Cuando no podemos controlar la cantidad de dulces que comemos y lo hacemos con ansiedad nos sentimos mal, débiles y con poca fuerza de voluntad.
Nos responsabilizamos de haber empezado a comer y de no haber sabido parar; entonces entramos en una espiral de culpabilidad y vergüenza. Nos prometemos que no volverá a pasar, que la próxima vez no seremos débiles, que tendremos más fuerza de voluntad y controlaremos la situación.
La realidad, sin embargo, es que el antojo descontrolado y la ansiedad por comer vuelve a aparecer al cabo de unos días, horas o meses, y se vuelve a poner en marcha todo el proceso. Entonces, nos empezamos a hacer una serie de preguntas y reproches:
- “Cómo es posible que me esté comiendo eso si sé que engordaré?”
- “Por qué hay personas que tienen fuerza de voluntad y yo no?”;
- “Ya lo he vuelto a hacer, no tengo remedio y no cambiaré nunca”.
La pregunta correcta, sin embargo, sería:
“¿Por qué tengo esta ansiedad por comer?”
La ansiedad por comer denota carencias tanto físicas como emocionales
El cuerpo es muy sabio; responde contra los virus, regula solo la temperatura corporal, bombea sangre constantemente, respira gracias a los pulmones, etcétera. Este cuerpo enormemente sabio que tenemos también nos envía mensajes para ayudarnos a mantener el equilibrio, en forma de antojos y ansiedad por comer.
Es importante, pues, que cuando tengamos una “necesidad” irrefrenable de comer nos fijamos en lo que comemos, en qué carencias físicas y emocionales tenemos, y en cómo nos comportamos en la vida.
Los antojos y la ansiedad por comer pueden indicar muchas cosas; algunas tan simples como hambre o sed, pero también pueden ser un signo de alguna más profunda. Si se sigue una dieta sin los nutrientes suficientes, por ejemplo, es posible que se deseen los alimentos que contrarresten la falta de vitaminas y minerales.
¿Sabes entender tu cuerpo cuando te pide azúcar?
Pero los antojos y la ansiedad por comer también pueden indicar alguna carencia emocional, y a veces utilizamos la comida para llenar un vacío provocado por falta de aceptación, placer, apoyo o amor; otras veces “tragamos” comida porque es lo que hacemos con las palabras, o no sabemos parar de comer porque no estamos poniendo límites en otros aspectos de la vida.
Si el cuerpo pide agua, frutas, verduras, cereales integrales o legumbres, está pidiendo alimento y apoyo. En cambio, si constantemente se siente la necesidad de comer alimentos azucarados, salados y grasientos, hay que preguntarse: “¿Qué quiere mi cuerpo físico y emocional, y por qué?”
A partir de ahora, cuando la ansiedad por comer aparezca, no vale juzgarse ni culpabilizarse, solo observarse con curiosidad y tomarlo como una oportunidad para poder descifrar los mensajes que hay detrás de este antojo.
Solo esperando cinco minutos antes de caer en la tentación, es posible ver la transitoriedad de los antojos y sensaciones, y escuchar y decidir conscientemente qué es lo mejor para vosotros y vuestro cuerpo.
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