Hace tiempo que el mundo nos está mandando señales de que algo no va bien, de que hay cosas que no se están haciendo del modo en que se debería y de que debemos cambiar. Los veranos llegan tarde y nos abrasan, los inviernos se alargan, hay días en los que llueve a cántaros literalmente y cada dos por tres escuchamos noticias sobre desastres naturales donde miles de personas mueren. ¿A qué estamos esperando para empezar a cambiar aquello que parece no funcionar?
El cambio climático es real y está sucediendo. Hace unos días, la BBC publicó una noticia donde anunciaba que, si seguimos como hasta ahora, en poco más de diez años los daños en la Tierra llegarán a ser devastadores (hasta el mismísimo Trump debe estar dándose cabezazos ahora mismo). Se producirá un deshielo superior, subirá el nivel del mar, desaparecerá el arrecife de coral, se hundirán islas y ciudades, habrá mayores impactos sobre la temperatura y repercutirá sobre la capacidad de cultivar diversos alimentos, entre otras consecuencias.
En 160 años, hemos subido un grado la temperatura global. Y aunque un grado pueda parecer una cantidad ínfima es lo suficientemente elevada para provocar daños irreparables. Pero ¿hay vuelta atrás?
¿Es imparable la subida de las temperaturas?
Por suerte, aún estamos a tiempo de ayudar a que este proceso se ralentice. Según la comunión de científicos que se reunió para dialogar sobre la problemática, se llegó a la conclusión de que, si logramos mantener la misma temperatura sin aumentar más de medio grado antes de final del siglo, podremos evitar que sucedan desastres mayores. Pero, si no hacemos nada, superaremos fácilmente el grado y medio (e incluso podemos llegar hasta los tres) en los próximos doce años.
Los mayores responsables de que esto cambie son los gobiernos, en cuya mano está hacer una inversión realmente elevada para ayudar a frenar el proceso mediante máquinas, replantaciones, etc.; pero nosotros también somos, en gran medida, responsables.
Tendemos a individualizar y a creer que nuestras pequeñas acciones repercutirán poco en el resto del mundo. “Si solo yo voy a reducir el consumo de plástico, comer menos carne o dejar de utilizar el coche a diario, mientras X país, X grupo de personas o X compañía lo siga haciendo mal nada va a cambiar. Así que ¿para qué voy a cambiar?”. Con excusas así nos sentimos libres de justificar gran parte de nuestros actos, pero quiero decirte que somos seres sociales y nos movemos en sociedad. Aunque no seas consciente de ello, que tú decidas empezar a actuar de cierta forma incitará a muchos otros a hacerlo.
¿Qué podemos hacer?
1- Reducir el consumo de productos de origen animal
Intentad aplicar, aunque sea, un pequeño cambio: consumid menos productos de origen animal (también lácteos y huevos) y aumentad el consumo de alimentos vegetales, como hortalizas, legumbres y frutas. Hay muchísimas opciones sin productos animales que además están buenísimas. Probad con una gran ensalada y un estofado de tofu y garbanzos, unos boniatos al horno con setas, unas hamburguesas vegetales… No os preocupéis: os aseguro que no os aburriréis.
No se puede negar que la carne y otros productos de origen animal tienen múltiples beneficios y un gran valor nutricional, sin embargo, ahora se están dedicando grandes extensiones de terreno a producir forraje y pienso para alimentar a este ganado, terrenos que podríamos dedicar para replantar más árboles. Además, las explotaciones de ganado generan muchos gases de efecto invernadero que contribuyen al calentamiento global.
(*Cabe tener en cuenta que, cuando hay ciertas patologías, la proteína animal debe estar en la dieta; por lo que este consejo es más difícil de llevar a cabo. Si es vuestro caso, consultad primero con un nutricionista y/o dietista).
2- Comprar de temporada y de origen local
Intentad, en la medida de lo posible, que todos los alimentos sean de proximidad y de temporada. Estamos acostumbrados a consumir lo que nos apetece durante todo el año, aunque venga de la otra punta del planeta. Pero si nos mentalizamos a consumir productos de temporada y de proximidad estaremos, en gran medida, reduciendo el gasto energético dedicado al transporte y, con ello, sus emisiones. Además, ya de paso, estaremos favoreciendo la economía local y la conservación de ciertas especies autóctonas en peligro de desaparición.
3- Utilizar automóviles eléctricos o transporte público
Los vehículos de combustión son uno de los principales responsables de la producción de metano y óxido nitroso, dos de los gases que están destrozando el planeta. Además, no debemos olvidar que la contaminación atmosférica nos afecta a todos tanto a nivel global como a nivel individual y ha llegado a considerarse uno de los principales factores de riesgo para la salud.
Así que evitad utilizar el coche siempre que sea innecesario (como, por ejemplo, en distancias cortas), caminad (así, de paso, haréis ejercicio), utilizad el transporte público, id en bicicleta o moto eléctrica (cada vez es más fácil encontrar este tipo de opciones por la ciudad)…
4- Reutilizar los productos, llevar bolsas de compra encima y dejar de usar plástico en general
Otro de los grandes problemas al que nos enfrentamos es el uso abusivo del plástico, un material no reciclable que va en contra de toda forma de sostenibilidad. Por ello, siempre que sea posible intentad llevar bolsas encima y, en cualquier caso, limitad la compra de productos que utilicen este tipo de material (optad por la compra a granel, envases de cristal, etc.). Y reutilizad los alimentos. Si ayer sobró un poco de quinoa de la cena, ¡no la tiréis!; haced un buen porridge con ella o lo que se os ocurra.
5- Reducir el consumo de aire acondicionado y calefacción, apagar las luces, cerrar el agua y desconectar los electrodomésticos cuando no se utilicen
Estamos acostumbrados a dejar luces encendidas por toda la casa, la calefacción en marcha toda la noche y dejamos correr el agua sin parar mientras nos lavamos los dientes. Más allá del gasto económico, esto también tiene grandes repercusiones ambientales. Así que, la próxima vez que friegues los platos, intentad apagar el grifo mientras los enjabonáis. Cada pequeño gesto cuenta.
Podéis elegir cómo os movéis; podéis elegir lo que coméis y de dónde proviene; podéis elegir lo que hacéis. Sois libres para esto y mucho más. Así que aprovechadlo: cualquier pequeño cambio sirve.