Estos días nos preguntamos si el drama del coronavirus nos servirá para cambiar el sistema con el que hemos vivido hasta ahora, que no permite que el mundo se tome un descanso porque esto significa una caída económica parecida a la Gran Recesión de 2008. Hay quien presagiaba un 2020 muy potente y, sea como sea, el mundo que nos ha tocado vivir es cada vez más incierto y ahora vemos que el cambio climático no es la única amenaza que nos puede provocar pensamientos apocalípticos.
Ante el confinamiento, el aburrimiento o la necesidad imperiosa de distraernos para evitar la intoxicación de malas noticias, cocinar es un bálsamo que nos ayudará a afrontar mejor esta posible recesión económica.
Cocinar en casa es siempre más económico que comer cualquier cosa fuera, pero si, además, tenemos que estar tantas horas dentro como ahora, podemos ajustar aún más el gasto a la hora de ir a comprar y de cocinar.
¿Habéis hecho el ejercicio de mirar el extracto del banco de este mes de marzo? Seguro que hay muchas menos transacciones y os es más fácil puntear todas las compras de comida y valorar qué gasto os supone. A menudo se dice que la comida saludable es cara, pero también hay que dar la vuelta al argumento y denunciar que la comida basura es demasiado económica.
Económica y a la vez engañosa, ya que la industria busca en muchos de sus productos el bliss point o punto de felicidad, es decir, la cantidad perfecta de sal, azúcar y grasa saturada para activar en el cerebro una sensación de felicidad y adicción. Y a juzgar por qué alimentos han desaparecido estos días de los estantes de los grandes hipermercados, el coronavirus todavía no nos ha enseñado a comer saludable, pero quizás llegaremos pronto. De momento, ya hay una preocupación e interés por reforzar el sistema inmunitario y, frente a fenómenos como el de Greta Thunberg o Realfooding en nuestro país, cada vez reclamaremos con más contundencia a la industria agroalimentaria que no podemos continuar por este camino.
Medidas para ahorrar durante el confinamiento
- Estos días, al ir a comprar, cuando coloquéis un producto en el carrito, valorad si está hecho para buscar este punto de felicidad del que hablábamos, y anotad qué precio tienen todos los bliss point de vuestra compra. Todos, sin excepción, son prescindibles y son los que nos hacen perder dinero. Si en el carro y nevera tenéis un estante lleno de yogures, natillas, flanes y Petit Suisse, tenéis un problema de gasto innecesario y nada saludable. Cuando la COVID-19 acabe, ¿diremos basta a la comida que nos enferma? Miremos las neveras todos juntos y valoremos si la dieta mediterránea se cumple solo en los libros. #ConfinadosSinProcesados #laneveraduranteelconfinamiento
- Haciendo todas las comidas en casa, se minimiza mucho el desperdicio de comida porque revisamos más a menudo la nevera y no se nos estropean los alimentos. Ya no nos quedan arrinconados algunos táperes en el fondo de un estante, ya que cada día miramos con atención qué nos queda. Para ahorrar es recomendable comprar poco y a menudo y no tener la nevera a reventar. Cuanto más llena, más opciones hay de que caduquen muchos productos.
- Haciendo todas las comidas en casa, recurrimos a la imaginación y reconversión de platos y reservamos restos de comida para recuperarlos al día siguiente, sin peligro de que se nos estropeen. Esto nos hace ahorrar, porque estiramos los platos en comidas diferentes.
- Cuando no hay prisas, ponemos el fuego más bajo, porque ya sabemos que así la comida se cocina como es debido y no se quema por fuera y queda cruda por dentro. Ahora que tenemos tiempo, podemos recuperar cocciones más saludables y dejar de quemar comida o sartenes por las prisas. A menudo tiramos mucha comida que se nos quema.
- Aprovechemos, ahora que no tenemos prisa, para observar cómo cortamos las verduras y los errores que cometemos cuando lo hacemos, como tirar puntas de verduras demasiado generosas, tallos llenos de calcio u hojas como las de los rábanos, que son un estallido de nutrientes.
- Si hacéis una dieta omnívora, podéis comprar alimentos como un buen tocino ibérico y añadir una porción relativamente pequeña a un plato generoso de col y habas en salsa. A veces la proteína animal nos puede servir para teñir el plato de un sabor contundente y delicioso, pero no hay que poner mucha; con poca basta y además no tendremos el gasto económico de los que comen carne cada día, que, encima, no es de calidad. No ahorremos rebajando la calidad de la comida, sino la cantidad; así ahorraremos doble: dinero y enfermedades.
- Compremos local y de proximidad. La verdura y la fruta de temporada son mucho más económicas que las de fuera de temporada. Comamos lo que ahora nos da la tierra y evitemos todo lo demás.
En alimentación, también nos encontramos en un callejón sin salida y la culpa no solo la tiene la industria, sino esta dejadez que a menudo tenemos los ciudadanos a la hora de cuidar nuestra salud, cuando tiramos de botes y paquetes poco saludables para ir rápido y sobre todo compramos de manera egoísta comida que viene de lejos, pero que nos apetece y que, desengañémonos, termina siendo más cara porque, entre otras razones, no es de temporada.