Foto-portada-artículo-macro-FinestraLa macrobiótica, tal y como la explicó su primer difusor en Occidente, George Ohsawa, es la aplicación práctica de las leyes del cambio de la naturaleza. De los términos griegos macro, que significa ‘grande’, y bios, que significa ‘vida’, la macrobiótica puede definirse como una herramienta que permite aprender a vivir en armonía, adaptándonos a los constantes cambios de los ciclos de la naturaleza. Por tanto, mucho más que una simple corriente de alimentación más o menos de moda, la macrobiótica es una filosofía que puede aplicarse a todas las áreas de la vida y que, a través del equilibrio, halla la salud integral, es decir, la física y la emocional.

En términos generales, la aplicación de la macrobiótica en la salud y la alimentación enfatiza el consumo de granos y de vegetales frescos y evita la carne, los lácteos y los productos procesados con el objetivo de proporcionar al cuerpo todos los nutrientes esenciales para su funcionamiento óptimo, sin cargarlo de toxinas u otros excesos que deberían ser expulsados o almacenados en el organismo. Teniendo en cuenta que el cuerpo está en constante cambio y adaptación a su entorno, sus necesidades también se modificarán a lo largo de la vida. Así, la idea básica es equilibrar los efectos de los alimentos ingeridos con todos los demás elementos que influyen en la salud del organismo e ir ajustándolo de la forma más pacífica posible.

¿Y cómo se halla el equilibrio? Según la filosofía macrobiótica, todos los elementos de la naturaleza están compuestos por una energía yin (una energía fría y expansiva) y una energía yang (una energía cálida y contractiva).

  • Alimentos yin (energía fría, de expansión, volátil y superficial, que provoca dispersión): azúcar, miel, pan blanco, lácteos, bebidas alcohólicas, aceites refinados, leche de soja, frutas tropicales, algunas verduras como las patatas, el tomate o la berenjena, café, vinagre, etc.
  • Alimentos yang (energía caliente y contractiva, con un efecto acumulativo que tonifica): condimentos salados, huevos, carnes y grasas saturadas,  embutidos, etc.

Para conseguir el equilibrio óptimo, una dieta sana debería buscar el balance entre estos dos polos opuestos, asegurando que no nos pasamos por exceso o por defecto de ninguno de los dos, pero teniendo en cuenta, a su vez, las necesidades específicas de cada individuo en cada momento de su vida.

Además del balance de estos dos grupos de alimentos, la macrobiótica entiende que una dieta saludable debe basarse en el consumo de alimentos ecológicos, de temporada y de proximidad, reduciendo el consumo de azúcares y de harinas blancas, alcohol y otros tóxicos y aumentando el consumo de alimentos integrales y alcalinizantes como las algas, el tamari o el miso.

De hecho, la mayoría de los alimentos industriales que se consumen en Occidente tienen fuertes cargas de yin o de yang y tienden a acidificar el organismo. Por eso la macrobiótica propone enfatizar los grupos de granos integrales y de vegetales, que cuentan con proporciones menos pronunciadas de yin y de yang, lo que facilita el correcto balance entre las dos energías.

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¿Y cuáles son los ingredientes estrella de la macrobiótica?

Si sois amantes de este tipo de alimentación o queréis empezar a adentraros en ella, a continuación os resumimos algunos de los productos estrella de la dieta macrobiótica que no deben faltar en vuestra despensa. Empresas como La Finestra sul Cielo, expertos en este tipo de alimentación desde 1978, disponen de un amplio catálogo de este tipo de productos con casi setenta referencias disponibles.

  1. Miso: Es un condimento salado y fermentado a base de soja, sal y cereales. En la cocina se utiliza como condimento para la preparación de menestras y sopas o para elaborar salsas. Existen diferentes variedades según los cereales que contenga. Llamamos hatcho miso a la variedad de miso elaborada solamente con soja y sal; genmai miso, al miso blanco producido a base de arroz; natto miso, al condimento japonés que mezcla miso con jengibre, y mugi miso, al miso de cebada.
  2. Algas (kombu, wakame, nori, hijiki, arame…): Son otro alimento básico en la alimentación macrobiótica. Son una fuente extraordinaria de sales minerales (calcio, hierro, yodo) y de vitaminas.
  3. Umeboshi: Es una variedad de ciruela recolectada cuando aún está verde y puesta con sal junto a hojas de shiso, que la colorean de rosa. Durante este proceso, desarrolla un sabor ácido y salado, perfecto como acompañamiento para cualquier tipo de verdura. Las podemos encontrar en forma de vinagrepuré e incluso pastillas.
  4. : Conocido como té de tres años, es un tipo de té verde japonés cultivado a día de hoy aún de manera tradicional y caracterizado por estar elaborado con las ramas (kukicha) o hojas (bancha) del té.

Para más información, podéis visitar www.lafinestrasulcielo.es

Marta Costa
Marta Costa

Periodista y posgrado en Comunicación Alimentaria.

  @marta_coor