En casos de estrés, cambios de humor, fatiga o trastornos del sueño, la función neurocerebral y la memoria se alteran y se ven afectadas sus capacidades.
Los neurotransmisores (NT) son factores bioquímicos necesarios para la función neuronal y, necesitan, para llevar a cabo su función fisiológica, unos cofactores esenciales, como el magnesio, el hierro, el yodo, las vitaminas del grupo B (especialmente B6, B9 y B12), los ácidos grasos omega-6 y 3. El término esencial hace referencia al hecho que el cuerpo no lo puede fabricar, pero los necesita para funcionar bien, lo que significa que lo tendremos que aportar con la alimentación o con suplementación.
De un aporte nutricional óptimo depende una buena función neurocerebral. Asimismo, toda deficiencia micronutricional repercute en el funcionamiento del cerebro.
Nutrientes para el sistema nervioso
En primer lugar, tenemos que asegurar el aporte de precursores de NT. En particular, la tirosina para la dopamina, noradrenalina y la adrenalina; el triptófano para la serotonina y la lecitina para la acetilcolina.
Además, los aportes nutricionales de magnesio, yodo y hierro son fundamentales para una buena función del sistema nervioso central. Las vitaminas del grupo B, los antioxidantes y los ácidos grasos completan el abanico de nutrientes esenciales.
De un aporte nutricional óptimo depende una buena función neurocerebral. Asimismo, toda deficiencia micronutricional repercute en el funcionamiento del cerebro.
Los procesos de envejecimiento y de degeneración neurocerebral, relacionados o no con la inflamación, son siempre estados de oxidación sistémica del cuerpo por la acción de los radicales libres (RL), elementos nocivos del estrés oxidativo. La oxidación sistémica es sinónimo de fragilidad, inflamación, esclerosis, acidificación, desmineralización y al final, necrosis y muerte celular.
Para luchar contra estos RL, el organismo necesita de varios metabolismos antioxidantes endógenos, pero también de aportes nutricionales externos. Los más importantes son la vitamina C, la vitamina E, los betacarotenos y los demás carotenoides, la coenzima Q10, el magnesio, el zinc, entre otros. La salud de las membranas celulares, su flexibilidad y permeabilidad, dependen del buen equilibrio de los ácidos grasos omega-6 y omega-3, con una ratio idealmente lo más cercana posible al 1 (en la población general este cociente se acerca a menudo a 10 ¡o más!).
En la estrategia para una buena función neurocerebral, incluida la memoria, todos estos micronutrientes son esenciales. Entre todos, el magnesio es probablemente el mineral más importante para la función sináptica (almacenamiento y liberación de los NT).
Fitoterapia para el sistema nervioso
Podemos contar también con una fitoterapia específica para recuperar y mejorar una función cognitiva y/o una memoria deficiente. En este caso, la planta más indicada es el ginkgo, que favorece la microcirculación y la función neurocerebral.
Hay otras plantas con un efecto adaptógeno importante, como la rodiola, la centella asiática o Bacopa monnieri (Brahmi-Gotu Kola), la hierba mora mayor (Ashwaganda), el ginseng, el eleuterococo y un largo etcétera. Todas tienen un efecto beneficioso sobre los estados de estrés y de agotamiento nervioso (burn-out), ya que nos ayudan a adaptarnos a la situación que estemos viviendo.
Las plantas ansiolíticas y antidepresivas son, asimismo, muy útiles y no tienen los efectos colaterales de los psicofármacos. Entre las ansiolíticas, podemos beneficiarnos de varias plantas, en función de la somatización de la ansiedad en el cuerpo. Por ejemplo, la melisa es útil para trastornos digestivos; el espino blanco, para los cardiovasculares; la pasiflora, la valeriana y la amapola de California (Escholtzia californica), para las tensiones y el insomnio. Podemos usar una de ellas o combinar varias para hacer frente a la ansiedad y a los síntomas asociados. Entre las antidepresivas destacamos el hipérico (hierba de San Juan) y el azafrán, muy útiles para las depresiones ligeras o moderadas.
Además de la nutrición, de la micronutrición y de la fitoterapia, en la estrategia de regulación de los neurotransmisores y luego de la función neurocerebral en su conjunto, incluyendo la memoria, hay que reservar un tiempo, imprescindible, para la gestión del estrés, el trabajo emocional, la actividad física y la práctica de unas aficiones saludables, el descanso y la relajación (con la meditación como medicación última).
Francesco Borella, licenciado en medicina y cirugía por la Universidad de Ginebra, Suiza, formado en pediatría y psiquiatría en hospitales de Ginebra, formación especializada en acupuntura, homeopatía, fitoterapia, naturopatía y psicoterapia, miembro docente del Instituto Europeo de Dietética y Micronutrición (IEDM).
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