Vanesa Lorenzo es modelo y diseñadora de moda. En 2013 ganó el premio nobel en Marie Claire como diseñadora novel. Ha hecho de modelo desde los 10 años. A los 17 se fue a París a trabajar y allí se aceleró su vida, con 20 años vertiginosos que la han llevado a las portadas de las revistas de moda más prestigiosas, a ser fotografiada por los fotógrafos más prestigiosos del mundo y a trabajar con las principales marcas de moda. Es fan incondicional del yoga y de la alimentación. Y hoy Vanesa ha accedido a compartir sus experiencias con Soycomocomo.

Vanesa, ¿cómo estás?

De momento todo muy bien, aunque este último mes me han recomendado hacer un poco de reposo.

Lo dices con pena. 

Es que a mí me encanta trabajar, me gusta mucho todo lo que hago, y a veces me paso. Y los segundos embarazos no son como los primeros; porque, claro, después de la jornada tienes ahí a una personita en casa que demanda, y queda poco tiempo para descansar, por lo que voy mucho más cansada y tengo que portarme bien.

Y cuando hablas de portarte bien, que también es descansar, ¿quieres decir a nivel de alimentación, o hay cosas que has cambiado para favorecer que todo este proceso sea más fácil?

Pues los hábitos de alimentación no los he cambiado porque desde hace no sé cuántos años intento comer súper variado. Y estoy muy atenta a: “Uy, hoy no he tomado las suficientes proteínas; hoy no he tomado nada de lo que llamaríamos, así hablando mal, grasas buenas… Pues voy a tomarme unos frutos secos”. Es la misma filosofía, pero a lo mejor con un poco más de atención. Como dice mi ginecóloga, que está súper bien, el bebé sólo cogerá lo que necesita, con lo cual, si no lo comes, lo va a coger de tus órganos… Tú verás”.

No está mal, ¿eh? Como declaración de intenciones.

No. Claro, es que al final la naturaleza es sabia. El bebé, al final, si necesita calcio, y tú no tomas calcio, lo cogerá de tus huesos. Si necesita proteína, la cogerá, me imagino, de tus músculos, ¿no? No sé cómo funciona, no soy una experta, pero como lo tengo muy presente intento prestar atención.

Ahora me has dicho que comes de todo, pero si buscas información por internet sale que eres vegetariana.  

No soy vegetariana, como de todo. Me dejo llevar por lo que me sienta bien. El yoga, además de ser una filosofía y una práctica que ayuda a conectar mucho más con el cuerpo, también te hace reconocer más fácilmente los alimentos que te van bien y los que no. A mí, la proteína animal me sienta bien. Entonces, ¿para qué la voy a dejar de lado? Sí que es cierto que soy más de comer pescado que no carne roja, quizás, pero como mujer, por ejemplo, una semana antes del período, el cuerpo me pide siempre carne roja. Al final es escuchar al cuerpo.

¿En qué momento empezó tu sensibilización por la comida?

Pues yo creo que hay un antes y un después muy importante, que es cuando llego a Nueva York, porque es una ciudad que me ofreció mucho conocimiento. Nueva York es una ciudad que te ofrece tanto como poder comer desde comida basura de todo tipo a todos los superalimentos que pueda haber. Puedes encontrar todo tipo de información sobre alimentación saludable, por ejemplo, y todo tipo de alimentos por todas partes. En ese momento yo tenía preparadores físicos porque me interesaba mucho hacer deporte físico, pero con cabeza, y los profesores o entrenadores físicos me ayudaban a entender la relación entre alimentación y actividad física. Luego, con el yoga, conocí una filosofía de vida que tiene que ver con alimentarse bien y cuidar el cuerpo también por dentro. Entonces, pues, lo típico: te encuentras en una sesión de fotos con la maquilladora o peluquera, que tiene un huerto orgánico y te empieza a contar sus historias; luego te vas al supermercado orgánico y encuentras tal revista…

Ya me has dicho que comes de todo, pero, ¿hay algún alimento que sepas que es malo y que evites por salud aunque te cueste?

A mí me encanta comer, ¿eh? Y siempre que como algo que soy consciente que no es lo mejor para mi organismo me lo como felizmente, porque me lo como consciente. Pero sí que, al principio, hace bastantes años, me pasaba con el azúcar. Porque estamos acostumbrados a unos niveles de azúcar muy insanos, y el cuerpo lo pide. Ahora no me sucede, porque cuando empiezas a comer escuchándote, no te apetecen las cosas que te sientan mal. No es que no te gusten, es que el cuerpo no te las pide. Es otra relación con la comida. Yo, por ejemplo, no creo en las dietas; yo creo en los buenos hábitos alimenticios, en comer lo que necesita el cuerpo, en escucharse.

Es la segunda vez, y además no eres la primera persona que me lo dice, que mencionas lo de escuchar al cuerpo en lo referente a la alimentación. Yo, por ejemplo, que intento alimentarme lo más sano posible, no acabo de encontrar la manera de hacerlo. ¿Qué quieres decir con escuchar al cuerpo? 

A mí, la práctica del yoga me ha ayudado mucho a hacer esa conexión. Primero, es estar muy atento a lo que comes; no se vale comer cualquier cosa, hay que pensar qué gasolina le damos al cuerpo. Es un esfuerzo, es una disciplina que, cuando ya la tienes implantada, es muy fácil, pero, cuando no, cuesta. Hay que prestar atención a lo que comes y equilibrar comidas. Si has desayunado azúcares, no te tomes un postre para comer, porque a lo mejor no es lo que necesitas, ¿no?

Viajas mucho, ¿no? ¿Te ha resultado fácil comer sano entre tantos viajes? ¿Qué has aprendido sobre alimentación de los sitios en los que has estado? 

Cuando se viaja, comer bien es mucho más complicado. Yo intento llevarme frutos secos crudos, tés, piezas de fruta… Pero yo que trabajo en la América profunda, lo he pasado muy mal. Allí no es Nueva York. Además, lo que he hecho muchas veces en aeropuertos es comerme una buena hamburguesa con patatas fritas porque me apetecía un montón. Y no pasa nada. Al final las reglas están para saltárselas, ¿no?

Viajando se aprende un montón. A mí, además, me gusta probar de todo. Así que he ido incorporando alimentos de otras culturas gastronómicas, sobre todo de la japonesa, que es tan sabia.

¿Qué es lo que más te seduce de la cultura que hay en Japón?

Yo creo que el equilibrio que tienen cuando cocinan, y el por qué. Por ejemplo, la sopa miso es una maravilla de minerales, como las algas, aunque yo las uso de una forma más mediterránea: cuando hago potajes de verduras con legumbres, siempre que hay arroz, intento poner algas, porque así saca todos sus minerales y propiedades.

¿Con el arroz ayudas a potenciar que salgan los minerales de las algas?

Sí. Y si no te quieres comer el alga, por lo que sea, el arroz y ese caldo tienen los minerales.

¿Qué otros superalimentos te gustan? 

La tahina, que es la pasta de sésamo, que tiene una cantidad de calcio bestial. Así, si no te sientan bien los lácteos, tienes una alternativa. También el tajín mexicano, que es como una especie de guindilla, pero muy suave. Los mexicanos cortan mango y jícama, y lo mezclan con el tajín y con jugo de lima, y tienen un snack riquísimo y muy sano. La jícama es crujiente y tiene muchísima agua, pero es un tubérculo que parece una patata.

¿Aquí se encuentra?

Encuentro muy de vez en cuando en algún supermercado ecológico, pero es muy complicado.

¿Cómo compras cuando no viajas? ¿Cocinas tú? ¿Cocina Carles? ¿Cocináis los dos? 

A mí me encanta comprar comida, pero, como no siempre tengo tiempo, a veces vamos en pareja, por separado, online, por teléfono… Hacemos lo que podemos. Aunque a mí me encanta oler, tocar para comprar. En casa cocinamos muy sencillo: muchas cosas al vapor… No son comidas elaboradas, la verdad.

¿Y para desayunar?

Una de las cosas que he adquirido de trabajar con anglosajones es algo que llevo muchos años comiendo: avena cocinada. Le pongo una rama de canela porque le da buen sabor, y la cocino, a veces con agua o con alguna leche vegetal. Le quedan muy bien los frutos del bosque. Yo ya estoy acostumbrada y me la tomo así, a pelo, porque me gusta, pero se puede poner un poco de melaza de arroz, por ejemplo. Además, la avena es buenísima para el corazón.

En tu despensa hay muchos tés, muchas infusiones. ¿Qué relación tienes con ellas?

Yo siempre he sido mucho más de tés que de cafés. Ahora, con el embarazo, he cambiado un poquito: intento evitar los tés verdes, para no perjudicar la absorción del calcio, y tomo mucho rooibos, porque me sienta muy bien. El té chai también me gusta mucho, pero ahora con el embarazo también intento evitarlo.

¿Por el calcio?

No, porque el té negro tiene más teína. Pero, vamos, que a veces me lo tomo y no pasa nada.

Cuéntanos algunos platos que comáis en casa.

A mí me gustan mucho los potajes de legumbres. Cada semana tomamos una vez lentejas, otra vez azukis, y otra, garbanzos; a veces soja verde. Y eso lo combino con verduras: un potaje de verduras, vaya, muy mediterráneo también. Y siempre con arroz integral. Es un plato muy de casa. Y eso lo combino con una ensalada, por ejemplo, de aguacate y tomate. Luego hay un plato que a mí me encanta, que hago cuando tengo invitados, que es el pescado en papillote, que es súper sencillo. En invierno pongo un poco de jengibre, que da calor y ayuda a la digestión. Es un plato muy fácil de hacer que tienes listo en quince minutos.

¿Cómo ha afectado a tu entorno este grado de compromiso con la alimentación sana?

Al principio les parecía que hablaba en chino, porque muchos productos no estaban en el supermercado. Ahora, que ya hay muchas más cosas, es más fácil, pero a mí me gusta compartir con la gente que tengo alrededor cómo como, y yo creo que, de alguna forma, sí les habré influido un pelín.

¿Carles ya estaba concienciado o le ayudaste tú a tomar conciencia de la importancia de la comida sana? 

Él ya estaba muy concienciado. Nos hemos juntado dos que… Uno es peor que el otro. Que está muy bien, ¿eh? Porque, claro, es bueno compartir hábitos alimenticios. Mi madre siempre cocina muy mediterráneo, y como a ella le gustaban mucho las verduras y el pescado yo he crecido un poco así. Y Carles igual.

Hablemos de superalimentos. ¿Cuáles consumes más?

Pues soy muy fan de los nibs de cacao, que son cacao puro machacado, y que tienen una textura muy crujiente. Yo los añado al yogur con cereales o a los batidos. Es cacao puro, o sea, es amargo, pero tiene todo el sabor del cacao y todas sus propiedades: antioxidante, antienvejecimiento… También me gusta la espirulina…

¿Te haces batidos verdes?

Sí. Aquí parece muy novedoso, pero en Nueva York hace veinte años que hay batidos de éstos por la calle.

Volvamos a la espirulina. ¿Cómo te la tomas?

Ahora la evito por el embarazo, porque es un poco excitante, e intento coger las propiedades de las algas. Como tiene un sabor muy fuerte, la pongo siempre en batidos con mucha fruta. El plátano, por ejemplo, ayuda a asimilar la espirulina. Yo utilizo muchísimo plátano en los batidos. Si lo combinas con col rizada o con espinacas, te da un subidón.

Para terminar, ¿algún consejo? 

Desde hace ya un tiempo, utilizo mucho los aceites naturales. Por ejemplo, me exfolio la piel con aceite de coco y azúcar de caña. Es muy sencillo; se puede hacer directamente en la ducha. Con sal gruesa también funciona muy bien, y deja la piel muy suave e hidratada. Luego hay otro aceite que me gusta mucho para contorno de ojos: el aceite de rosa mosqueta, que es cicatrizante, y va muy bien para las arrugas.

¿Cómo te ha marcado la alimentación sana?

A mí me cambió la vida… Viajando tanto, todo el sistema digestivo se resiente: a veces no vas al baño y te encuentras muy pesado. Para mí fue un antes y un después quitar todos los cereales refinados de la dieta: todo empezó a funcionar con regularidad.

 

Jordi Gràcia
Jordi Gràcia

Periodista