Un pollo ecológico tiene como mínimo 81 días de vida. Descansa ocho horas diarias sin luz artificial. Está al aire libre y descansa en naves donde tiene entradas y salidas para decidir si quiere estar dentro o fuera. No debemos confundirlos con los pollos camperos ni con los pollos naturales (nomenclatura no reglada) ni con los convencionales.
En la charcutería Can Rac, de El Masnou, Maria Lluïsa Valls vende pollos ecológicos (de la marca ViuBé) desde hace cuatro años. Tiene por convicción, porque “no tienen mercado; son de minorías”. Y eso que “los precios han ido bajando, porque hace unos años eran más altos”. Un pollo sencillo, pequeño, 3,70 € el kilo; uno de campo (que no significa ecológico), 6,50 € y el ecológico, 8,90 €.
Claro, el precio es considerable, pero el sabor también lo es. Y la diferencia, lo más importante, es cómo ha crecido un pollo ecológico y uno convencional. “Un pollo ecológico debe tener 81 días de vida, por lo menos”, cuenta Núria Vallès, directora técnica del Consejo Catalán de la Producción Agrícola Ecológica (CCPAE). Los pollos son ecológicos desde el primer día de vida, a pesar de que pueden venir de madres que no tenían este tipo de producción.
Cuestión de nombres
Un pollo ecológico no es un pollo de corral ni un pollo natural. Es un pollo ecológico (sic), y se debe encontrar en el mercado bajo esta única nomenclatura. Los pollos camperos pueden estar al aire libre pero normalmente no se alimentan con piensos ecológicos y pueden no cumplir las otras normativas europeas de producción agrícola ecológica (horas de descanso, crecimiento lento, metros cuadrados de superficie). Además, tampoco hay un organismo de control que certifique este tipo de producción, por lo tanto, los camperos no ofrecen la garantía clara que sí ofrece una producción certificada como la ecológica. Por último, los pollos convencionales, sin otro nombre más que el de pollo, son sacrificados a los 40 o 45 días de su nacimiento.
Las condiciones que marca la normativa del CCPAE para una producción consiga el sello ecológico son similares a las de los huevos: los pollos deben alimentarse con pienso ecológico, no pueden estar medicados (sólo se les permite un único antibiótico en su vida), tendrán ocho horas de descanso sin luz artificial, deben tener acceso a patios, deben tener unas superficies marcadas de corral y las naves deben tener entradas y salidas para que puedan decidir si quieren estar dentro o fuera .
“La alimentación forzada está prohibida en producción ecológica”, continúa Núria Vallès. De hecho, con las condiciones que marca la normativa ecológica, es difícil que un pollo ecológico engorde con rapidez. Además, “los pollos son miedosos, necesitan una lámpara para comer porque su visión es baja, y como la normativa les obliga a descansar ocho horas, el crecimiento se ralentiza; sólo comerán cuando tengan claridad otra vez”.
El coste de la certificación de producción ecológica para un productor ganadero de avicultura de carne es 460 €, aproximadamente. “Tenerla implica que una vez al año, como mínimo, el equipo del CCPAE supervisa que la normativa se cumpla”, remarca Vallès.
En la granja ViuBé, en Folgueroles, Eudald Vila y Jesús Rovira aseguran que lo más complicado de su trabajo es hacer cultura de la comida ecológica, más aún que la cría de los pollos. “La gente se piensa que es una etiqueta más y no es así”.
Los pollos ecológicos de ViuBé han vivido tres meses. “Es una inversión importante, sobre todo cuando empiezas, porque desde que los crías hasta que los sacrificas, pasas un tiempo sin ganancias; sólo con gastos”.
Eudald y Jesús creen en su trabajo y también en el concepto ecológico como una comida que te da seguridad sobre lo que comes. Por ello y por su implicación en este campo, hace un año estuvieron en la feria alemana Biofach, en Nuremberg, para presentar el jamón cocido de pollo ecológico, y embutidos ecológicos, también.
En Cal Nanot, en Sant Joan de les Abadesses, Eduard del Valle hace tres años que se dedica a la producción de pollos ecológicos. “En casa siempre habíamos hecho gallinas y pollos, pero un día decidimos reconvertir todo para hacer de ecológicos”. ¿Por qué? “Porque el pollo ecológico es una de las carnes más sanas que podemos comer”.
De su trabajo, lo más costoso es adquirir el pienso ecológico, que les cuesta 0,54 € el kilo de cereales. “Antes se había especulado con los pisos; ahora lo hacen con los piensos”. El resto es trabajo, sí, claro. Sus pollos tienen 100 o 110 días de vida, los sacrifican en un obrador propio, donde los cortan y los envasan y, además, dejan preparadas y limpias las vísceras para que la gente las pueda aprovechar. “Llegamos a la conclusión de que si dejábamos limpios la molleja, el hígado y el cuello, la gente los aprovechaba. Y es así, ahora la gente joven nos dice que ponen la molleja en el caldo y usan el hígado para el picadillo”.
El precio del kilo de sus pollos 7,50 €. “Un pollo ecológico tiene sabor porque no ha comido pienso industrial, sabe a cereales, a haber comido al aire libre, por eso no es seco”. Son pollos melosos, con grasa bien infiltrada. No han sido inflados en pocos días, como ocurre con los pollos convencionales.
En La Pera, Jack Massachs i Elena Bogunyà tienen 150 pollos ecológicos, que pastan y, mientras lo hacen, se nutren de los frutos de los árboles que tienen plantados. Siguen estrictamente la normativa ecológica, y el trabajo les gusta, pero se lo replantean básicamente por un motivo: para el matadero. “Nos esforzamos en alimentar pollos ecológicos, pero a la hora de sacrificarlos los tenemos que llevar a Granollers, que no diferencia a la hora de sacrificar los tradicionales de los que no lo son”. Lo único que hacen es sacrificar los ecológicos primero, pero ya está. “Vamos un día a Granollers; los dejamos allí, volvemos a casa, y al día siguiente los tenemos que volver a buscar para que nos los den envasados”. El Km0 por el que tanto apuestan Jack y Elena se pierde por el trayecto. “Tampoco podemos ir a obradores de otras producciones ecológicas, porque la normativa marca claramente que el obrador sólo puede desollar lo que hay en la granja”.
Por esta razón, por la contradicción de tener que hacer kilómetros para ir al matadero de Granollers, por lo ilógico de aplicar las mismas técnicas de sacrificio y envasado, Jack comenta que compañeros suyos que se dedicaban a los pollos ecológicos han decidido dedicarse a los camperos. “Mantienen las condiciones pero sin darles piensos ecológicos y sin tener que estar sujetos al sello del CCPAE; por lo tanto no son ecológicos”.
Por lo demás, “el pollo ecológico, de carne más roja, sabe a carne de toda la vida, muy melosa; se nota que son animales que han pastado al aire libre, que no han sido engordados con luz artificial en pocos días”, señala Massachs.
Finalmente, la doctora Olga Cuevas comenta sobre las carnes de aves –a las que da preferencia frente a otras– que “la calidad de la carne de los animales criados de forma natural y no manipulados por las industrias cárnicas no está solo en los piensos, en las hormonas y en los aditivos”. “Las grasas de los animales criados de forma natural tienen una proporción más alta de ácidos grasos monoinsaturados y poliinsaturados que sus hermanos estabulados y alimentados con piensos, cuyas grasas serán mucho más saturadas”.