“La primavera la sangre altera” es un conocido dicho popular muy cierto. En esta época del año son muchos los cambios –tanto ambientales como de estilo de vida– que requieren una adaptación por parte del cuerpo.
Por un lado, son frecuentes los cambios de temperatura, ya que entre la mañana y el mediodía hay una notable diferencia de grados. Por otro, nuestro biorritmo y estilo de vida también cambian: el hecho de que el día se alargue comporta inevitablemente estar más horas fuera de casa y hacer pequeños cambios en los horarios de las comidas.
Durante el proceso de adaptación, puede ser que sintamos una sensación de fatiga y debilidad generalizada que, con el tiempo, se ha diagnosticado como trastorno y que es conocida como astenia primaveral. La astenia, como trastorno, se puede dar durante todo el año, pero es durante los cambios de estación –y en especial en otoño y primavera– cuando es más fuerte.
La astenia primaveral afecta a una de cada diez personas, especialmente mujeres entre veinte y cincuenta años. Además de mantener una buena alimentación y de dormir las horas necesarias, la práctica moderada de deporte es uno de los mejores consejos saludables que hay para combatirla. El deporte es favorable porque genera betaendorfinas, que minimizan los efectos de la astenia primaveral.
Para un deportista, tener astenia primaveral puede llegar a convertirse en una limitación, ya que puede dificultar cumplir con las horas de entrenamiento o los objetivos, debido a la falta de energía y de motivación que conlleva.
Las betaendorfinas
Las betaendorfinas son una sustancia química producida por el cerebro que es capaz de alterar el funcionamiento de otras células. Las betaendorfinas se conocen como “los neurotransmisores de la felicidad, el bienestar y el placer”, ya que son las que despiertan la sensación de alegría y felicidad. Si, por contra, los niveles de betaendorfinas bajan, la sensación es de malestar generalizado y decaimiento.
Para intentar combatir y prevenir la astenia primaveral es fundamental mantener unos hábitos de vida saludables. Es imprescindible:
- Llevar un ritmo de vida ordenado.
- Respetar las horas de sueño.
- Hacer ejercicio físico moderado.
- Seguir una dieta saludable y equilibrada.
Seguir una alimentación sana es una condición fundamental para que el organismo obtenga los nutrientes que necesita con la finalidad de poder estimular el sistema inmunitario y de poder combatir los síntomas. Un buen ajuste en la dieta proporcionará al organismo los grupos de nutrientes fundamentales: proteínas, hidratos de carbono, grasas, sales minerales, vitaminas y agua.
Dentro del grupo de los hidratos de carbono, es preferible tomar del grupo de los complejos, con un contenido elevado en vitamina B, como los cereales integrales, el arroz, el mijo o la avena.
Podemos, además, aumentar la dosis de alimentos que nos aportan energía –como los dátiles, las legumbres, los frutos secos– y la de alimentos ricos en vitamina C –kiwi, mango, piña, palosanto, cítricos, melón, fresas, pimiento y tomates– y vitamina B –verduras de hoja verde de la familia de las coles, coliflor, brócoli, cereales integrales y legumbres.
La dieta también debería ser rica en minerales, que se encuentran en las verduras de tierra redondas, de raíz y de hoja y también en las algas.
A parte de eso, en primavera es recomendable hacer una dieta que ayude a eliminar el exceso de toxinas almacenadas en el organismo; por lo tanto, aprovechamos para incorporar ensaladas, frutas y semillas.