Esta sopa era un almuerzo muy frecuente en la antigüedad en muchos sitios de España; a media mañana, se tomaban las sopas de ajo para coger fuerzas y se les añadían uno o dos huevos, que se cocinaban con el calor de la sopa. En ciertos lugares de España es uno de los platos típicos de la cuaresma, acorde a las costumbres religiosas de no incluir carne. La recuerdo en especial como reconstituyente después de los bailes de fin de año en el frio León. Además, este plato tiene su punto intelectual, ya que algunas obras literarias hacen mención de él. El dramaturgo Ricardo de la Vega hizo un poema dedicado a las siete virtudes de las sopas de ajo: “Siete virtudes tienen las sopas quitan el hambre y dan sed poca. Hacen dormir y digerir. Nunca enfadan y siempre agradan…”
El ingrediente estrella de estas sopas es el ajo: una de las plantas de cultivo más antiguo y que se encuentra entre las veinte hortalizas más usadas en el mundo. Su sabor y olor penetrante se debe a la alicina, un aceite etéreo muy rico en azufre, capaz de combatir las bacterias y los procesos inflamatorios. Es, además, un antiséptico natural contra la acumulación de metales pesados y resulta beneficioso para los diabéticos y útil en las dietas sin sal. Contiene hidratos de carbono, proteínas, lípidos, calcio, fósforo, hierro, magnesio, vitaminas del grupo B y vitamina C.
La base liquida de esta sopa podría ser agua mineral, pero si se hace con un buen caldo vegetal el sabor mejora considerablemente. Los beneficios de un buen caldo son numerosos: son sanos, digestivos, nutritivos y reconfortantes; admiten un sinfín de variedades y son la base de cremas y sopas para todos los gustos, además de ser económicos y de fácil preparación; resultan una alternativa para aprovechar sobrantes de otros platos y son ideales para cocinar en más cantidad y tener a mano siempre un plato saludable; además son un ingrediente imprescindible para aportar sabor y vida de inmediato a cualquier plato de legumbres, cereales o verduras.
Para mí, los ingredientes base de un caldo vegetal que nunca fallarán son el ajo, la cebolla, el puerro, el apio, la zanahoria y alguna hoja verde como la col, las espinacas o la acelga. A partir de aquí se puede añadir cualquier otra verdura que tengamos en el fondo de la nevera. Y si se desea un toque más depurativo, se puede añadir un nabo daikon rallado, unas hierbas aromáticas como el perejil o la menta y, al final de la cocción, un chorrito de limón. Especies como la pimienta, el cardamomo, el laurel, el anís estrellado, o incluso la canela, le aportarán un toque personal y un valor terapéutico. A mí me encanta poner un par de clavos de olor, tanto por sus cualidades culinarias como medicinales.
Los ingredientes de las sopas de ajo que hacía mi abuela eran muy simples: caldo vegetal, pan de hogaza reposado del día anterior, pimentón, laurel y ajos. A esta receta yo le he añadido un par de ingredientes más que aprendí de un amigo cocinero francés y que le aportan, además de un sabor espectacular, propiedades medicinales. Son dos ingredientes de origen mediterráneo y muy comunes en nuestra cocina: el tomillo y el romero, que, a pesar de no aparecer en ninguna pirámide alimentaria, su aporte tanto medicinal como su contenido en nutrientes es significativo. Tienen propiedades antioxidantes, antiinflamatorias y son uno de los ingredientes más ricos en potasio, un mineral especialmente indicado para mejorar la hipertensión, la salud del corazón y de los huesos.
El otro ingrediente que incorporé y que me gusta utilizar de vez en cuando es la mantequilla, sobretodo que sea de calidad, artesanal y de animales saludables con sello biológico. Es un alimento que nos nutre muchísimo tomando poquita cantidad, lo que lo hace ideal para niños, deportistas, personas con poco apetito, en épocas de frío, etc. El intenso sabor de la mantequilla nos ayuda a enriquecer muchas recetas y, consumida con moderación, no aumenta la grasa corporal, ya que los ácidos grasos que contiene no se almacenan. La mantequilla contiene sobre todo selenio y yodo, pero también manganeso, cromo, zinc y cobre, entre otros. Destaca por su contenido en vitaminas A (20 g de mantequilla cubren el 20% del aporte diario recomendado), buena para los ojos, la piel y el crecimiento, y contiene un buen aporte de vitamina D, esencial para ayudarnos a absorber el calcio.
Otra opción en lugar de mantequilla sería utilizar el ghee o mantequilla clarificada, receta de la cultura ayurvédica de la India y que podemos comprar hecha o preparar nosotros mismos con nuestra mantequilla habitual. El proceso de elaboración permite que la mantequilla quede libre de lactosa y con menos grasas saturadas, por lo que es más ligera y digestiva. Una vez elaborada, la podremos usar incluso para cocinar, ya que resiste altas temperaturas sin peligro de toxicidad. El único truco que tiene esta sopa es encontrar la proporción entre caldo y pan que más guste. A mí me gustan espesas, pero se pueden hacer como se prefiera. El resto es tan fácil que parece increíble que quede una sopa de sabor tan espectacular y con tantos beneficios.
La receta
Ingredientes del caldo vegetal:
- Cebolla
- Puerro
- Ajos
- Zanahorias
- Nabos
- Apio
- Granos de pimienta de colores
- Laurel
- Sal marina
- Perejil
- Clavo de olor
Ingredientes de la sopa:
- Mantequilla bio (o ghee)
- Ajos
- Pan integral de centeno del día anterior
- Pimentón de la vera
- Hojas frescas de tomillo y romero
Preparación:
- Preparar el caldo vegetal poniendo todos los ingredientes (y todos lo que se deseen) en abundante agua mineral. Cuando rompa a hervir, dejar cocer a fuego medio durante una hora, hora y media. Colar las verduras, triturarlas en una crema y reservar el caldo.
- Rallar los dientes de ajo pelados y dorarlos ligeramente en un poco de mantequilla o el ghee, en la olla en la que se vaya a preparar la sopa. Añadir un poco de caldo para que sobre todo no se quemen. Según se vaya quedando sin líquido, añadir más caldo y dejar que lentamente se forme un jarabe. Añadir el resto de caldo vegetal, el pan cortado muy fino y dejar cocer a fuego lento durante 15-20 minutos. Añadir el pimentón y las ramitas de romero y tomillo y dejar 10 minutos más hasta que se emulsionen bien todos los sabores.
Que lo disfrutéis,
¡Mucha salud!