Postres, desayunos y meriendas | Consol Rodríguez
Este yogur de nueces de macadamia ideal para desayunar. Es bien sencillo de hacer y aporta grasas naturales muy saludables –los esenciales omega-3 y 6–, es rico en todos los aminoácidos esenciales –los nutrientes necesarios para que el organismo produzca la proteína necesaria–, en minerales como manganeso, cobre, magnesio, fósforo, hierro, zinc, calcio, potasio y selenio, en las vitaminas del grupo B, y también C y E.
Es ideal acompañado de frutas ácidas o semiácidas es ideal, pues las frutas completan el bajo contenido de carbohidratos de las nueces, mientras que las grasas y la fibra de estas permiten asimilar los azúcares naturales de la fruta de forma más lenta, lo que asegura una energía continuada a lo largo de toda la mañana. Dejar la piel de las frutas es muy buena idea, pues en la piel es donde encontramos más nutrientes. Acompañar este mágico y delicioso desayuno con flores, hojas aromáticas y brotes nos aportará un extra de fitonutrientes y sin duda un toque estético y natural muy especial para el plato de los más pequeños.
Si, además, hacemos este yogur con previsión, podremos añadir fermentados a nuestro plato, probióticos naturales que, junto a la fibra de la fruta y a las nueces, de efecto prebiótico, contribuirán a una salud intestinal óptima.
El chucrut es importante aquí para facilitar la fermentación. Si no encontramos chucrut sin pasteurizar, lo podemos hacer nosotros en casa. Es tan sencillo como:
Los lácteos son los productos de origen animal que más polémica despiertan. Aunque probablemente desde que éramos pequeños hemos oído que es un alimento indispensable para tener una salud de hierro, estudios recientes demuestran que no hay nada más lejos de esta afirmación.
Los lácteos contienen una proteína, la caseína, muy acidificante y nociva para la salud. También contienen un carbohidrato, la lactosa, que no podemos digerir bien por qué no tenemos suficiente cantidad –o nada– de la enzima necesaria para digerirla, la lactasa, que solo producimos de forma adecuada cuando somos bebés o niños en etapa de lactancia para poder digerir la leche materna, nuestro verdadero lácteo natural, destinado solo a una corta etapa de nuestra vida.
Es más, en el sistema contemporáneo más común de producción de lácteos, con animales estabulados, se explota a los animales de tal manera que al final en la leche encontramos una serie de componentes nada recomendables: hormonas, antibióticos, pus, un porcentaje legal de materias fecales, tóxicos derivados del petróleo –ftalatos– de las mangueras que se utilizan para ordeñar, químicos derivados de la agricultura no ecológica con la que se nutre al animal…
Aparte de esto, los métodos de esterilización y preservación, la pasteurización, la uperización, la homogenización, la deshidratación y posterior rehidratación de la leche que solemos encontrar en el supermercado todavía desvirtúan más el producto, ya que se calienta a altas temperaturas, se oxigenan y oxidan sus grasas naturales y se cambia su estructura molecular natural. Al final, se obtiene un producto muy lejos de ser natural y saludable que el cuerpo no reconoce ni sabe asimilar.
¿Y qué podemos hacer si queremos sustituir los lácteos a los que culturalmente estamos acostumbrados? Pensar en sustituir la leche animal por una vegetal afortunadamente ya no es una novedad. Las podemos hacer en casa con la ayuda de una batidora y un colador, o comprarlas ecológicas en muchas tiendas: de semillas, de coco, de frutos secos como almendra, avellana o nueces, de raíces como la chufa, de cereales como avena o arroz… Pero es más difícil encontrar sustitutos de calidad para otros lácteos, como yogures, natas, quesos vegetales.
La suerte es que no son tan complicados de preparar en casa y no necesitan ni cocción; con esta receta lo comprobaremos.