El movimiento de los locavores
Tienen una página web y aparecieron por primera vez en 1995 cuando aseguraron que harían el esfuerzo de comer solo alimentos cultivados en un radio de 160 kilómetros alrededor de San Francisco. Poco a poco, el movimiento ha ido creciendo. Las universidades estadounidenses se han sumado a la iniciativa. En el Reino Unido, en 1997, solo había un mercado de agricultores; en 2002 ya «había unos 450 y el 70% se declaraban prósperos» aseguran Peter Singer y Jim Mason en el libro Com mengem. Australia, Japón e Italia también son unos avanzados. Aquí tenemos el Km0 y el slow food.
Vengo del mercado y acabo de encontrarme fresas. Pregunto de dónde son y me dicen que de Costa Rica. Pido por los espárragos y me cuentan que son de Sudáfrica. Y cuando he visto las cerezas, ya no me he atrevido a investigar más para saber de dónde venían, porque ya he deducido que también habían viajado unos cuantos kilómetros. En pleno mes de diciembre, ninguno de los cerezos de mi alrededor ni siquiera ha florecido.
«Un estudio británico calculó que los ingredientes para una sola comida, consistente en pollo tailandés, alubias rojas de Zambia, zanahorias de España, guisantes de Zimbabwe y patatas de Italia podrían haber recorrido un total de 39.209 kilómetros» explica el libro Com mengem: la importància ètica de les nostres decisions alimentàries, de Pagès Editors. En América del Norte, el WorldWatch Institute tiene calculado que una comida normal gasta diecisiete veces más petróleo, y que, «por lo tanto, es responsable de diecisiete veces más emisión de dióxido de carbono«.
El caso es que la distancia que recorren los alimentos «que se consumen en los países desarrollados ha aumentado». Y las consecuencias son lógicas. Unas fresas que han viajado por medio mundo antes de llegar al mercado de nuestro país no son un producto fresco. Pero es que, además, «ha costado una fortuna en combustibles fósiles para cruzar continentes».
Otros argumentos a favor del consumo de productos locales:
- Fortalecimiento de la economía local.
- Apoyo a agricultores locales.
- Protección del medio ambiente.
- La seguridad de que los alimentos locales y de temporada no han sido procesados (no han pasado por ningún proceso de congelación, deshidratación ni enlatado).
Por todo ello, el reto de esta semana es comer productos locales y de temporada durante siete días. Encuentra en esta experiencia la frescura y el sabor. A ser posible, buscad un campesino de confianza, ecológico a ser posible, que os explique los métodos que utiliza, y llevaos los productos a casa con la seguridad de que esa escarola tan solo ha recorrido un máximo de cincuenta kilómetros. Durante siete días, haced de locavores (término que hace referencia a las personas que consumen productos locales).