Carlos Ferrando es dietista-nutricionista y hace más de diez años que pasa consulta. Tiene una dilatada experiencia clínica y disfruta viendo a centenares de pacientes cada año. No todo el mundo sirve para pasar consulta con tanta dedicación, pero a Carlos le apasiona el trato con la gente.
Carlos, también eres profesor en dos universidades, pero tu día a día está en la consulta, donde ves a muchos pacientes. ¿Qué tipo de pacientes tienes?
-Pues para resumir te diría que tengo un 50% de pacientes que vienen por temas de sobrepeso y obesidad y un 50% de deportistas.
¿Algún tipo de deporte en concreto?
Tengo de todo. Algunos vienen con un objetivo de mejorar marcas y tienen una elevada exigencia en Ironmans, ultradistancia, carreras de montaña, carreras a pie, por ejemplo. Hay otros más noveles. Con cada uno decidimos la estrategia y si quiere plátanos y dátiles o barritas y geles. Es muy importante detectar no solo qué les conviene, sino qué les apetece y les sienta bien.
Los profesionales tenemos un exceso de confianza y pensamos que el paciente lo va a hacer todo
Creo que este es tu gran don. Constantemente te revisas y vas más allá de lo que, “de manual”, recomendarías a cada paciente y observas mucho si aquello lo quiere de verdad.
Sí. Piensa que tengo a deportistas que eligen la vía de masticar y prefieren plátanos y dátiles. Te tienes que acoplar a cada persona.
Adherencia es la palabra de moda. ¿Qué estáis haciendo mal los nutricionistas para que la gente no haga cambios realmente?
Hay varias cosas que no hilamos bien. En la primera visita, muchas veces creemos que con una charla ya hemos conocido al paciente; sacamos conclusiones rápidas no siempre acertadas y damos una dieta inmediatamente. Según el caso, intento no dar ningún papel. Dar diez folios, a veces, no sirve de nada: hay pacientes que, con el estrés del día a día, no lo leen o no lo ponen en práctica y eso lo vemos en el seguimiento. De entrada, pues, los profesionales tenemos un exceso de confianza y pensamos que el paciente lo va a hacer todo. Necesitamos tiempo y varias visitas de seguimiento para conocer todo el contexto de la persona que tenemos delante y, a partir de ahí, ver cómo quiere conseguir sus objetivos.
Además, muchos pacientes buscan soluciones muy rápidas, con lo que también es difícil complacerles.
Abril-mayo y septiembre-octubre son los grandes meses de los nutricionistas, porque los pacientes despiertan a última hora cuando empieza el calor o ya se han pasado durante el verano, y vienen con urgencia buscando soluciones rápidas, que no son nada más que parches.
En consulta, también en la nuestra, vemos que hay muchas anulaciones porque no han empezado con la pauta y piden hora para al cabo de unos días o semanas, hasta que lo hagan bien.
Por dilatar el proceso, no lo vas a hacer mejor ni vas a obtener resultados. Cuando me llaman para anular y me dicen que pedirán hora dentro de unos días, ya sé que no volverán. Se autoengañan, pero no están dispuestos a empezar el cambio. Hay que ir igualmente a la visita y contar que no se ha hecho nada. Es muy importante porque solo entonces podremos revisar qué es lo que le frena a empezar o qué no le convence. Aquí es donde nosotros debemos saber detectar qué alternativa dar y cómo reenfocar el tratamiento. Si el paciente no sigue las pautas, quizás es porque necesita una serie de cosas que el nutricionista no ha visto o no le ha recomendado. Aquí puede producirse un cambio profundo en el que profesional y paciente irán mucho más de la mano.
Otro fallo…
Si una persona viene con muy malos hábitos alimentarios y desayuna ultraprocesados tipo galletas y bollería, y almuerza cosas de las máquinas expendedoras, por ejemplo, no podemos pretender cambiar todo esto y hacerlo de hoy para mañana; es inviable. Pasar de cero a cien en dos días es el gran fracaso. Habrá gente a la que le cuadre cambiar de golpe, pero no a todo el mundo. ¿En qué porcentaje quiere cambiar esa persona sus hábitos? Quizás manteniendo ciertos hábitos no muy saludables, conseguirá más su objetivo.
Otro tema es que la gente quiere perder quilos muy rápido, demasiado rápido. Aprender a comer saludablemente después de toda una vida comiendo mal es muy difícil de cambiar de forma rápida, sobre todo si encima queremos perder peso.
Cuando me dicen que quieren perder ocho quilos en un mes, por ejemplo les digo que, de acuerdo, que en dos meses serán dieciséis y que al cabo de seis meses habrán engordado cuatro. Porqué bajar dieciséis y dejar la dieta, que es lo que este tipo de paciente quiere y pide, significa volver a comer mal y recuperar los quilos y hasta ganar algunos más. Si yo digo al paciente que va a adelgazar un quilo por mes y va a aprender a comer, sale disparado de la consulta. Pero si le digo que perderá doce quilos en doce meses, la cosa ya cambia, ¿verdad?
Es que para perder peso no hay que hacer dieta, sino aprender a comer.
Y no hay manera que la gente lo interiorice. Además todavía usamos la palabra dieta y deberíamos dejar de utilizarla. La gente habla del momento de dejar la dieta, lo que significa que lo pasa mal, que está con restricción y que seguro que no mantendrá esa forma de comer porque no está disfrutando. Quizás merece la pena ser menos restrictivo y mantenerse. Siempre pregunto: ¿Te ha gustado la pauta? ¿Crees que vas a mantenerla en el tiempo? ¿Has conseguido tus objetivos? Porque, quizás, con un mínimo esfuerzo, ¡obtendremos un máximo resultado! Es importante que la gente entienda que hacer dieta para dejar la dieta es bajar peso para subir peso.