¿Os imagináis probar algunos de los mejores platos nórdicos y ecológicos en unos jardines botánicos históricos entre huertos, flores, invernaderos vintage y campos de árboles frutales? Pues esta es una de las recomendaciones preferidas de Green Kitchen Stories en Estocolmo.
Rosendals Tradgard son unos jardines abiertos creados con la idea de acercar la horticultora ecológica y biodinámica a todo el mundo de una forma entusiasta y desde diferentes ángulos. Están en Djurgarden Ostermalm, una de las muchas islas de la capital sueca y una de las más verdes, tranquilas y bonitas. Está a un paseo en bici del centro de la ciudad.
INFORMACIÓN
Producto estrella: Ensalada del huerto
Apto para: veganos, vegetarianos, celíacos
Precio medio: 20 €
Contacto: Rosendalsterrassen 12, 115 21 Stockholm, Suecia
Tel.: (+46) 8 545 812 70
Abierto de Febrero a Diciembre.
Los orígenes se remontan al siglo XVIII, cuando la realeza sueca decidió convertir los campos de cultivo de aquella zona en unos jardines botánicos para hacer crecer y conservar el máximo de especies posibles. Año a año se fue ampliando y se acabó por construir una gran villa de madera. El 1861, la Swedish Horticultural Society se hizo cargo y durante más de cincuenta años estuvo formando a unos setecientos jardineros y distribuyendo plantas, verduras y flores de forma gratuita y caritativa con la idea de que la horticultura llegase a todo el mundo. Se llegaron a cultivar más de mil variedades diferentes de vegetales. Después de diversos altibajos, a partir de los años sesenta, volvió a cobrar importancia hasta ahora, que se ha convertido en una fundación autónoma y autogestionada que se mantiene gracias a su gran diversificación.
Ahora mismo, dentro de sus propiedades están los campos de frutales con cientos de árboles –sobre todos manzanos; algunos de más de 150 años–, el jardín del vino con todo tipo de vides autóctonas, el jardín de las rosas con más de cien variedades ancestrales y los jardines e invernaderos de huerta y plantas aromáticas. Todo abierto y visitable. Además, la vertiente comercial la explotan con la tienda de jardinería con todo tipo de planteles, flores o elementos para el jardín; la tienda del huerto con productos frescos de su huerta; la pastelería, donde elaboran sus famosos panes y pastelería de harinas biodinámicas y horno de leña; y finalmente el café restaurante.
En este último ofrecen un menú de platos completos que cambia cada día según los productos de su huerta y de la inspiración del chef. Siempre hay opciones vegetarianas y otras con proteína animal. Todo, acompañado de una buena selección de vinos, zumos y cervezas locales que tienta solo de verla expuesta. Pero si solo queremos tomar algo, tienen una selección amplia y muy atractiva de tostadas, bocadillos pequeños, pasteles y dulces. Todo casero y elaborado en su horno de piedra y leña. El plato se recoge tipo cantina y hay la libertad de comerlo tanto en alguno de los preciosos invernaderos vintage que conservan como en una de las muchas mesas que tienen repartidas por la finca.
Nosotros teníamos bastante hambre, después de perdernos por los rincones infinitos de la finca y disfrutamos de una comida espectacular: nos decantamos por la ensalada de la huerta con salmón, la ensalada de patatas nuevas y queso de cabra y un té con un corte de pastel de arándanos. Lo acompañamos de un pan casero del día delicioso y zumo de sus manzanas. Los platos son sencillos, pero los productos son de muy buena calidad y realmente frescos; marcan la diferencia. El entorno tan y tan privilegiado aún lo magnifica todavía más.
Pero esto no es todo; tal y como hacen los locales, también se puede hacer un picnic en algún de los preciosos campos de árboles frutales o asistir a alguno de los muchos cursos, charlas y conciertos que a menudo organizan.
Abren todo el año menos el mes de enero. Durante la temporada de verano está abierto cada día de once de la mañana a cinco de la tarde, y se puede ir a comer a cualquier hora.
Si tenéis ganas de pasar un día en un entorno nórdico de cuento de hadas, rodeados de naturaleza y de degustar productos autóctonos frescos acabados de cosechar no dudéis en visitar –sin prisas– Rosendals Tradgard.