Estamos viviendo una época con un bombardeo constante y sostenido de estímulos que nos alteran y que se manifiestan en trastornos del descanso y el estado de ánimo: agitación, nerviosismo, ansiedad e insomnio, que, si se sostienen en el tiempo, acaban afectando al sistema inmunitario. Y, ahora más que nunca, no nos lo podemos permitir.
Todos hemos constatado alguna vez la relación directa que hay entre el sistema nervioso y las defensas: ¿Cuántas veces hemos enfermado después de un periodo de mucho trabajo o de una época de exámenes?
¿Qué conexión hay entre el sistema nervioso y el inmune?
Ante situaciones que representan un gran desafío –psicológico o físico–, el cuerpo activa el sistema de supervivencia y prepara una respuesta rápida y efectiva para hacer frente a este estímulo desequilibrante.
La respuesta activa el sistema nervioso simpático y desencadena una cascada de neurotransmisores y hormonas –la adrenalina, la noradrenalina y el cortisol– y anula otros –la serotonina y la dopamina– con el objetivo de canalizar toda la energía del cuerpo y cancelar las funciones “no esenciales”. Pero ¿qué pasa cuando este estado de alarma no es puntual, sino que se mantiene en el tiempo?
La liberación continuada de cortisol inhibe la respuesta inmunitaria del cuerpo y nos hace más vulnerables a procesos infecciosos. De este modo, la estrategia de supervivencia del cuerpo se nos gira en contra y reduce la efectividad del sistema inmunitario. Al mismo tiempo, el déficit de serotonina y dopamina desencadena estados de depresión y ansiedad e inicia, así, un círculo sin fin.
La importancia de cuidar el intestino, nuestro segundo cerebro
Del mismo modo que los estados estresantes nos alteran el sistema inmunitario, también afectan a los intestinos y la microbiota. Y es que los intestinos y el cerebro mantienen una comunicación constante mediante hormonas, neurotransmisores y el nervio vago.
Ante estados de ansiedad y nerviosismo como el actual, el intestino libera sustancias proinflamatorias que acentúan la permeabilidad intestinal y que, a la vez, desequilibran la microbiota y facilitan que entren bacterias y tóxicos en el intestino, lo que hace que el sistema inmunitario sea menos efectivo.
Un ciclo que no para y que tenemos que cuidar
El eje cerebro-intestino-sistema inmunitario está íntegramente relacionado y tiene una relación de reciprocidad muy estrecha. Hay que cuidar estos tres puntales de la salud con la misma intensidad.
Cuidar la alimentación y, de rebote, la salud de la microbiota es clave para mantener la salud global. Tenemos que rebajar los alimentos estimulantes y tóxicos –café, té, alcohol y tabaco–, y eliminar los alimentos procesados y los azúcares refinados, que promueven estados de disbiosis intestinal. Además, tenemos que potenciar una dieta rica en fibras prebióticas con frutas y verduras de temporada y alimentos prebióticos, como fermentados y lácteos.
También hay que cuidar la salud emocional con consejos tan sencillos como estos:
- Mantener la mente activa con actividades como leer, cocinar, pintar…
Buscad un momento cada día para dedicároslo; ¡aunque solo sean diez minutos! - Mantener el contacto social con amigos y familiares, aunque sea digitalmente
Hablan de distanciamiento social, ¡pero quieren decir distanciamiento físico! Ahora más que nunca, no nos tenemos que sentir solos. - Practicar ejercicio físico de forma regular
Ayuda a reducir el estrés y produce endorfinas que generan relajación y bienestar. - Aprender a controlar las emociones
Buscad herramientas para calmar el estado anímico como el yoga, la meditación o la atención plena. - Buscar un sueño reparador
El estrés sostenido reduce los niveles de serotonina y, de rebote, los de melatonina. Si os cuesta conciliar el sueño, el complemento Melatonina de la casa Santiveri será un gran aliado. Si el problema es que no tenéis un sueño reparador, los principios activos del complemento Sueño de la amapola, la valeriana y la pasiflora os ayudarán a tener un sueño natural y profundo.
No solo hay que llegar a todo, ¡sino que hay que llegar bien!
Pero la clave es rebajar la agitación y el nerviosismo, y aumentar la calma. Para compensar el déficit de serotonina, la hormona de la felicidad, el triptófano es un gran aliado, puesto que es un percusor natural. La casa Santiveri, pionera en alimentación saludable y suplementación natural, nos presenta Triptófano con vitamina B6, que une los beneficios del triptófano con los de la vitamina B6 para ayudar a hacer que el sistema nervioso funcione como es debido.
Los probióticos también son una de las estrategias más innovadoras cuando hay un déficit de serotonina. Las bacterias de Florase Ansia actúan como psicobióticos sintetizando triptófano, con lo cual ayudan a recuperar los niveles normales de serotonina con la ayuda de Hericium y Griffonia, dos plantas medicinales que aportan otros percusores de la serotonina.
Y finalmente, la Ashwagandha, conocida popularmente como ginseng indio, ayuda a mantener los niveles normales de energía y vitalidad. El complemento Positive, con azafrán y Ashwagandha, ayuda a mantener el estado de ánimo y el bienestar mental.