huerto_ninasLa idea que los mueve a hacer de campesinos es saber qué comen y lograr autoabastecerse de ciertos alimentos. Mientras lo intentan, porque no es fácil, logran que los niños tengan contacto con la tierra, con la naturaleza, y, lo más importante, toda la familia sabe que debe ir a la una para lograr un reto común.

Tienen un huerto a pesar de que viven en una ciudad, Tarragona. Desde la primavera pasada, Mariona, Martí y Olívia, de 9, 5 y 3 años plantan y cultivan sus frutas y verduras. “Con más o menos éxito, eso también hay que decirlo, porque no se nace enseñado”, explican M. José Barberà e Iñaki Ruiz, los padres.

¿Por qué debemos tener interés en lo que comemos?

“La iniciativa de los huertos urbanos demuestra un interés por la agricultura y por lo que comemos”, cuenta Esther Vivas, activista de las políticas agrícolas y alimentarias. “Es un paso adelante”, afirma, pero “hay que ir más allá”, sostiene, porque en el sistema alimentario se producen muchas injusticias, y una de las más preocupantes es que los campesinos son una figura que se extinguirá en Cataluña, porque solo representan el 1% de la población activa catalana.

Por todo ello, Vivas recomienda aprovechar la iniciativa de los huertos para hablar a los niños de las políticas alimentarias necesarias para lograr que “sean soberanos alimentariamente hablando”.

1) Hay que prohibir los transgénicos. Los transgénicos son unos organismos que modifican genéticamente los genes, lo que puede tener consecuencias en la salud de las personas. Además, contaminan la agricultura ecológica, porque debido a la polinización, con el aire, llegan a otros cultivos por muy alejados que estén.

2) Hay dificultades para acceder a la tierra, por la especulación. Hay tierras yermas que están en desuso y que esperan una recalificación urbanística, cuando se podrían ceder para cultivo.

3) Los campesinos tienen dificultades para acceder a los canales de comercialización, y, en consecuencia, reciben un tanto por cien mucho pequeño. Hay que plantearse unos canales alternativos.

4) No hay una ley adecuada para comercializar la producción artesanal. Un productor de aceitunas artesanas tiene aplicada la misma legislación que un gran productor.

Martí y Olívia son más de regar las plantas, y Mariona, la mayor, tiene más iniciativa de trabajar la tierra, eliminar malas hierbas, plantar y cosechar. Justo, éste es uno de los motivos por los que los padres empezaron el huerto cuando se enteraron, la pasada primavera, de la iniciativa de Hort de la Sínia, que ofrecía parcelas de 25 y 50 metros cuadrados.

Otra de las motivaciones era el hecho de consumir lo que ellos mismos producían, es decir, la soberanía alimentaria familiar, porque “podemos hacer ecológico, y sabemos cómo lo hemos hecho o dejado de hacer”, cuentan.

Claro que en el mundo del campo no todo el monte es orégano. “No hemos cogido ni un pepino, porque se han secado”. Han aprendido la lección, dicen, y ya saben que al verano siguiente plantarán calabacines, que son más fuertes y seguros. También reconocen el apoyo de Hort de la Sínia, con Joan Vives al frente, con el agua y la paja para que las plantas aguanten más tiempo la humedad y no crezcan las malas hierbas.

“Joan también nos ofrece abono y plantel, que podemos comprar allí mismo”. También pueden consultarle cualquier duda, y ampliar información en las charlas que organiza para aprender a cultivar un huerto. Incluso pueden alquilar herramientas por 3 € al mes. “Nos va bien porque así los tres pueden tener las mismas herramientas para trabajar: si quieren tres regadoras, tres regadoras”.

Además, se están aprendiendo de pe a pa el calendario de las verduras y saben cuando toca plantar cada cosa. Y eso teniendo en cuenta que van una vez a la semana y los fines de semana. El resto de días, con la escuela y los extraescolares, no hay tiempo para mucho más. El huerto lo tienen a 10 kilómetros de Tarragona, porque Hort de la Sínia está situado exactamente en la desembocadura del río Gaià, en Altafulla.

Ahora bien, entre las familias se ayudan. “Si alguna semana vemos que no podemos ir, pedimos a alguien de los huertos próximos que riegue, que es una de las obligaciones más inmediatas”, dicen los padres.

El huerto les ha aportado algunos valores que no habían encontrado en otras actividades, aseguran M. José e Iñaki. Para empezar, el contacto con la naturaleza, una cuestión muy necesaria si vives en una ciudad. “Y todos vamos a la una, hacemos una actividad que a los cinco nos va bien y que tiene recompensa”. Mariona, la mayor, es la más consciente y los pequeños disfrutan porque se relacionan con los animales que hay allí. “Martí ha logrado que las gallinas coman de su mano, y para él, es un gran reto”, afirman sus padres.

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Trinitat Gilbert
Trinitat Gilbert

Periodista

  @trinigilbert