Hay cuatro reglas de oro para mantener en raya el sobrepeso infantil, que en Cataluña afecta a un 42,5% de los niños entre seis y diez años. La primera es la pauta de una alimentación saludable normocalórica; la segunda, la mejora de los hábitos; la tercera, el aumento de la actividad física diaria; la última, y también muy importante, el control de las emociones.
Marta Ramon, jefe de la sección de Endocrinología del Hospital Sant Joan de Déu, subraya que la obesidad y el sobrepeso infantiles se mantienen a raya si se adquieren hábitos correctos de comer sano.
Unos hábitos saludables, según la endocrinóloga, pasan por planificar los horarios de comer. “La primera norma es no saltarse ninguna comida”. En este sentido, el desayuno es imprescindible, porque, después de las horas de la noche sin comer, el cuerpo se debe poner en marcha con una aportación de glucosa, que mantendrá activo el cerebro.
Una propuesta de menú saludable según Josefina Llargués
Desayuno
– Una pieza de fruta fresca de temporada o un zumo natural recién hecho
– Pan integral con miel, mermelada, queso fresco…
– Un vaso de bebida vegetal de almendras, avellanas, arroz, quinoa, etc., sin azúcares añadidos o un yogur natural, si se toman lácteos
A media mañana
– Una pieza de fruta o cuatro o cinco frutas desecadas (dátiles, higos, orejones, etc.)
Comida
– Una ensalada variada
– Un guiso de legumbres con verduras y hortalizas y un cereal (arroz, cuscús, quinoa, etc.)
– Un puñado de nueces, almendras, piñones o avellanas
Merienda
– Un yogur y uvas o cualquier otra fruta de temporada, o un bocadillo pequeño con pan integral con tomate y aceite de oliva virgen y relleno de lo que más le guste al niño
Cena
– Una crema de verduras
– Pescado al vapor acompañado de un salteado de zanahoria, brócoli, puerro, etc.
– Una manzana cruda o al horno
“Los casos de sobrepeso u obesidad que me encuentro en la consulta son de niños que no desayunan, que pasan directamente de cenar a comer, y es entonces, a mediodía, cuando tienen mucho hambre, y comen demasiado”.
Así pues, desayuno (a primera hora y a media mañana) comida, merienda y cena. Las cinco comidas necesarias y, con una característica común, comer equilibrado. “Para que los niños entiendan qué quiere decir, les hago un dibujo, y les enseño cómo deben ser los platos, qué alimentos deben contener: verdura y hortaliza (cruda o cocido) de primero; proteínas y hidratos de carbono, de segundo”.
La endocrinóloga refuerza las explicaciones teóricas con preguntas “muy sencillas”: “Qué te parece más saludable: un croissant o una manzana?” A partir de aquí, Marta Ramon les hace saber que cuánto más procesos de elaboración haya pasado un alimento, menos saludable será. “Una manzana buena ha pasado cero procesos de elaboración; solo la han cogido del árbol”.
Después de las explicaciones sobre la comida, el segundo consejo es el deporte. “Es ideal que hagan actividad física diaria, que tengan el hábito de andar, subir escaleras”. Si, además, “se aficionan a un deporte de competitividad, perfecto, porque el ritmo de la actividad les hará hacer un cambio radical, ya que se darán cuenta de que, para rendir, deberán cuidar su alimentación”.
La dietista-nutricionista de la Associació Catalana de Dietitistes-Nutricionistes, Rosa Baró, remarca la idea de no hacer una pauta de “dietas restrictivas, porque para los niños no funcionan, y porque son perjudiciales para su desarrollo”. Es más importante “implicar a toda la familia para tener una alimentación saludable, que ir por el camino de la restricción”, añade Baró.
A la hora de hablar de las causas, señala la alimentación desequilibrada y el sedentarismo; “son las más frecuentes en el 95% de los casos”. De hecho, el riesgo de tener obesidad “aumenta un 12% por cada hora de televisión al día, y disminuye un 10% por cada hora de actividad física diaria”. El mejor tratamiento, según ella misma, es la prevención desde el nacimiento. ¿Cómo? “Con la lactancia materna, evitando el uso del biberón como calmante del lloro o como inductor del sueño”. Y después, durante la edad escolar, “haciendo controles periódicos de peso y altura, no utilizar los alimentos como premio o como castigo, evitar las bebidas azucaradas, no picar y, sobre todo, durmiendo suficiente”.
De todas formas, “el contexto es preocupante”, afirma Joan Bel, jefe de la Unidad de Endocrinología Pediátrica del Hospital Germans Trias i Pujol. “El exceso de peso es una consecuencia directa del desequilibrio entre la ingesta y el gasto”. Por ejemplo, si cada día el niño come 30 g de más, al mes será un kilo.
Por todo ello, la Societat Catalana de Pediatria (SCP) y el grupo de trabajo de endocrinólogos de la misma sociedad, ha impulsado un trabajo conjunto, cuenta Álvaro Díaz, pediatra y vocal del SCP. “Los pediatras recuerdan a las familias cuál es la pirámide nutricional, cuáles deben ser los alimentos diarios de las comidas y cuáles son los excepcionales, porque es justo esta pirámide la que se ha olvidado”. Después, cuando detectan un caso con un índice de masa corporal preocupante, los pediatras derivan los casos a los endocrinólogos, y finalmente, según la gravedad de los casos, a las unidades especializadas de los hospitales. Un ejemplo es el Hospital Vall d’Hebron, que tiene la Unidad de Obesidad Infantil, que depende del Servicio de Endocrinología Pediátrica.
“El exceso de peso infantil es el germen de enfermedades de adultos”, dice Álvaro Díaz, ya que órganos del cuerpo como el corazón, el hígado, las articulaciones o los hombros sufren sobrecarga. También hay otras enfermedades derivadas, como arteriosclerosis, hipertensión arterial, diabetes mellitus o, también, ataques de corazón. La dietista-nutricionista Rosa Baró también añade, como conclusión, las repercusiones psicosociales, “como la exclusión social y la baja autoestima”.