Desde los años sesenta, el colesterol ha sido considerado el gran mal de nuestra sociedad. Ha sido considerado el culpable de causar enfermedades cardiovasculares y del corazón. Estas afirmaciones científicas tomaron mucha fuerza y, en los años ochenta, comenzó una corriente muy fuerte que proponía dietas bajas en grasas y colesterol.

No hay evidencia científica que demuestre que tomar alimentos ricos en colesterol cause problemas de salud

Durante todo este tiempo, la industria alimentaria, con la publicidad y medios de comunicación, se ha encargado de difundir esta idea, al tiempo que nos ha hecho llegar productos bajos en grasa, supuestamente más saludables, y productos para bajar el colesterol, como el famoso Danacol.

Sin embargo, ahora ya sabemos que los estudios que demostraban que el colesterol es malo eran erróneos; no solo eso, sino que también sabemos que la industria del azúcar pagó a científicos de Harvard para que señalaran la grasa y el colesterol como los culpables dietéticos principales de las enfermedades del corazón y pasaran por alto la relación entre el azúcar y las afectaciones cardíacas. Un engaño premeditado para beneficiar determinados intereses económicos. Estas afirmaciones falsas, sin embargo, han arraigado muy fuerte en la sociedad y aún hay mucha gente, y desgraciadamente muchos médicos y profesionales sanitarios, que siguen reduciendo el consumo de alimentos ricos en grasas buenas y colesterol. Además, los medios de comunicación no ayudan, ya que siguen promocionando los productos “light” y “0% materia grasa” como una opción mejor.

La realidad es, sin embargo, que no hay evidencia científica que demuestre que tomar alimentos ricos en colesterol cause problemas de salud. En cambio, sí hay algunos que muestran que unos niveles bajos de colesterol aumentan el riesgo de tener trastornos neurológicos u hormonales, depresión y enfermedades del corazón.

¿Qué es el colesterol?

Si nos falta colesterol, pueden aparecer trastornos hormonales, sencillamente porque el cuerpo no dispone de los elementos necesarios para crear hormonas

Es una grasa sintetizada en el hígado que juega un papel esencial en el transporte de las grasas a través de los tejidos. Es clave para la salud, ya que cumple funciones tan importantes como la formación y mantenimiento de las membranas de las células y es el precursor de ácidos y sales biliares, la vitamina D y otras hormonas esteroides. Esto es especialmente importante para el sistema reproductor femenino, ya que los estrógenos y los progestágenos (hormonas sexuales femeninas) necesitan colesterol para formarse. Por eso, si nos falta colesterol pueden aparecer trastornos hormonales, sencillamente porque el cuerpo no dispone de los elementos necesarios para crearlas. Además, no hay que olvidar que todo el cuerpo actúa en sinergia y, si una hormona se desordena, es fácil que se desequilibren otras.

Hay dos tipos de colesterol: HDL y LDL. El primero es el que conocemos como “bueno”, porque es el que devuelve el colesterol del cuerpo al hígado; el segundo es el que llamamos “malo”, porque lleva el colesterol del hígado a las arterias y al resto de los tejidos del cuerpo. La cuestión es, sin embargo, que no es cierto que el LDL sea malo. Todo es bastante más complejo. El LDL es necesario para que todas las células reciban este colesterol tan necesario y puedan funcionar correctamente, por lo tanto, solo por eso ya no podemos decir que sea malo. En realidad, hay diferentes tipos de LDL: uno formado por partículas más grandes que fluyen por la sangre sin “pegarse” a las paredes de las arterias, y otro formado por partículas más pequeñas y menos densas que, en oxidarse, se acumulan en las paredes de las arterias.

El colesterol se forma a partir de los alimentos que consumimos; por tanto, si consumimos pescado azul (omega-3), coco (grasas saturadas de calidad) y aceite de oliva virgen o frutos secos (grasas monoinsaturadas), las LDL estarán formadas por ácidos grasos mucho más estables y antiinflamatorios. En cambio, si nos alimentamos de productos refinados y procesados ​​que contienen grasas trans o hidrogenadas y aceites que no son vírgenes, las LDL serán mucho más inestables, fácilmente oxidables e inflamatorias. Además, el consumo de azúcares y carbohidratos refinados también hace que aumente el riesgo de arteriosclerosis, ya que aumentan los niveles de oxidación e inflamación de estas moléculas LDL de baja densidad. Por otra parte, el nivel de antioxidantes en sangre también es muy importante; por ello el consumo de verduras y hortalizas y frutas resulta vital para hacer frente a esta oxidación.

De los riesgos del colesterol HDL no se habla tanto, pero también tiene un gran impacto en el riesgo o no de tener arteriosclerosis y otras enfermedades cardiovasculares. Cuanto más alto, menos riesgo, ya que ejerce un efecto protector contra el desarrollo de estas patologías. Tiene propiedades antioxidantes, antitrombóticas y antiinflamatorias que promueven la función y reparación del endotelio (tejido que recubre el interior de los vasos sanguíneos). Además, también parece que protege del desarrollo de diabetes tipo II. Los niveles bajos de colesterol HDL están asociados a un mayor riesgo de muertes por causas cardiovasculares, así como también a un mayor riesgo de muerte por cáncer y otras patologías. Quizá sería interesante fijarse en si los niveles de HDL son bajos, en vez de preocuparnos tanto por si el LDL está elevado o no.

Valores analíticos

Por todo esto que os acabo de contar, cuando miramos una analítica, no podemos guiarnos solo por el valor del colesterol total; debemos dejar de obsesionarnos con el límite de 200. Este indicador tradicional sirve de poco y no es fiable para indicar la posibilidad de tener un ataque al corazón.

Cuando miramos una analítica, no podemos guiarnos solo por el valor total del colesterol total; debemos dejar de obsesionarnos con el límite de 200

Hay estudios que muestran que, cuando hay niveles bajos de colesterol, el cerebro no funciona correctamente y hay niveles más altos de depresión y más probabilidades de desarrollar demencia y otros problemas neurológicos. Concretamente, por ejemplo, un estudio de 1993 mostraba que gente mayor con el colesterol bajo tenía un riesgo tres veces superior de tener depresión respecto de los que tenían el colesterol más alto. Esto ocurre porque las grasas ayudan a mantener una buena función de los neurotransmisores, del cerebro y del tejido nervioso, ya que proveen un aislamiento crucial alrededor de los nervios que transmiten impulsos nerviosos. Si falta colesterol, el cuerpo no puede transportar estas grasas hacia el cerebro para que hagan sus funciones correctamente. De hecho, como cuenta el nutricionista Marc Vergés, a medida que nos hacemos mayores los niveles de colesterol aumentan de forma natural como un factor de protección ante problemas neuronales.

Entonces, ¿cómo podemos saber si tenemos un riesgo real? Hay una ratio que se calcula dividiendo los triglicéridos totales entre el colesterol HDL. Si el resultado es menor que 4, no hay riesgo asociado. Si es mayor que 4, deberíamos preocuparnos y habría que mejorar los valores, pero la solución no pasa por tomar estatinas, sino por un cambio de hábitos.

Hay otros valores analíticos que también nos pueden indicar si hay riesgo cardiovascular o no:

  • La proteína C reactiva: indicador fiable de inflamación sistémica. Un nivel alto de esta proteína puede ser señal de enfermedad cardiovascular, ya que el desarrollo de arteriosclerosis está ligado a un proceso inflamatorio.
  • La homocisteína: tener este aminoácido elevado puede causar daño al recubrimiento de las arterias y hacer que la sangre coagule más rápido de lo normal. Por lo tanto, aumenta el riesgo de obstrucción de las arterias.

Los triglicéridos

Los triglicéridos son moléculas de grasa sintetizadas por el hígado con el fin de actuar como reserva de energía. El hígado empaqueta los ácidos grasos en estos complejos y los manda al tejido adiposo para almacenarlos.

El nivel de triglicéridos aumenta sobre todo con el consumo de azúcares y carbohidratos refinados. El consumo excesivo de productos con una carga de glucemia elevada hace que haya continuamente picos de glucosa y, consecuentemente, picos de insulina para que esta glucosa pueda entrar dentro de las células. El exceso de glucosa que las células no utilizarán para hacer energía, el hígado lo transforma en grasa, que se empaquetará en forma de triglicéridos. Si hay resistencia a la insulina, esta conversión de glucosa en grasa todavía es más elevada, ya que la glucosa que no puede entrar en las células no puede quedarse en sangre porque puede ser tóxica y necesita ser transformada.

Cuanto más triglicéridos tengamos, más lipoproteínas (colesterol) LDL de baja densidad necesitaremos para su transporte, y esto aumenta el riesgo de oxidación y el daño a las paredes arteriales. Una ratio de triglicéridos y HDL superior a 3,5 ya debería empezar a ser motivo de preocupación.

Las estatinas y alternativas saludables

La industria alimentaria no ha sido la única interesada en culpar a las grasas y al colesterol como grandes responsables de las enfermedades cardiovasculares. Durante muchos años, el marketing de la industria farmacéutica también se encargó de difundir y hacérnoslo creer a fin de promover las estatinas, unas pastillas que disminuyen la síntesis hepática de colesterol. Un negocio multimillonario que no ha parado de crecer y que actualmente representa el segundo medicamento más prescrito en el mundo.

Tener el colesterol alto no es una enfermedad y, por tanto, no deberíamos medicalizar esta condición

Los estudios científicos pero, muestran que no hay una correlación entre el colesterol y el riesgo cardiovascular y, además, no hay evidencia para recomendar estatinas a personas sin historia previa de cardiopatías.

Tener el colesterol alto no es una enfermedad y, por tanto, no deberíamos medicalizar esta condición. Siempre es más cómodo tomarse una pastilla y seguir haciendo como siempre, pero esto no es una solución real, solo es un parche a un problema derivado de malos hábitos de vida que, además, puede empeorar nuestra salud.

Las estatinas:

  • No solo disminuyen el colesterol LDL, sino también el HDL.
  • Disminuyen la enzima Q10, necesaria para proporcionar energía a las células.
  • Aumentan el riesgo de roturas fibrilares.
  • Aumentan el riesgo de Parkinson, Alzheimer y demencia senil.
  • Inhiben la función cerebral, regulando la baja síntesis de colesterol en el cerebro.
  • Aumentan el riesgo de depresión.
  • Aumentan el riesgo de diabetes.

 

Y si realmente tenemos el colesterol alto y hay riesgo cardiovascular, ¿qué podemos hacer?

La alimentación juega un gran papel en la salud cardiovascular, pero además de este factor también hay otros que pueden influir: la ansiedad y el estrés, infecciones crónicas de bajo grado, desequilibrios hormonales, tóxicos medioambientales, entre otros.

Por ello, antes de tomar pastillas hay una serie de hábitos que deberíamos cambiar:

  • Dejar de fumar y beber alcohol.
  • Eliminar el consumo de azúcares y carbohidratos refinados y procesados.
  • Evitar el consumo de aceites vegetales refinados (girasol, soja, maíz…).
  • Aumentar el consumo de grasas saludables: aceite de oliva virgen, aguacate, aceitunas, frutos secos, aceite de coco virgen, pescado azul, huevo.
  • Aumentar el consumo de verduras, hortalizas y frutas para obtener un buen aporte de antioxidantes, y aumentar el consumo de fibra alimentaria.
  • Evitar el estrés y aprender a relajarse.
  • Hacer más ejercicio físico, ya que mejora el perfil lipídico y tiene un efecto beneficioso en muchos de los factores implicados en el riesgo cardiovascular.

Además, también hay alimentos con propiedades hipocolesterolemiantes naturales que podemos incluir dentro la alimentación: el pescado azul, las legumbres como las judías mungo o las lentejas, la avena, el arroz integral, los vegetales de hoja verde oscuro, las semillas de lino y chía, las nueces, la bebida de escayola, la canela o el clavo de olor, entre otros.

Evidentemente, el Danacol o las galletas Flora para bajar el colesterol no entran dentro de los productos recomendables. Son productos procesados ​​con azúcares o edulcorantes añadidos y, en el caso de las galletas, carbohidratos refinados y aceites vegetales. Justamente todo lo que hemos dicho que no se recomienda y que puede empeorar la salud cardiovascular.

Conclusión

Las grasas y el colesterol no suponen un riesgo para la salud, sino que son necesarios para el funcionamiento óptimo del organismo. Por ello, no hay que asustarse si lo tenemos más alto de 200 o si el colesterol LDL está más elevado que el HDL. Estos valores tradicionales nos dicen poco, ya que por sí solos no muestran si hay un riesgo cardiovascular real.

Los hábitos de vida pueden aumentar el riesgo de enfermedades cardiovascular si no son saludables. Si somos personas sedentarias, fumamos o bebemos alcohol, vivimos estresados ​​y basamos la alimentación en productos procesados ​​con azúcares, carbohidratos refinados y aceites vegetales hidrogenados, estaremos aumentando el estrés oxidativo y fomentando un estado inflamatorio que favorecerá un aumento del riesgo cardiovascular. En cambio, si somos personas activas, evitamos tóxicos como el tabaco o el alcohol y consumimos alimentos reales, mantendremos arterias, corazón y el organismo en general en buen estado.

Evidentemente, las grasas saludables como el pescado azul, el aceite de oliva virgen, el aguacate, las aceitunas, el coco, los frutos secos y el huevo, forman parte de una buena alimentación y deben estar presentes en la alimentación diaria.

Gina Estapé
Gina Estapé

Dietista-nutricionista y creadora del Instagram y del blog My Healthy Bites.

  @ginaestape   @myhealthybites