familias, que tenemos que saber cuáles son los nutrientes principales que intervienen en el coeficiente intelectual para preservar la capacidad de aprendizaje y memoria de los más pequeños. Así pues, os hablaremos de dos nutrientes indispensables: el omega-3 y la vitamina D.

Omega para el cerebro y la vista

Los ácidos grasos omega-3 son imprescindibles para un buen crecimiento del cerebro, del sistema nervioso y de la vista.

Las investigaciones demuestran que mejoran la capacidad intelectual de los niños y protegen la buena salud mental. Favorecen el aprendizaje, reducen la ansiedad, combaten la depresión, mejoran la memoria, la vista y la concentración.

Los principales ácidos grasos omega-3 son el poliinsaturado eicosapentaenoico (EPA) y el ácido docosahexaenoico (DHA). El DHA juega un papel importante en el desarrollo del cerebro desde el periodo perinatal –es decir, el tercer trimestre de gestación– hasta la adolescencia.

Estudios de neuroimagen (técnicas para obtener imágenes del sistema nervioso central) han demostrado que, durante la infancia y la adolescencia, las regiones frontales corticales desarrollan la función de la atención y la ejecución. Además, las regiones frontales maduran la conectividad con las estructuras límbicas como la amígdala, que modulan el estado del humor. Por ello, la deficiencia de DHA durante las diferentes fases del crecimiento del cerebro tiene consecuencias sobre su estructura y aumenta las probabilidades de desarrollar disfunciones cognitivas y síntomas psiquiátricos a lo largo de la vida.

Vitamina D, huesos fuertes y sistema inmunitario en forma

La vitamina D, junto con el calcio, permite construir unos huesos fuertes y también desempeña un papel importante en la salud del corazón y a la hora de combatir infecciones. Los niños necesitan vitamina D para desarrollar su sistema esquelético. La vitamina D también ayuda a los huesos a curarse después de una lesión o de una operación.

Si tenemos suficiente vitamina D, absorbemos un 30% de calcio neto vía intestinal, aunque la cifra puede llegar al 60-80% durante los periodos de crecimiento activo. Como sabemos, la vitamina D es una prohormona esencial para absorber el calcio en el intestino de forma correcta.

La vitamina D, además, afecta a las células del sistema inmunitario; esto podría explicar cómo la vitamina D regula las reacciones inmunitarias que se han implicado en enfermedades autoinmunes. ¿De qué forma? Pues la vitamina D afecta a un mecanismo en el sistema inmunitario del cuerpo: la capacidad de las células dendríticas para activar las células T. En las personas sanas, las células T desempeñan un papel crucial para ayudar a combatir las infecciones. Las células T se activan gracias a la vitamina D; si hay un déficit, pueden seguir dormidas y no defender adecuadamente el cuerpo de los patógenos invasores.

Por otro lado, los niveles de vitamina D repercuten en el estado de ánimo y la conducta. En un estudio realizado por científicos de la Universidad de Oakland, se descubrió que la vitamina D regula la conversión del aminoácido esencial triptófano en serotonina, y se estudió cómo puede influir esto en el desarrollo del autismo, sobre todo en niños con déficit de vitamina D.

Muchos trastornos clínicos, como el de hiperactividad con déficit de atención, el bipolar o la depresión, comparten niveles bajos de serotonina en el cerebro. Este estudio de la Universidad de Oakland explica que la serotonina es un modulador importante de la función ejecutiva, el control de impulsos, la entrada sensorial y el comportamiento prosocial y vincula la producción y función de la serotonina en la vitamina D y los omega-3. Así pues, sugiere que estos nutrientes tan importantes apoyan la función cerebral y afectan la forma en que nos comportamos.

La Asociación Española de Pediatría (AEP) advierte que hoy en día no se toma suficiente omega-3 y vitamina D. Añadir un suplemento de omega-3 a la dieta de los más pequeños puede ser una estrategia para moderar los efectos adversos de un déficit, sobre todo debido al desequilibrio entre los ácidos omega-3 y omega-6 de las dietas actuales, que son ricas en el último y deficientes en el primero.

Las alternativas nutricionales

Incorporar alimentos con suficiente cantidad de estos nutrientes es necesario para que los niños afronten el curso con seguridad.

Podemos encontrar ácidos grasos omega-3 en el aceite de lino, el pescado azul, los frutos secos (nueces), el marisco y semillas como la chía y la de lino.

En cuanto a la vitamina D, es importante tomar el sol a diario –de manera moderada durante las horas más intensas– y reforzar la dieta con alimentos como pescado azul, marisco, hígado de pollo o ternera, huevos, setas, germen de trigo y aguacates.

En resumen, podríamos decir que la salud y el crecimiento de los más pequeños son una de las preocupaciones principales de las familias. Los alimentos que tomen ahora influirán a largo plazo en su salud. Los ácidos grasos omega-3 y la vitamina D son esenciales para mejorar la función cognitiva y el comportamiento cuando hay ciertos trastornos cerebrales.

La marca Möller’s tiene un producto llamado Möller’s Omega-3 Gominolas que contiene los mismos ácidos grasos omega-3 y vitamina D que el aceite de hígado de bacalao; es decir, componentes nutricionales saludables esenciales sin colorantes ni edulcorantes artificiales para que los niños crezcan y se desarrollen de forma correcta.