De hecho, dentro de la alimentación viva no se recomiendan los alimentos fríos en ninguna de las estaciones, ni siquiera en verano. Es más, los congelados no están ni vivos ni crudos, ya que las enzimas han perdido su capacidad metabólica al congelarse durante horas (lo que también ocurre cuando se cocina a temperaturas más altas de 38-42 ºC). Es decir, la alimentación viva verdadera no recomienda ni helados, ni congelados durante horas, ni bebidas frías, ni alimentos inmediatamente sacados de la nevera.
Además, el alimento frío supone un choque para el cuerpo, un estrés, porque cuando se ingieren alimentos muy fríos se ponen en marcha unos mecanismos para llegar a la correcta homeostasis. Y al estómago y al aparato digestivo no les gusta nada el frío; ingerir alimentos o bebidas frías hace que el estómago deje de producir ácidos y también se detienen los movimientos de las paredes, lo que contribuye a una mala digestión.
Lo ideal es tomar siempre las comidas a temperatura ambiente y, cuando el ambiente es frío, mucho mejor a temperatura corporal, tibios.
En invierno, para preparar nuestros alimentos a una temperatura agradable sin que pierdan los nutrientes, podemos ponerlos un rato en la deshidratadora, solo para que se calienten, o al horno caliente pero apagado, y que no esté a temperatura alta , solo para calentar.
En el caso de las recetas líquidas, podemos añadir agua previamente calentada sin sobrepasar la temperatura de 38-42 ºC: para hacer zumos, cremas de verduras, sopas y “consomés”.
Yo intento no sobrepasar los 38 ºC al calentar el agua usando una tetera eléctrica. Si 38 ºC te parece que todavía es frío, te animo a hacer el siguiente experimento: calienta agua hasta que llegue a esta temperatura −puedes controlar los grados con un simple termómetro de farmacia, de los que todo el mundo tiene en casa. Cuando llegue a 38 ºC ponte un poco en las manos. Seguro que te sorprenderá, porque notarás que el agua a esta temperatura ya quema.
Así que si quieres una receta muy cargada de vitalidad pero también quieres calentarte con una sopita, crema o consomé, te recomiendo que pruebes este sistema. Es lo que te propongo también con la receta de hoy, un consomé delicioso que sí o sí tienes que probar. Te sorprenderá. Además, tendrás un plato preparado en dos minutos, literalmente, con un sabor increíble y muy intenso, y con alimentos que nutrirán tus sistemas.
Es un consomé ideal para empezar cualquier comida, especialmente para no dejar de cuidarte entre semana, que es cuando todos vamos un poco de cabeza con los horarios laborales y llegamos a casa con ganas de mimarnos pero también de descansar y no complicarnos durante horas en la cocina.
Este consomé es muy alcalinizante, gracias a las algas y el limón. Es rico en vitamina C, remineralizante, muy rico en el grupo de la vitamina B y muy rico en proteínas, con todos los aminoácidos esenciales −las proteínas que nuestro cuerpo no puede sintetizar y que necesitamos incluir a través de la dieta.
La receta
Para 2 personas
Ingredientes
- 2 T de agua tibia
- 1 limón, el zumo
- 1.4 T de alga dulse, muy prensada
- 2 C de semillas de chía
- 4 C de levadura nutricional
- 1/4 c de pimienta de cayena molida
Preparación
- Antes de empezar, convendría haber puesto a remojo la chía con 4 C de agua y haberla dejado reposar por lo menos 15 minutos y, preferiblemente, unas 2 a 8 horas.
- En un bol de cocina, mezclar la chía remojada con el resto del agua y el zumo de limón y mezclar muy bien con una cucharilla.
- Utilizar esa mezcla líquida en cuencos de sopa o consomé, añadir el alga dulse −que se ablandará en cuestión de dos minutos o menos− y decorar con la levadura nutricional, que se diluirá enseguida, y la pimienta de cayena.
Si se desea, también se puede decorar este consomé con un poco de perejil o cilantro cortadito muy fino.
¡Bon appétit!