No me viene a la mente una persona más alejada del mundo del campesinado que William Henry Gates III, más conocido como Bill Gates. El cerebro de Microsoft ha pasado más horas programando microcomputadoras en el garaje de su casa que respirando aire fresco en medio de la naturaleza. Sus brazos de color blanco nuclear son antagónicos a la piel acostumbrada al sol de un campesino de la llanura. Pues bien, si hacemos caso a las informaciones en exclusiva de la revista digital The Land Report, el informático millonario con gafas de nerd ahora quiere jugar a ser campesino.
Dejémoslo claro desde un buen comienzo, a pesar del favor de los medios de comunicación liberales norteamericanos, que Bill Gates se haya convertido en el nuevo propietario con más tierras de América, con 240 mil acres repartidos en 16 estados, es una noticia nefasta que no puede pasar por alto. El acaparamiento de tierras es un tema serio, donde no es fácil separar a los buenos de los malos, como pasa en las tramas de las películas. Y es evidente que es mejor que todo quede en manos de Bill Gates y de su mujer, Melinda. Las fuentes de información más fiables pronostican que la inversión puede estar relacionada con la mejora de la tecnología agrícola para combatir el cambio climático y engordar la infraestructura de Imposible Foods, una empresa de producción de carne vegetal. “Siempre será mejor que quien ponga la mano en el saco sea la Fundación Gates que Monsanto, amo y señor de los transgénicos, o JBS, la cárnica más importante del mundo, responsable de la quema en el Amazonas”.
Ahora bien, que la persona que amasa la cuarta fortuna más importante del mundo, de repente pase a ser un gran terrateniente nos tendría que preocupar un poquito. Principalmente porque la tecnología y el campo no habían tenido nunca un único propietario casi en exclusiva. El acaparamiento de tierras y la entrada del agua en la bolsa de Wall Street, junto con la subida de precios de los alimentos frescos de un 3,5% durante el confinamiento, configuran una tríada mortal de necesidad. Y el único denominador común que aglutina una serie de desgracias catastróficas es la élite. El origen de la palabra proviene de la palabra francesa élite y de una forma más antigua, eslite, que quiere decir “acción escogida’’. Es decir, una minoría social selecta, en este caso las élites intelectuales, escogen tierra y agua antes que tú y que yo. Y el peor de todo, les tenemos que aplaudir porque los medios nos dicen que es una acción humanitaria en nombre de la sostenibilidad y el futuro de los agricultores.
Tal como describe The Indigenous Anarchist de forma excelsa en una serie de verdades dolorosas para cambiar el sistema alimentario, si no eres un campesino, no eres el héroe de esta historia. Concretamente en uno de los nueve puntos, esta activista indígena de treinta y ocho años, originaria de los pueblos Modoc, Klamath y Lakota y con raíces libanesas, talmente parece que hable directamente a Bill Gates. “El trabajo es participativo. Dirigido por la comunidad. Las soluciones para alimentar al mundo no provienen de Silicon Valley ni Wall Street. Provienen de innovaciones agrícolas de todo el mundo, que constantemente están diseñando nuevas maneras de cultivar el entorno de forma sostenible y proporcionar alimentos en sus comunidades. Si lo que realmente queréis es ayudar a mejorar el sistema alimentario, no trabajéis con este objetivo, es mejor amplificar a los que ya lo hacen. Dejad de dirigir esfuerzos que traten a los campesinos como beneficiarios, en lugar de ser innovadores activos. No hay ninguna solución única para la agricultura. Ninguna aplicación, algoritmo informático o técnica agrícola será la bala de plata que resuelva todos los problemas del sistema alimentario. Vuestras soluciones tienen que abordar el poder, humanizar, desobjetivar y centrar la atención en la gente que cultiva nuestros alimentos”.
Porque aumentar el rendimiento de la tierra no soluciona el hambre. Hay una pequeña gran diferencia que hace falta subrayar: nuestro sistema alimentario es injusto, no está roto para siempre. No nos dejemos llevar por sentimientos de andar por casa: Bill Gates de campesino, con las manos limpias como el culo de un bebé y las puntas de los dedos en forma de tecla de PC se acerca más a un disfraz de Carnaval, que a una solución milagrosa a todos nuestros males.