Ariadna Rodríguez y Iñaki Álvarez son dos artistas de artes visuales, de música y de artes escénicas con inquietudes culinarias. Tal es su interés hacia todos estos mundos que hace 3 años decidieron poner en marcha su proyecto de vida: además de compartir la crianza de sus dos hijos, crearon el proyecto Nyamnyam, un espacio de encuentro situado en el barrio del Poblenou de Barcelona desde donde acogen eventos artísticos diversos en tiempo real para pequeños y mayores, utilizando la cocina saludable como elemento de vehiculación.

Hoy les hemos ido a conocer a La habitación 1418, un programa que se coordina entre el CCCB y el MACBA para chicos y chicas de 14 a 18 años, y donde Ariadna e Iñaki han organizado un taller de cocina saludable para adolescentes.

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¿Cómo se hace atractivo un taller de cocina saludable para adolescentes?

Para empezar, cambiándole el nombre! (Ríe). Bueno, en el caso de hoy, nos parecía muy poco sugerente invitarlos a hacer un taller de cocina sana o energética, que es lo que describe el trabajo que hacemos nosotros. A los adolescentes no les podíamos entrar por aquí, y les hemos entrado con el tema de la fiesta, de cómo hacemos la comida de una fiesta y de qué podemos hacer, desde nuestra perspectiva, claro.

¿La perspectiva de fiesta sana?

Sí. Y no solo saludable, casi todo es vegano, solo hemos utilizado un poco de queso. Porque también nos parecía que este enfoque sería mucho más interesante para ellos. Ellos vienen muy verdes porque nunca saben lo que se encontrarán cada sábado en La habitación 1418. Ellos saben el tema pero no saben exactamente qué harán. Y yo creo que esta curiosidad es muy sana: ellos llegan aquí con una hoja en blanco y les da igual, ya les está bien lo que les proponemos. Un adulto seguramente no hubiera aparecido porque querría un programa mucho más pautado del taller.

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¿Qué recetas han cocinado?

Lo hemos dividido entre bebidas, dulces y salados. De bebidas, por ejemplo, hemos hecho una piña colada sin alcohol, con zumo de piña natural y leche de coco. Con nada de azúcar, tal como nosotros trabajamos siempre. O también hemos hecho trufas veganas o un pastel raw con base de frutos secos y aceite de coco.

Los chicos me comentaban que les gusta mucho experimentar...

Claro. El de los adolescentes es un colectivo muy explorador y muy fresco, al que puedes entrar sin demasiados filtros y sin miedo. Lo importante es sobre todo la dinámica, es decir, nosotros no venimos de la cocina, venimos de la música, las artes visuales y el mundo del arte. A los dos nos interesa mucho la cocina, era un interés común cuando nos conocimos y diseñamos este proyecto pensando en la comida como elemento que vehicula la acción. Y todas nuestras acciones tienen que ver con la comida saludable, que es en lo que creemos y es lo que nos interesa.

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¿Y qué dinámica hay hoy?

Hemos querido potenciar mucho el trabajo en grupo y la autogestión, que nos parece que es muy importante en esta edad. Creemos que es una edad en la que se les dirige mucho y, precisamente, ellos no quieren ser dirigidos, porque son pequeños adultos que muchas veces ya están preparados para autogestionarse. En la dinámica de hoy, hemos dividido los grupos y cada grupo ha hecho un par de recetas, con todas las herramientas y todos los ingredientes. Lógicamente tienen dudas, y les ayudamos a resolverlas, pero los dejamos experimentar mucho. Nosotros entramos y salimos y estamos allí, pero no dirigimos, solo dinamizamos.

Hoy nos parecía mucho más potente empezar directamente por una acción que no con una charla teórica. En el momento de comer, tal vez en función de cómo lo vemos, les explicaremos algunos conceptos, pero si no, no pasa nada. Yo creo que los adultos necesitan muchas explicaciones pero ellos no. Nosotros creemos que sí porque, como adultos, nos gustaría escucharlo, pero ellos no funcionan así.

Ahora los jóvenes no están muy acostumbrados a ponerse tras los fogones.

No, hemos perdido incluso el hábito de cocinar. Y, precisamente, nuestra parte política surge mucho de aquí, del despertar conciencias. Y sobre todo con los niños, que son un colectivo muy importante, y yo ya estoy harta de ver talleres de chocolate y cupcakes que, además, valen 40 euros, en el que lo único que comen es chocolate y azúcar. Es exageradísimo y pienso que se debe trabajar desde otro lugar. Y si le sumas la creatividad, entonces es mucho más divertido, si añades un vídeo, una coreografía o lo que sea, lo pasan muy bien. Por ejemplo, no hay mejor manera de entender el proceso de fermentación de una masa que a través del cuerpo. La danza o la música son herramientas que nos sirven para mantener su atención, hacer que aprendan y que también se lo pasen bien. De esta manera también conseguimos que aprendan sobre alimentación de forma natural, sin barreras o reticencias.

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¿Y con los adolescentes?

Los adolescentes tienen un gran potencial pero, paradójicamente, tienen pocos lugares donde poder desplegarlo. Además, tienen una sobresaturación de azúcares, de fritos y de comida preparada. Quizás enseñándoles a hacer pasteles raw, sin horno, fáciles de hacer y con ingredientes sencillos, se animarán a hacerlo entre cuatro amigos. Nos apetecía mucho trabajar con adolescentes porque nos lo pasamos muy bien con ellos. Y, además, a la gente esto de la cocina crudivegana les sorprende mucho cuando se dan cuenta de que es muy fácil y no es obligatorio tener una gran deshidratadora o un extractor de zumos lento de 500 euros en casa.

Sobre todo si al final del taller de hoy lo prueban y les gusta.

Bueno, ¡eso es lo que tenemos que ver! (Ríe). Tenemos que pensar que tienen unos paladares que se están deformando totalmente por culpa del azúcar, que corta toda la capacidad de poder recibir otros estímulos. De hecho, a mí me fascina el tema de los receptores cerebrales, que quedan inhibidos por el azúcar, y eso hace que tú puedas comer la misma comida basura cada día y tu cuerpo no lo rechace. Pero, en cambio, si comemos exactamente el mismo plato sano (mismos ingredientes, misma apariencia visual, etc.), varios días seguidos, al final nuestro cuerpo lo rechazará, porque tenemos un sistema que hace que tengamos que comer variado para asegurarse de que comemos de forma equilibrada. Esto es lo que inhibe el azúcar: podemos comer exactamente el mismo plato de comida basura (pizza, pizza y más pizza, por ejemplo) y que nuestro cuerpo no reaccione.

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Y ya entramos con la problemática del azúcares rápidos...

Sí, las subidas y bajadas de azúcar y de energía, que generan una adicción malísima.

Julia Bertrán dice que hacéis activismo gastronómico.

Sí, lo dijo en el reportaje del Tria33. Para mi activismo es una palabra quizá demasiado seria. Ella cree que sí porque somos muy consecuentes con lo que pensamos. De hecho, tenemos un ciclo que se llama “Cocinar es un acto político“, que son talleres para adultos, y la dinámica es bastante parecida a esta. Nuestro trabajo es como un laboratorio, que tiene una parte importante de creación. Cocinando, con las manos en la masa, es el momento de abrir conciencias. Pero también trabajamos mucho con niños, sobre todo desde los 4 hasta los 8 años.

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¿Qué actividades hacéis para niños?

Tenemos un ciclo de artistas, es un proyecto que se llama “Todo lo que me gusta es inmoral, ilegal o engorda”. El nombre, que es casi como una broma, de hecho, es el título de una canción. Ahora estrena la tercera temporada, que irá de febrero a mayo, y cada mes recibiremos un artista. Este artista tiene los 4 jueves del mes para mostrar su trabajo en el espacio Nyamnyam o donde decida él. Son artistas que vienen de campos muy diferentes. Al principio venían muchos artistas de artes visuales y escénicas, que estaban en la frontera con otras disciplinas, pero este año vienen muchos del diseño social. Este mes de febrero, por ejemplo, viene Blanca Callén.

¿Y cuál es la relación con la comida?

Nosotros no les pedimos que trabajen sobre la comida sino sobre lo que ellos quieran. Es decir, ellos escogen la temática. Normalmente les pedimos que sea algo que puedan desarrollar porque se encontrarán en un contexto que permite mucho la prueba-error. Nyamnyam es un espacio pequeño, son unas 15-18 personas cada jueves, el feedback de la gente es muy directo porque la distancia es muy corta, lo que permite que pasen mil cosas. Nosotros solo les decimos que la comida debe estar ahí, porque la gente viene los jueves de 14 a 15 h. Nosotros, conjuntamente con el artista, diseñamos cada una de las sesiones y hacemos entrar la comida. Hay artistas que muy claramente nos dicen “con lo que quiero explicar, se debe comer paella”, y nosotros la cocinamos allí y nos la comemos todos en el suelo, que así es como se comía antes… todo es conceptual, vehiculado con el tema que toque trabajar ese día.

Este proyecto tiene tres ramas: la de los artistas, la de los talleres y la de las publicaciones. Con los niños, lo que hacemos es que, con cada uno de estos artistas, una vez al mes, un domingo, hacemos que se conozca el trabajo del artista desde la comida. Y esto es un reto muy grande y es mucho trabajo.

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¿Está teniendo buena acogida?

Sí, porque es muy diferente, y yo creo que alguien que viene del mundo de la cocina nunca trabajaría así en el mundo del arte y alguien que viene del mundo del arte nunca trabajaría así en el mundo de la cocina. La comida nunca es el material de trabajo, sino que es un elemento que lo vehicula. Existe la comida, existe la gente alrededor, y se crea la dinámica.

También servís cestas de fruta y verdura ecológica, ¿verdad?

Nosotros tenemos un sistema que se llama Nyam al buit. Iñaki cada semana cuelga en la web 10 o 12 recetas en la web y nuestros socios -porque funcionamos como una asociación- pueden pedir comida. Él lo cocina todo, a partir de la fruta y la verdura de Aurora del camp, lo envasamos al vacío y lo llevamos en bicicleta.

¡Pero si hacéis de todo! ¿Y solo sois dos?

¡Sí! ¡Es una locura! ¡Yo tampoco entiendo como nos lo hacemos para llegar a todo! (Ríe). Pero nos ayuda mucho el hecho de que venimos de dos mundos muy diferentes, que nos han dado muchas herramientas. Ahora trabajamos mucho por encargo, nos piden o nos proponen actividades y las organizamos. Yo creo que somos bastante hiperactivos ambos. Pero estamos contentos porque este es nuestro proyecto de vida.

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Marta Costa
Marta Costa

Periodista y posgrado en Comunicación Alimentaria.

  @marta_coor