Ha quedado científicamente probado que, en los últimos cincuenta años, la extensión de hábitats adecuados para la vida está disminuyendo.

Por lo tanto, todos los datos demuestran que la integridad de la diversidad biológica, desde hace cincuenta años, no ha hecho más que retroceder.

Ha quedado meridianamente claro que, en los últimos cincuenta años, la diversidad y presencia de polinizadores está disminuyendo.

Igual que el número de peces en el mar.

La calidad del aire, la calidad del agua y la regulación del clima empeoran a velocidades supersónicas desde hace al menos cincuenta años. Es una evidencia indiscutible.

El carbono orgánico en la tierra agrícola, es decir, la materia orgánica, no ha dejado de reducirse en los últimos cincuenta años, y con ella se reduce la fertilidad de la tierra, que es el sustento de toda la Vida.

Para no extenderme mucho más, en los últimos cincuenta años, lo que aumenta claramente son dos cifras, la cantidad de tierra agrícola dedicada a la producción de combustibles en detrimento de comestibles (en forma de falsas energías verdes) y la cantidad de tierra dedicada a la producción de piensos para animales estabulados.

Y poco más o menos este es el resumen de todos los informes que la ciencia de la agricultura está produciendo en los últimos cincuenta años.

Me pregunto entonces, ¿por qué desde hace cincuenta años la ciencia de la agricultura sigue apoyando la industrialización y la modernidad que provoca este apocalipsis?

Gustavo Duch
Gustavo Duch

Coordinador de la revista Soberanía Alimentaria, Biodiversidad y Culturas. Autor de libros como Lo que hay que tragar, Alimentos bajo sospecha, Sin lavarse las manos y Mucha gente pequeña.

  @gustavoduch   @duch.gustavo