Unos “simples” nabos asados con aceite de oliva, comino, cúrcuma, unas nueces y, al final, el toque explosivo de la deliciosa granada con menta refrescante se convierten en un regalo para nuestros sentidos lleno de contraste de sabores y texturas y con abundantes beneficios para la salud. La granada es el fruto del llamado granado o Punica granatum y está considerada como uno de los superalimentos que nos regala la naturaleza y que cuenta con una rica y fértil historia.
La granada se ha podido encontrar a lo largo de la ruta de la seda como un símbolo de prosperidad y abundancia. Se utilizaba la fruta como alimento, y el zumo, como tónico para matar parásitos intestinales; la flor de la granada se aplastaba para conseguir un tinte de color rojo y la cáscara era utilizada para teñir el cuero. Contiene sustancias como la vitamina C y flavonoides (pigmentos de las plantas), que, debido a su acción antioxidante, ayudan a prevenir enfermedades cardiovasculares, el envejecimiento y algunos tipos de cáncer. Igualmente, posee potasio (mineral que protege el sistema circulatorio) y pequeñas cantidades de fósforo, magnesio y calcio. Su cáscara y la corteza blanca que separa los granos tienen propiedades astringentes y antiinflamatorias de la mucosa del tracto digestivo, por lo que, en infusión, resultan un remedio eficaz para tratar problemas intestinales, como la diarrea.
Dentro de las propiedades del nabo, cabe destacar su capacidad para eliminar el ácido úrico de la sangre a través de la orina, por lo que es muy útil en casos de gota. Facilita la digestión de las grasas, ya que favorece el metabolismo del hígado. Así, podéis probar a acompañar las comidas con un par de cucharadas soperas de nabo rallado crudo. Su fibra ayuda a mejorar el tránsito intestinal y, al ser muy diurético, permite eliminar toxinas y reducir la retención de líquidos. Las hojas se pueden consumir crudas, por ejemplo, en una ensalada, o cocidas, junto a patatas o en tortilla, como los famosos grelos de Galicia. Si los compráis con hojas, acordaros de guardar las hojas por separado una vez en casa. La raíz se puede consumir cruda rallada en ensaladas, como si fueran rabanitos, o cocinada con arroz, legumbres…
No os olvidéis del humilde nabo a la hora de crear nuevas recetas: tiene infinitas posibilidades que os sorprenderán. Y no dejéis de consumir la maravillosa granada por pereza a desgranarla; apuntad un truco: partidla por la mitad y colocadla sobre un bol con los granos hacia abajo; golpead toda la superficie de la piel con la maza de un mortero o con una cuchara de madera y veréis que, una vez abierta, los granos se desprenden muy fácilmente. Una vez desgranada, ya la tenéis lista para aportar a esta receta la salud que os hará disfrutar de lo que queda de invierno con abundancia de nutrientes saludables.
La receta
Ingredientes (4 raciones)
- 600 g de nabos (pueden ser de diferentes colores)
- 100 g de nueces picadas
- 1 c.p. de jengibre en polvo
- 1 c.p. de cúrcuma en polvo
- 1 c.p. de comino en polvo
- 1 c.s. de aceite de oliva
- Hojas de menta fresca
- 1 granada desgranada
Para la vinagreta:
- 1 c.p. de miel
- 2 c.s. vinagre de manzana
- Ralladura de 1 limón bio
Preparación
- Lavar los nabos (no hace falta pelar, si son ecológicos), trocear al gusto (yo los he cortado en láminas más bien finas, con lo que será menos tiempo de horno que si se cortan más gruesos) y poner en una bandeja de horno. Precalentar el horno a unos 180 ºC. Rociar con aceite de oliva y las especies en polvo y mezclar. Hornear unos 15 minutos hasta que los nabos estén blanditos; añadir las nueces y dejar en el horno unos 10 minutos más.
- Mientras tanto, elaborar la vinagreta mezclando los ingredientes. Fuera del horno, mezclar los nabos y las nueces con los granos de granada, la vinagreta y trocitos de hoja de menta fresca. Servir acompañado de ensalada o, si queréis que sea un plato más completo, con quinoa o una legumbre.
Que lo disfrutéis,
¡Mucha salud!