El azufre es el tercer elemento mineral más abundante del cuerpo. Es un componente esencial para la formación de los huesos y los cartílagos, y estructural de pelo y uñas. Protege la integridad de los tejidos nerviosos y vasculares, participa en la síntesis de hormonas, vitaminas y enzimas e interviene en la fabricación del glutatión, uno de los antioxidantes más importantes del cuerpo.
En general, el azufre no se encuentra aislado, sino asociado a otros elementos: los compuestos azufrados. El cuerpo usa principalmente azufre en forma de “sulfato” (SO4), el producto final del metabolismo del azufre. Esto significa que cualquier otra forma de azufre se tiene que convertir primero en sulfato antes de que se pueda utilizar.
Si tomáis leche sin lactosa y continuáis con gases e inflamación abdominal, quizás tenéis un problema con el azufre.
La fuente principal de azufre es la proteína animal: los lácteos, los huevos y la carne. Estos alimentos contienen aminoácidos ricos en azufre: la metionina y la cisteína. La metionina es un aminoácido esencial, no puede ser sintetizado por el cuerpo, y por tanto, lo tenemos que obtener a través de la dieta. En cambio, la cisteína es un aminoácido semiesencial; lo sintetizamos, pero el proceso pide un suministro constante de azufre.
Otras fuentes secundarias de azufre las encontramos en la familia de las crucíferas y de las aliáceas.
¿Qué nos puede llevar a ser sensibles al azufre?
Como el metabolismo y el equilibrio del azufre en el cuerpo es muy complejo, puede haber muchas razones que hagan que no lo toleremos bien.