Esta semana se ha publicado un estudio en la revista científica Gut de The British Medical Journal titulado “La composición de la microbiota intestinal refleja la gravedad de la enfermedad y las respuestas inmunes disfuncionales en pacientes con COVID-19”. En este estudio, llevado a cabo en Hong Kong, se ha investigado si la salud del microbioma está asociada con la gravedad de la enfermedad en pacientes que padecen la COVID.
Si bien es cierto que la COVID-19 se relaciona principalmente con problemas respiratorios, existe cada vez más evidencia que refleja que la salud del tracto gastrointestinal podría tener más relación de la que creemos con el desarrollo y grado de afectación de la patología. Este tipo de hallazgos podrían sugerir que el agotamiento de cierto tipo de microorganismos intestinales y la predominancia de otros puede contribuir a que la enfermedad sea más o menos grave y que el cuerpo tenga mejor o peor capacidad para combatirla.
A partir de los resultados del estudio se observó que la composición del microbioma del intestino estaba ligeramente alterada en pacientes con la enfermedad comparada con la de los que no la padecían. En concreto, se vio reducción (tanto durante la enfermedad como una vez erradicada) de algunos comensales intestinales que presentaban potencial inmunomodulador. Entre ellos se destacó la falta de Faecalibacterium prausnitzii, Eubacterium rectale y algunos tipos de bifidobacterias.
Esta composición alterada mostró relación con la gravedad de la enfermedad y también se relacionó con niveles elevados de citocinas inflamatorias y algunos marcadores sanguíneos como la proteína C reactiva, el lactato deshidrogenasa, el aspartato aminotransferasa o el gamma-glutamil transferasa.
Educarnos para prevenir, no para curar
Cada vez es más evidente la importancia de lo que hacemos nosotros respecto a nuestra propia salud. Es necesario tomar partido y no dejarla únicamente en manos de los profesionales. Aunque, evidentemente, no todo recae en nuestras manos, sí que podemos hacer mucho más de lo que creemos.
Un aspecto fundamental de la salud, es mantener la microbiota en un estado saludable y fomentar una diversidad bacteriana que nos ayude a fabricar una buena cantidad de ácidos grasos de cadena corta. Entre ellos, podríamos destacar el butirato, ya que nos ayuda a aumentar las citocinas e inmunomensajeros antiinflamatorios.
¿Cómo podemos mejorar la microbiota?
La alimentación adecuada es la clave para mejorar o mantener la microbiota en un estado saludable. Esta se alimenta principalmente de carbohidratos complejos fermentables, como la fibra alimentaria.
La fibra alimentaria, en concreto de aquellos carbohidratos accesibles para la microbiota, tienen impacto sobre la inmunidad y salud, nos ayudan a fabricar ácidos grasos de cadena corta, a modular la composición y función de nuestra microbiota y a ofrecer efecto protector reduciendo la inflamación.
Entre los carbohidratos accesibles destacamos la inulina, los FOS, los GOS y el almidón resistente (la famosa “patata del día después”).
¿En qué alimentos los encontramos?
Cebolla, ajo, legumbres, remolacha, brócoli, hinojo, radicchio, guisantes, puerro, alcachofas, espárragos, plátano, centeno, achicoria, tupinambo, plátano macho, endibias y leche materna (de ahí la importancia de priorizar la lactancia materna siempre que sea posible).
De todos modos, debemos destacar que no se trata únicamente de incluir, sino que también debemos eliminar todos los alimentos que nos generen algún tipo de daño.
Por otro lado, cabe destacar que factores como la gestión del estrés, el ejercicio físico, niveles suficientes de vitamina D y otros factores, también pueden influir en la salud.
No debemos extraer conclusiones antes de hora
A pesar de que este tipo de estudios son como un soplo de aire fresco y nos ayudan a tomar consciencia de la importancia del papel que tenemos sobre nuestra salud, no podemos extraer conclusiones definitivas.
Al haberse hecho un estudio con pacientes enfermos y con pacientes sanos, pero no haberse tomado muestras de los pacientes enfermos antes de enfermar, no sabemos con exactitud si existe una relación clara y directa entre el estado de la microbiota y la salud.
Por último, también es importante mencionar que la composición de la microbiota es muy heterogénea entre poblaciones, por lo que los cambios aplicados en este estudio no tienen por qué corresponderse con pacientes con COVID de otras zonas geográficas.