El invierno en nuestro país es la estación del año más fría, en la que la naturaleza se detiene antes de la llegada de la primavera, cuando vuelve a brotar todo con energía renovada. Con el fin de optimizar la energía, muchos árboles pierden las hojas y quedan prácticamente secos, ralentizan su metabolismo para evitar daños importantes en caso de que se les congelen los tejidos. En los animales también encontramos protecciones ante las inclemencias climatológicas; algunos insectos y mamíferos se pasan esta estación invernando y otros aumentan las capas de grasa y pelo para protegerse e, incluso, en los humanos se ralentiza la energía, lo que propicia un metabolismo corporal general más lento.
En esta época del año es importante adecuar los hábitos alimenticios al ritmo de la naturaleza que nos rodea buscando fuentes de calor para calentarnos e induciendo la energía del organismo al equilibrio, a fin de llegar a la primavera con la energía renovada.
Es una época del año en la que los cambios térmicos bruscos que sufrimos a lo largo del día –pasando del calor de dentro de casa al frío de la calle–, hacen que el cuerpo se enfríe. Si no tenemos un sistema inmunitario fortalecido y equilibrado, es muy probable que tengamos un resfriado persistente a lo largo del invierno.
Por lo tanto, durante el invierno, debemos intentar incluir alimentos que nos calienten el cuerpo y que nos refuercen el sistema inmunitario.
Fortalecer el sistema inmunitario
Las frutas y verduras que son propias de la temporada y de proximidad nos ayudarán a obtener los nutrientes que necesitamos.
Debemos potenciar dentro de una dieta equilibrada y variada los alimentos ricos en las vitaminas siguientes:
- Vitamina A: nos protege y aumenta la resistencia de las mucosas ante las infecciones; aumenta la resistencia contra los microorganismos patógenos. La vitamina A la encontramos en las frutas y verduras naranjas, como las zanahorias, el boniato, la calabaza… y también espinacas, berros, pimientos rojos… La vitamina A es termosensible y liposoluble; esto quiere decir que, para poder disponer de ella y absorberla correctamente, se debe cocer poco y consumirla con un poco de aceite o grasa saludable.
- Vitamina D: ayuda a mantener los huesos saludables y modula el sistema inmunitario; hace que la respuesta inmunitaria no sea ni exagerada ni deficiente.
La encontramos en alimentos como la yema del huevo, el pescado azul pequeño, los champiñones…
La vitamina D también es liposoluble, así que la debemos consumir con grasas saludables.
La podemos obtener de la alimentación, pero una de las fuentes más importantes es directamente de la luz solar a través de la piel. En esta época, en la que no hay muchos días de sol y los días fríos no acompañan a salir de casa, no nos debemos olvidar de tomar el sol un mínimo de veinte minutos al día. - Vitamina E: estimula la formación de anticuerpos y es necesaria para que los glóbulos blancos funcionen correctamente. También es liposoluble. La podemos encontrar en aceites vegetales vírgenes, semillas y frutos secos, principalmente en almendras y avellanas.
- Vitamina C: participa en la formación de anticuerpos, tiene efecto de descongestión y estimula la síntesis del interferón (proteína que permite la comunicación entre las células para activar las defensas). Actúa como antioxidante y regenera otros antioxidantes como la vitamina E y A. Por eso no puede faltar. La encontraremos en arándanos, pimiento crudo, crucíferas, berros, cítricos...
- Vitamina B5: participa en la síntesis de anticuerpos. La encontramos en la jalea real –que contiene diez veces la cantidad diaria recomendada–, los champiñones, el huevo, el salmón…
Mantener el calor interno del cuerpo
Tal y como nos indica el sentido común, evitaremos los alimentos fríos: bebidas frías, alimentos salidos directamente de la nevera, helados… pero también debemos evitar las ensaladas, ya que, al ser alimentos crudos, nos enfriarán el cuerpo. Si queremos tomar, deberíamos apostar por ensaladas tibias o salteadas, que no nos enfriarán tanto.
En cambio, potenciaremos cocciones que nos aporten calor interno y nos nutran el cuerpo: cocciones lentas y largas (guisos, caldos, cremas…). El caldo de huesos es una gran opción a la hora de calentar el cuerpo, y al mismo tiempo es un gran remineralizante. También son buenas opciones, si queremos generar calor, el trigo sarraceno o la avena. El agua de avena es un gran remineralizante para las personas que se sienten débiles y decaídas; y es una gran aliada para recuperar el tono físico y anímico.
Según la medicina tradicional china
Según la medicina tradicional china, durante esta época del año, debemos potenciar los alimentos oscuros, como el sésamo negro o las castañas, y los alimentos salados, como el pescado o las algas, que son muy remineralizantes. También es especialmente adecuado consumir raíces o tubérculos, ya que nos aportan la energía que han acumulado, como, por ejemplo, el nabo negro, la chirivía, la zanahoria o la remolacha, que, cocinados de forma apropiada, mantienen el calor corporal. Potenciar los alimentos ligeramente picantes y las especies ayuda a movilizar la energía hacia las extremidades y a no tener sensación de frío en ellas.
Respecto a las frutas, las más oscuras como las moras o arándanos son ricas en vitamina C y vitamina B, que nos ayudan a equilibrar el sistema inmunitario y el sistema nervioso, respectivamente. Las legumbres también son ideales para esta época del año: son la fuente de energía de las plantas leguminosas, muy interesantes en estas fechas. En oriente, toman azukis, unas legumbres de color oscuro que serían las más apropiadas según la medicina tradicional china.
¡En invierno hay que respetar el cuerpo y llegar a la primavera con unas buenas defensas y una salud fortalecida!