Por lo que se puede leer, uno de los factores clave, lógicamente, es analizar la composición nutricional de los alimentos en competición. Se valoran positivamente aquellos cuya composición nutricional es “equilibrada y con mayor concentración en compuestos polifenólicos, carotenoides, sustancias de carácter antioxidantes, con propiedades nutracéuticas, que proporcionan beneficios para la salud”. Probeta en mano, se cuantifica y compara la cantidad de azúcares, vitamina C, ácidos orgánicos y compuestos fenólicos, entro otros, que cada candidato aporta. Además de los beneficios nutricionales, el informe revisa las últimas investigaciones relacionadas con “la calidad sensorial”; es decir, los factores que “contribuyen a la agradabilidad de los alimentos”, conocidos como atributos organolépticos de los alimentos. El sabor y la calidad nutricional suelen ir de la mano.
Más aún, el informe recoge los resultados de las investigaciones, que han procurado saber qué ocurría en el organismo después de alimentarse con un alimento u otro. Han revisado desde la actividad antimutagénica y antioxidante en animales de laboratorio alimentados con los diferentes aspirantes a superalimentos, hasta sus efectos durante el embarazo, los efectos alergénicos en niñas y niños en crecimiento o los factores de riesgo de enfermedades cardiovasculares.
Pero el informe –y me parece fundamental– va más lejos. Para vencer en el concurso de superalimentos, hay que ser bueno en cuestiones relacionadas con la salud del planeta. Así, analiza las repercusiones medioambientales durante su producción, como la erosión del suelo, la reducción de la biodiversidad, la contaminación de acuíferos, el calentamiento global, el consumo de energía o la liberación de gases de efecto invernadero o, al contrario, su capacidad de capturar carbono.
Y, del todo innovador, añade una última categoría. Estos alimentos, socialmente, ¿tienen potencial para proporcionar comida suficiente que permita alimentar a la humanidad? Su producción y distribución ¿contribuyen a beneficiar la economía local o, por el contrario, violan derechos humanos básicos? ¿Son una oportunidad para la pequeña agricultura y ganadería?
Lechugas, naranjas, carne de vacuno, huevos, coliflores, tomates, manzanas… Todos estos alimentos –y muchos más– son los superalimentos ganadores, siempre y cuando estén producidos bajo condiciones agroecológicas, es decir, a partir de una agricultura ecológica local estricta que “minimiza el uso de insumos externos y fomenta la autosuficiencia de las explotaciones, que reduce los impactos sobre el sistema y armoniza las dimensiones ambientales y productivas de los sistemas agrícolas”, pero que también tiene en cuenta otras implicaciones “como son las relacionadas con el medio ambiente, la salud humana y los aspectos sociales, económicos y éticos”.
Personalmente, aplaudo el veredicto de este informe de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica/Agroecología (SEAE) publicado hoy, porque los mejores alimentos son los que cuidan la tierra para cuidar la Tierra , como diría el poeta Jorge Riechmann.