«La comida es una cuestión ética, pero no hay que ser fanático»

Seguir los cinco criterios marcados puede ser tan difícil que nos puede llegar a llevar a no comer lo que nos gusta y nos podemos permitir. Singer y Mason lo explican de una manera muy clara: «Cuando las preocupaciones éticas se amontonan unas sobre otras y nos esforzamos para asegurarnos de que nuestras compras no contribuyen al trabajo de esclavos, la explotación de los animales, a la degradación de la tierra, a la contaminación de los humedales, a la despoblación rural, a prácticas comerciales injustas, al calentamiento global ni a la destrucción de selvas tropicales» es complicado.

De hecho, los autores del libro Cómo comemos llegan a calificar la práctica de no ser fanático con la frase «La exención de París», que quiere decir que si un día tenemos la suerte de estar en un restaurante elegante y comemos lo que va en contra de nuestros principios, hagámoslo sin hacernos daño. «Un pequeño exceso no se convierte en un monstruo moral, y ciertamente no significa que podría renunciar del todo a sus principios».

Peter Singer

Peter Singer

La frase que oigo más entre la población preocupada por la alimentación es: «Al final, no podremos comer nada sano». Cuanta más información tenemos sobre los alimentos, más dudas surgen sobre qué comemos y qué no comemos. A esta interrogación constante que se hacen los consumidores se añade el hecho de que la industria alimentaria intenta deslumbrarnos con eslóganes como «todo natural» o «fresco de granja». Detengámonos un momento: un paquete envasado del supermercado que diga «todo natural» cae en una contradicción flagrante.

En el libro Cómo comemos. La importancia ética de nuestras decisiones alimentarias, Peter Singer y Jim Mason exponen cinco principios éticos que hay que recordar a la hora de preguntarnos qué deberíamos comer.

  1. Transparencia: tenemos derecho a saber cómo se producen los alimentos.Los consumidores deberíamos tener toda la información sobre lo que compramos. La transparencia es un «principio ético importante» y una defensa «contra las malas prácticas».
  2. Justicia: producir alimentos no debería imponer costes a terceros.«El precio de la comida debería reflejar el coste íntegro de su producción». Solo de esta manera el consumidor puede decidir si lo quiere pagar o no.
  3. Humanidad: no está bien infligir un sufrimiento considerable a los animales por razones menores.«Deberíamos procurar evitar causar dolor u otras molestias al ganado», dicen los autores.
  4. Responsabilidad social: los trabajadores deberían tener salarios y condiciones laborales decentes.«Los puestos de trabajo deberían ser seguros, y los trabajadores deberían tener derecho a asociarse y a negociar colectivamente, si lo desean».
  5. Necesidades: preservar la vida y la salud justifica más que otros deseos.«La auténtica necesidad de un alimento, para sobrevivir y nutrirnos adecuadamente anula consideraciones menos urgentes y justifica muchas cosas que de otro modo serían incorrectas».

A partir de estos cinco principios, los autores Singer y Mason recuerdan que, «en los supermercados y en las tiendas de comestibles corrientes», los alimentos «provienen de la industria alimentaria convencional y no se han producido de una manera humana, sostenible ni respetuosa con el medio ambiente «.

 

Trinitat Gilbert
Trinitat Gilbert

Periodista

  @trinigilbert