La doctora Ana María Plaza Martín, jefa del Servicio de Alergia e Inmunología Clínica del Hospital Sant Joan de Déu, asegura que “las alergias alimentarias han aumentado, de forma que entre un 6 y un 8% de los niños tienen una”. Y aumentará, en los próximos años, hasta un 10%. Si hablamos de la población en general, el porcentaje subirá hasta un 15 o un 20%.
¿Por qué? Para entenderlo, hay que pensar en una balanza. Por un lado, hay la prevención del sistema inmunitario. Por otro, la capacidad de desarrollar enfermedades alérgicas. “En los países industrializados, no hay infecciones, porque hay mucha higiene y mucha prevención con las vacunas, y entonces se descompensa la balanza y se pueden desarrollar las alergias”. Ahora bien, también hay que decir que “los niños que las desarrollarán serán aquellos con un condicionante genético”.
Esta explicación hace entender por qué en África hay menos expresión de enfermedad alérgica a pesar de que hay los mismos condicionantes genéticos que en Europa. La balanza inmunológica está descompensada hacia el lado de las infecciones.
Médicamente, los estudios refuerzan la prevención, pero de momento hay muchas vías que todavía no están definidas. “Hemos pasado por fases, ahora ya obsoletas, que aconsejaban dietas estrictas sin alimentos alérgenos para embarazadas y para lactantes con antecedentes familiares, pero ahora hemos comprobado que puede ser incluso contraproducente”.
La doctora Plaza, que también es la presidenta de la Sociedad Española de Inmunología Clínica y Alergia Pediátrica, comenta que la única prevención segura de momento es no avanzar ni atrasar la introducción de ningún alimento. “Si se hace demasiado pronto, el intestino no será suficientemente maduro, pero si se retrasa más de la cuenta, entonces también puede ser perjudicial porque ha tardado demasiado en ponerse en contacto con aquel alimento, y por lo tanto puede desarrollar la alergia”.
Como tratamientos innovadores, Plaza revela uno que no sirve para toda la población alérgica ni para todos los casos, que consiste en suministrar diluciones de los alimentos que provocan alergia hasta que el niño llega a tolerar el alimento.
Victòria Castell, responsable del Comité Científico Asesor de la Agencia Catalana de Seguridad Alimentaria, indica que a partir del 13 de diciembre de 2014, entrará en vigor una nueva normativa comunitaria en materia de etiquetado de los alimentos que obligará a facilitar información sobre cualquier ingrediente o coadyuvante tecnológico (como por ejemplo los aditivos) que pertenezca o derive de uno de los grupos de alimentos considerados alérgenos “y que ya se debe indicar actualmente en la etiqueta de los productos envasados”. Ahora bien, con esta normativa, se quiere “incrementar la protección de la salud de los consumidores afectados de alergias alimentarias y sobre todo facilitarles el consumo de alimentos en establecimientos de restauración”.
Por otro lado, Maria Àngels Pie, vicepresidenta de Immunitas Vera, asociación de Alérgicos Alimentarios y al Látex de Cataluña, relata que los niños enseguida son muy conscientes de lo que pueden y no pueden comer; la sociedad, no. Para empezar, “las reacciones de una intolerancia o de una alergia son muy diferentes, porque en una alergia, según como sea, puede haber muerto en cinco minutos”.
Además, hay alergias que no solo son por ingesta, sino también por contacto o por inhalación del alimento. Esto significa que si un niño es alérgico a la leche, las tizas habituales de la escuela son fuente de peligro, porque están hechas con caseína. “En la página web de la asociación tenemos publicados los ingredientes alérgenos de todos los materiales escolares habituales, por ejemplo”.
En cuanto al etiquetado de los alimentos, la vicepresidenta de Immunitas *Veras cuenta que en 2013 la asociación recibió cuatro alertas por chocolates negros que no indicaban que contenían trazas de leche.
En la Fundación Roger Torné, el pediatra Manuel Praena, elabora una lista exhaustiva de los alimentos implicados en las alergias alimentarias, que son: leche (especialmente niños), pescado (niños mayores y adultos), huevos (sobre todo niños), frutos secos (todas las edades), soja (principalmente niños hasta el punto que un 30% de personas con alergia a la leche de vaca tienen también alergia a la soja), trigo (principalmente niños), mariscos, como camarón, cangrejo y langosta (todas las edades).
Finalmente, el médico Javier Subiza, director médico de Alergología de Thedoctors.es, y especializado en alergias, asegura también que las alergias alimentarias infantiles han aumentado junto con las respiratorias y las cutáneas durante los últimos veinte años. “La hipótesis más importante del porqué es la higiene excesiva y, por lo tanto la falta de exposición a los gérmenes, hecho que provoca un cambio en el sistema inmunitario, que acaba derivando en una reacción alérgica”.
Dicho de otra forma, el sistema inmunitario está diseñado para estar expuesto a microbios y a bacterias, porque así está activo y produce los anticuerpos buenos, que eliminarán la infección. Ahora bien, actualmente hay un exceso de higiene y también “una alimentación estéril y muy procesada”. De aquí que sea tan importante la leche materna y los alimentos de verdad, la comida comida, como la de Km 0, “lo que comían nuestros abuelos”.
La industria alimentaria ha intentado paliar esto con los probióticos para introducir bacterias que activen el sistema inmunitario, pero “los resultados beneficiosos no son concluyentes y, por lo tanto, no se puede decir que esta sea la vía”. La única efectiva es la de la alimentación alejada de comidas procesadas.