Que los omega-3 son muy buenos e indispensables para el cuerpo es bien sabido por todo el mundo; pero que hay diferentes tipos de omegas y que, en función de lo que queramos reforzar, nos hacen falta unos más que otros no lo conocemos tanto.
El original, el aceite de krill NKO (NKO = Neptune Krill Oil), está producido por la empresa canadiense Neptune Technologies, que consiguió descubrir y patentar el proceso para la extracción en frío del aceite de este pequeño crustáceo, parecido a una gamba pero mucho más pequeño, que se pesca de forma sostenible en el Océano Antártico, y que tiene una grasa tan buena. Gracias al plancton y a las gélidas aguas, el krill es un auténtico superviviente sanísimo y resistente, y por eso su grasa es un punto y aparte en el mundo de los omegas.
La hiperactividad infantil y los problemas cerebrales
David comenzó a manifestar síntomas de hiperactividad con tres años. Ya en plena adolescencia, algunos de los pediatras y psicólogos tuvieron claro el diagnóstico: síndrome de TDAH, trastorno de déficit de atención. Jaime, el padre, lo cuenta aún con la voz rota. Se nota que ha sufrido mucho por este motivo. “Piensa que le era muy difícil mantener la concentración para hacer una sola cosa, le costaba memorizar, centrarse y eso le hacía sufrir. Los niños hiperactivos sufren porqué se dan cuenta que no tienen el control de ellos mismos y tienen pensamientos reiterativos, depresivos”. Un día, la doctora Isabel Fernández les habló del aceite de krill, y la pediatra María Teresa Guarín también. “Nos cambió la vida”. Desde entonces toma krill y ya no lo ha dejado. Él mismo lo notó mucho: de repente podía controlar sus impulsos, podía prestar atención”. David, además, es un chico muy inteligente y que, impotente por no poder controlar esa hiperactividad mental, se volvió más irritable, más agrio de carácter. Jaime añade: “Este cambio tan radical lo he visto también en personas adultas sanas. Yo también tomo krill cada mañana, a modo de mantenimiento”. El sistema nervioso y el estado del ánimo mejoran, y todo está vinculado al cerebro. Me lo cuenta con todo tipo de detalle el neuropsiquiatra Javier Aizpiri, que ya hablaba de omegas y fosfolípidos hace treinta años cuando nadie los recomendaba. “El 60% del cerebro es grasa y el 30% son fosfolípidos (las grasas de las membranas de las neuronas) que ayudan a los neurotransmisores del cerebro a funcionar mejor. Estos fosfolípidos, antes, estaban presentes en la dieta: los sacábamos del pescado azul, del huevo, el marisco, la lecitina de soja… Hoy, que la mano del hombre ha empeorado tanto lo que nos llega al plato, ya es otra cosa. “Qué comemos? Los padres no dan pescado azul a sus hijos porqué tienen espinas y no les gusta”. De hecho en los restaurantes se ven obligados a vender doradas y rape porqué los adultos tampoco quieren caballa. “Comen una esquinita pequeñita de pescado blanquito. Resultado: deficiencia de omegas. “Las adolescentes toman leche desnatada, igual que sus madres, para no engordar, y es un suma y sigue. Éste es el drama y así estamos: con unos desarrollos cerebrales pobres y alterados ya desde jóvenes”, alerta Aizpiri. De hecho, hasta se han estudiado mejoras notables en trastornos sicóticos y bipolares.
Por eso es tan recomendable el omega-3 durante el embarazo: en particular el DHA, ayuda al correcto desarrollo y funcionamiento del cerebro del bebé. Además, los tóxicos no sólo los ingerimos con los alimentos y la contaminación. El estrés de la vida moderna nos intoxica más que nada, así que nuestro cuerpo necesita más fosfolípidos que nunca para expulsar estas toxinas y estrés oxidativo que nos enferma, cuenta Tina Sampalis, oncóloga-cirujana, especialista en cáncer de mama y vicepresidenta de I+D en la empresa Neptune. “El krill es la nueva y noble fuente de nutrientes que aporta exactamente lo que el cerebro necesita para funcionar correctamente”, remata.
Adiós al Voltarén
Pedro L. conoció el krill cuando se introdujo en España en 2006. Sufría de dolores de espalda agudos y crónicos, agraviados por una escoliosis. “La última vez que tuve contacto con el Voltarén fue cuando hice limpieza del armario y vi allí las cajas que habían caducado hacía ya tres años”. Pedro toma todos los días una perla de krill (la dosis para una inflamación muscular o articular es de una perla pequeña). Maite, como Pedro, dejó el ibuprofeno y después de un invierno de krill, aún un poco escéptica, recapacitó: “Esto no ha sido porqué no haya hecho frío este invierno…” Para obtener más omega-3, la primera solución es cambiar ciertos hábitos alimenticios, y la segunda aportar al organismo estos fosfolípidos esenciales, puros y que no han sido intoxicados o manipulados por la agroindustria. Javier Aizpiri, respira, y prosigue, entusiasta, con los argumentos. “Aún te diré más: el aparato digestivo está directamente ligado al cerebro; es nuestro segundo cerebro. Una falta de fosfolípidos en las paredes intestinales nos perjudica los intestinos e inhibe la serotonina que está ahí concentrada en un 80%.
El omega-3 del krill es esencial para los dos cerebros.
¿En qué casos Xevi Verdaguer receta krill?
“Cuando receto omega-3 a un paciente y sé que no tiene muy bien la vesícula biliar, le recomiendo aceite de krill más que otros omegas que provengan del atún o la sardina”. El motivo es que los omega-3 del pescado azul son excelentes, pero necesitan bilis para emulsionarse y absorberse después en el intestino. Por eso repiten. Si aquella vesícula biliar tiene piedras o arena, es decir, hay obstrucción, los omegas no se absorberán bien. En cambio, el krill lleva consigo los fosfolípidos para que se digieran solos y por eso no repiten. “Si haces unas heces amarillentas o pastosas o flotan, debes mirarlo porqué tu vesícula te está pidiendo una limpieza”, cuenta Verdaguer. “La diferencia del krill con otras fuentes de omega-3 es que éste incluye fosfolípidos en la misma molécula, y eso lo hace más biodisponible; es decir, se absorbe mejor”.
I si el krill es tan bueno y se parece a las gambas, ¿por qué no lo comemos?
“Se intentó durante décadas sin buenos resultados, hasta que en los años noventa, la empresa canadiense Neptune empezó a hacer pruebas: se dieron cuenta que el krill se debía congelar al instante porqué, cuando se sacaba del océano, se pone en marcha un proceso enzimático que descompone sus nutrientes vitales en muy poco tiempo. “Se ultracongela recién cogido del mar, y la extracción se hace en frío para que, como el aceite de primera prensada en frío, no pase por ninguna cadena de calor y no se rompa su estructura”. Además, en el mercado hay productos comercializados como “aceite de krill” que son imitaciones de preparados con aceite de pescado y algas, y es difícil identificarlos. Lo más importante es comprobar que compramos un krill extraído en frío. De hecho, este método lo tiene patentado la empresa Neptune, o sea que debemos mirar que en la caja diga NKO (Neptune Krill Oil). Con todo, Greenpeace ha reconocido la pesca de krill como sostenible, ya que se produce sólo en verano, dentro de los 125 únicos días que el krill come plancton y algas, o sea, cuando está más alimentado y contiene más grasa buena, más omegas. Me lo cuenta Per Bjork, responsable de Cien por Cien Natural, la empresa que lo comercializa desde hace ocho años en España. La extracción en frío, insiste, es la clave para la calidad del producto y su efecto fisiológico cuando lo consumimos, ya que así conserva un porcentaje mayor de sus omega-3 y sobre todo la astaxantina, el antioxidante propio del krill, parecido al betacaroteno de las zanahorias, que le proporciona el color rojo intenso y que actúa como un conservante natural del aceite, de forma que el producto no necesita ningún tipo de aditivo.
¿Qué tipo de ácidos grasos esenciales necesita nuestro cuerpo?
Hay principalmente tres tipos de omega-3: el DHA y el EPA y el ALA. El DHA y el EPA son “de cadena larga” y los más importantes para la salud; los encontramos en aceite de krill y pescado azul. El ALA es “de cadena corta”; lo encontramos por ejemplo en semillas de lino y nueces, y es menos importante para la salud. Por dentro, el EPA y el DHA son unas cadenas que hacen nudos, que se entrecruzan. Eso es bueno, porque quiere decir que son muy flexibles. El krill es muy rico en EPA y DHA, los dos omega-3 poliinsaturadas de cadena larga. El problema son las grasas saturadas como la mantequilla. El omega-3 es el más flexible. Un ejemplo: en la nevera, no queda rígido; se mantiene líquido. Esto también da flexibilidad a las membranas celulares del cuerpo cuando lo consumimos, lo cual ayuda evitar la inflamación y disminuye el riesgo cardiovascular. Nuestro cuerpo debe tener un 8% de omega-3 (este índice se define como el porcentaje de EPA y DHA en la membrana de los glóbulos rojos). Muy pronto publicaremos un artículo sobre cómo medir los niveles de omega-3 en el cuerpo.
En resumen…
Sorteamos 10 cajas de aceite de krill
Sorteamos 10 cajas de aceite de krill de 30 cápsulas cada una de la marca NKO. Para participar en el concurso debéis dejar un comentario en la parte inferior del artículo contando qué fuentes de omega-3 en alimento o suplemento ingerís. El sorteo se realizará el próximo viernes 4 de abril y la empresa Cien por Cien Natural os mandará el paquete a domicilio. Podéis comprar aceite de krill extraído en frío en algunas farmacias y tiendas de dietética especializadas en suplementos alimenticios naturales.