El pequeño de casa estaba enfermo constantemente. Una semana, un constipado; otra, unas diarreas infinitas; otra, mucha tos. Lo cogía todo. Abrazaba todos los virus que rondaban. Lo aseguraban sus padres. “Cuando veíamos que en clase corría algún virus, sufríamos porque sabíamos que a él le tocaba seguro”. Fue así hasta que, un día, hartos de tantos sufrimientos, decidieron revisar con atención qué pasaba.
Para entenderlo, hay que tener en cuenta que el 70% del sistema inmunitario está en el intestino. “Una ingesta excesiva de azúcar refinado hace que se altere la flora bacteriana, y, por lo tanto, que crezcan los gérmenes patógenos, y, por consecuente, que baje el sistema inmunitario”. Lo cuenta la doctora Maite Bravo, médico homeópata y directora docente del máster en Medicina Homeopática IL3 Barcelona. Así pues, un sistema inmunitario debilitado no puede tener una respuesta adecuada ante de los virus y las bacterias; los dejará pasar.
[destacat estil=”fons-gris”]El azúcar y las montañas rusas
Estaban muy cansados, parecía que se dormían, pero después de comer un producto con azúcar refinado se excitan. Han subido hasta arriba del todo de la montaña rusa de golpe, solo comiendo, sin haber pasado por la cama. Al cabo de un rato, los niveles de azúcar en sangre disminuyen y el agotamiento vuelve. “Las alteraciones continuadas de los niveles de azúcar en sangre producen cambios emocionales y agotan el sistema nervioso”, según los especialistas de las tiendas Marsan. Una alternativa al azúcar que tanto gusta a los niños golosos son las melazas, de cereales y de frutas y vegetales. “Son productos más saludables que los azúcares refinados, porque proporcionan vitaminas, minerales, proteínas, azúcares complejos y enzimas, y, porque son muy digeribles y favorecen una curva de glucemia estable”, cuentan.
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Si los padres tienen dudas sobre la alimentación de sus hijos, se pueden fijar en dos cosas: la primera, las heces; la segunda, el color de la lengua. “Un niño que a menudo está estreñido o que hace unas cacas diarreicas está demostrando que no come bien”. Si está estreñido, mal, porque aumentan los tóxicos interiores. Por otro lado, la caca deshecha quiere decir que no se han absorbido los nutrientes. Además, el color de la lengua es como un libro abierto sobre la alimentación. “Una lengua sucia es un síntoma que pasa algo con la alimentación del pequeño. Vamos, que no está haciendo una alimentación sana”.
Entre otras cuestiones, una de las que se hicieron esos padres preocupados fue la alimentación. Era un niño glotón, que comía alimentos azucarados para desayunar, como cruasanes de chocolate, rosquillas o galletas. También comía otras cosas, pero la bollería industrial le encantaba. Les costó aceptarlo, porque, de entrada, no se les había pasado ni por la cabeza, pero el exceso de alimentos con azúcares refinados era el culpable de todo.
¿Recordáis aquel pequeño que estaba enfermo constantemente? Pues, ya no lo está. Hace un año de los resfriados, diarreas, virus y no sé cuantas cosas que le afectaban a día sí y día también. En casa, dejaron de entrar los dulces y las galletas, y la cocina se llenó de frutas y verduras. El panadero de cerca de su casa se convirtió en amigo íntimo del pequeño, y se lo ganó regalándole cada día un panecillo o palitos integrales; al final, logró un cliente fiel: un paniego, vaya.