Mil y una estrategias. Las relatáis los lectores de la sección, que habéis ido respondiendo a la pregunta. Carol Giralt explica que sus hijas no soportaban las legumbres, concretamente las lentejas. ¿Cómo lo ha solucionado? «Con una ensalada fresca en verano, empezaron a aceptarlas más». En cambio, «en invierno, fue muy bien que las mezclara con arroz».

Anna Majó se inventó unas cuantas “técnicas” para hacer que a su hijo, de tres años, le gustara el tomate. La primera estrategia fue «ponernos pesados, y colocarle siempre algún tomate ya pelado y cortado en el plato». La segunda, un refuerzo positivo: «Si comes un poco de tomate, de postre tendrás una sorpresa». La tercera, un refuerzo negativo: «Cómete unos trocitos, y te perdonamos lo demás». Y la última: «Nosotros, los padres, también comemos porque, de hecho, nos encanta el tomate».

Cuando tienen hambre, es el momento

Montserrat Puig aprovecha cuando los niños tienen hambre, justo antes de comer o de cenar, para darles algo que no les gusta. «De momento me ha salido bien con la fruta. Ha sido el modo de que se la comieran».

Alba Balaguer lo pasa mal con la pasta integral, porque no hay manera de que guste a sus hijos. «El mayor, de once años, se la come porque le he explicado que libera la energía poco a poco, y que le irá muy bien para jugar al tenis y poder aguantar más». Con la pequeña, de siete años, «dejo que se ponga tomate de bote, en vez del natural», porque así se acostumbra a la textura. «El próximo reto será cambiarle el tomate», dice Alba. Siguió el mismo proceso para conseguir que comieran arroz integral, «y ahora ya ni se dan cuenta de que no tenemos del blanco».
A los hijos de Sandra García se les resistía la coliflor. No gustaba a ninguno de sus tres hijos, pero desde que estuvo en una charla del cocinero inglés Jamie Oliver «la coliflor está muy presente en su casa: macarrones con coliflor, crema de coliflor, pastel de coliflor, canelones de coliflor y brócoli». Conseguido.

Más estrategias: la de Teresa Castellví. A sus hijos les encanta la pasta con tomate. «Poco original, ¿verdad?», me decía en el mensaje. «Pues lo que he hecho para introducir los garbanzos y las judías verdes es preparar el plato del mismo modo, con salsa de tomate y queso». Primero lo preparaba con mucho tomate y mucho queso y, después, cada vez iba racionalizando las proporciones. «Ahora ya puedo hacer judía verde sin salsa de tomate y garbanzos con poca salsa y sin queso». Teresa también dice: «Los gustos puros son los que les cuestan más, normalmente, por eso procuro que se acostumbren a ellos poco a poco».

Trinitat Gilbert
Trinitat Gilbert

Periodista

  @trinigilbert