Las frutas son muy fáciles de digerir y nos aportan muchas vitaminas y antioxidantes. Básicamente se digieren en los intestinos, así que pasan bastante rápido por el estómago. Eso quiere decir que si comemos la fruta al final de las comidas, especialmente si han sido copiosas y densas y, por lo tanto, de digestión lenta, la fruta tardará más de lo habitual a llegar a los intestinos y fermentará, lo que nos puede causar una digestión pesada y, muy probablemente, una hinchazón molesta e innecesaria.
Lo mejor es comer la fruta sola, sin mucha mezcla y esperar entre unos treinta minutos y una hora antes de tomar nada más. Si añadimos ingredientes más densos —aceites, semillas— lo mejor es procurar que haya pocos para dar prioridad a la digestión de la fruta y sus azúcares.
El verano es la mejor época del año para consumir las frutas más ricas en antioxidantes, que suelen ser las que tienen un color intenso. Tenemos que elegir las más jugosas, para aprovechar el contenido en agua biológica natural, que hidrata de la mejor de las maneras. Es bueno dar preferencia a las frutas menos dulces y de color más oscuro, señal de que contienen más antioxidantes y nutrientes y no creerán picos de insulina al consumirlas.
Las cerezas, protagonistas de la receta de hoy, merecen el nombre de superalimento. Son antioxidantes y antiinflamatorias y, gracias a que contienen melatonina, ayudan a tratar el insomnio y el jet lag, ya que facilitan la conciliación del sieso.
Sus antocianinas —uno de los antioxidantes naturales más antiedad—, aumentan la producción de insulina, y regulan los niveles de azúcar a la sangre.
Gracias a sus propiedades antiinflamatorias, van muy bien para reducir el posible dolor muscular o articular después de la práctica de ejercicio muy intenso.
Tanto las cerezas ácidas como las dulces reducen los uratos en la sangre, y alivian las complicaciones de las personas que, por culpa de dietas inadecuadas, han acumulado grandes cantidades de ácido úrico a la sangre.
La receta
Ingredientes
Para 4 personas
- 2 T de cerezas maduras
- 1 T de agua
- 4 ajos negros
- 4 C de tamari
- 2 C de aceite de oliva
- 4 C de piñones o de copos de piñones
- 1 pera
- un manojo de cebollino, cortado muy fino
Método de preparación
- Sacar el hueso de las cerezas. Lo más fácil es usar un utensilio especial para quitar los huesos que se puede encontrar en las tiendas de utensilios para cocina; sacan el hueso y dejan el fruto casi intacto, ya que solo hacen un agujerito por el que sale el hueso. De todas formas no es imprescindible, ya que se puede sacar con un cuchillo pequeño: solo hay que hacer un corte alrededor de la fruta dibujando una circunferencia y presionar con los dedos y el cuchillo para quedarnos solo con la carne de las cerezas.
- Una vez todas las cerezas están sin hueso, reservar media docena para decorar. Poner el resto en una batidora de vaso con el agua y batir hasta lograr una textura muy suave.
- Servir en 4 boles pequeños.
- Seguidamente, combinar el tamari con los ajos negros en una batidora pequeña y batir hasta tener una salsa cremosa muy suave. Reservar.
- Cortar la pera, para que no se oxide, en dos mitades verticales primero y después en láminas verticales finas, de unos 2 mm de espesor.
- Decorar el batido de cerezas con las peras, la salsa de ajo negro y tamari, los piñones o los copos de piñones, el aceite de oliva, el cebollino y las cerezas sin hueso reservadas cortadas al gusto.
Bon appétit!