Hace unos meses, en la comisión de comedor de la escuela de mis hijos surgió un debate que me hizo reflexionar sobre una de las confusiones más comunes a la hora de decidir qué alimentos formarán parte del menú de los más pequeños. Algunas de las personas que asistían a la reunión pedían más “chicha”, refiriéndose fundamentalmente a alimentos que sacian, en detrimento de las verduras, que no llenan tanto y que, además, suelen quedar en el plato.
Entiendo esta preocupación por la capacidad saciante de los alimentos que se ofrecen en el menú escolar –a mí también me parece un aspecto clave–, pero lo que he notado es que, a veces, para priorizar esto y, también, para evitar la incomodidad de enseñar a comer verduras a los niños –que es mucho trabajo, no lo niego–, se deja de lado otro aspecto absolutamente fundamental para un comedor escolar, que es el de nutrir.
Dos conceptos clave: Saciedad y densidad nutricional
Estos conceptos son –ambos– muy importantes, aunque no se encuentran en el mismo grupo de alimentos. La saciedad duradera la solemos encontrar más en alimentos ricos en grasas y en proteínas, y menos en hidratos de carbono, al contrario de lo que normalmente se cree. Los hidratos de carbono suelen aportar un tipo de energía más inmediata, pero que también se termina antes. Este interés proviene, fundamentalmente, de que los niños tienen un nivel de actividad física bastante alto, pero la presencia de grasas y proteína de calidad también debe ser una prioridad, ya que, entre otros beneficios para su desarrollo, les permitirá seguir funcionando a ritmo infantil durante un buen rato.