Durante estas semanas, es habitual que nos abrumen los mensajes y publicidad que incitan a la compra compulsiva de productos que, en la inmensa mayoría de casos, no necesitamos. Supuestos descuentos, apetitosas promociones y grandes ofertas que ocupan buena parte del espacio de los medios de comunicación.
Campañas de “precios irresistibles” impulsadas por grandes multinacionales, capaces de conseguir precios de derribo a costa de trabajos precarios y condiciones laborales más que mejorables.
No es sencillo evitar la compra compulsiva e inconsciente tras decenas de impactos publicitarios que tratan de crear necesidades que no tenemos. Lo veo, hago clic y… ¡añadido al carrito de la compra!
Pero la suma de todas nuestras adquisiciones irreflexivas, realizadas por impulso de forma inocente, generan un impacto desastroso. No solo en nuestro propio bolsillo. También en la economía local, nacional y global. Y, por supuesto, en la sostenibilidad de modelos económicos “sanos” y en el medio ambiente.
Comprar es pensar
Son muchas las razones por las que debemos evitar el consumo irreflexivo y compulsivo. ¿Cuántas veces hemos adquirido por internet una camisa que solo nos hemos puesto una vez? ¿O hemos entrado en un bazar y hemos salido con un objeto absurdo que no hemos utilizado jamás?
Esa camisa que solo nos hemos puesto una vez seguramente no nos ha hecho más felices. ¿Sabemos a cuántos miles de kilómetros se ha fabricado y bajo qué condiciones laborales? Para envolverla y enviarla se han utilizado más plásticos de los necesarios. Y para que nos llegara a tiempo a casa, la empresa de mensajería ha generado un impacto medioambiental (por no hablar de los sueldos muchas veces inaceptables de los transportistas).
Ahora imaginemos que esa camisa la hubiéramos comprado en un comercio de nuestra ciudad. Y que la hubiera fabricado un sastre de la región vecina que utiliza materiales ecológicos. La reducción del impacto medioambiental es abismal.
Además, con nuestra compra apoyamos al comercio de proximidad, ese que realmente mueve la economía en un país, que permite a profesionales autónomos, microempresas y pymes seguir adelante. Y que también permite que artesanos, emprendedores, productores o diseñadores puedan desarrollar su talento, generar empleo y dinamismo económico.
Comercio electrónico, también de proximidad
Con todo ello no queremos, ni mucho menos, demonizar internet ni el comercio electrónico. Existen plataformas y tiendas virtuales independientes donde solo se venden productos de proximidad y calidad, que apuestan por proyectos solidarios, apoyan a artesanos y emprendedores, y minimizan al máximo el impacto medioambiental en sus envíos.
Detrás de estos comercios electrónicos independientes hay gente emprendedora, pequeñas empresas familiares que también apuestan por una economía más ética, consciente y reflexiva. Seguramente no nos ofrecerán grandes descuentos ni nos bombardearán cada tres minutos sobre la necesidad de un producto, pero sí nos asesorarán, podremos hablar directamente con ellos y nos garantizan un producto de calidad, elaborado bajo condiciones laborales justas.
Y este es el caso de etikmundishop.com, que apuesta por la economía circular apoyando a pymes, productores ecológicos y emprendedores, ofreciendo productos sostenibles, de comercio justo o elaborados por pequeños artesanos, y también apoyando a proyectos solidarios como Open Arms.
Por eso, aunque los descuentos son un poco más pequeños, sabemos perfectamente que estamos contribuyendo a una compra consciente, ética y responsable.
Ahora que llega la época de más consumo del año, es momento de replantearnos qué productos comprar, por qué comprarlos y a quién comprarlos.
Cada uno de nosotros tenemos el poder de decidir de qué forma queremos colaborar con la sostenibilidad económica y medioambiental del planeta.