La hipertensión arterial se conoce como “la muerte silenciosa”, ya que, aunque gran parte de la población la sufre, la mayoría lo desconoce. De hecho, según la OMS, las enfermedades cardiovasculares son la causa principal de defunción en todo el mundo.
Sabemos que en Catalunya la prevalencia de esta patología en el grupo de personas entre 18 y 65 años llega al 30%, mientras que en mayores de 65 años esta cantidad se eleva hasta un 65%. Por ello, no debemos menospreciarla, ya que implica un riesgo importante de morbimortalidad cardiovascular.
El problema principal de esta patología es que aproximadamente un 80% de la población que la padece no está controlada.
¿Qué es la hipertensión arterial?
La hipertensión arterial hace referencia a la patología crónica en la que los vasos sanguíneos presentan una tensión elevada tanto de las cifras de PAS (el número más alto, que representa la tensión que genera el corazón cuando bombea sangre al resto del cuerpo: presión sistólica) como de las de PAD (el número más bajo, que hace referencia a la presión en los vasos sanguíneos entre los latidos del corazón: presión diastólica).
De forma general, los valores medios deberían ser los siguientes:
- La presión arterial normal se da cuando es menor a 120/80 mmHg.
- Una presión arterial elevada o hipertensión se da cuando uno o ambos números de la presión arterial (PAS o PAD) son mayores de 130/80 mmHg.
- Si el PAS o presión arterial sistólica es igual o está por encima de 140 mmHg, hablamos de hipertensión.
- Si el PAD o presión arterial diastólica es igual o está por encima de 90 mmHg también hablamos de hipertensión.
En definitiva, cuanta más sangre bombee el corazón y más estrechas estén las arterias, mayor será la presión arterial.
Aunque en algunos casos la presión arterial elevada puede desencadenar dolores de cabeza, problemas respiratorios, sangrado nasal o cambios en la visión, los signos son muy inespecíficos, por lo que resulta complicado asociarlos a la patología. Así, es importante tener en cuenta que una persona puede tener la presión arterial elevada durante años sin presentar ningún síntoma claro. Es importante tenerla controlada, ya que los vasos sanguíneos y el corazón se van dañando.
¿Qué tipos de hipertensión arterial existen?
Encontramos dos tipos de hipertensión arterial:
- Hipertensión arterial esencial o primaria.Es de causa idiopática (desconocida), suele desarrollarse gradualmente en el transcurso de los años y representa el 95% del total de las personas hipertensas.
- Hipertensión secundaria a otra patología. A veces la presión arterial se eleva por una enfermedad no diagnosticada. Normalmente se asocia a patologías renales, endocrinas, coartación de la aorta, algunos medicamentos o tóxicos y también puede aparecer durante el embarazo o preeclampsia.
Un problema silencioso
La hipertensión arterial es un factor de riesgo importante que hay que tener en cuenta. Como ya hemos mencionado, su mayor peligro es que no produce síntomas por si sola o que estos no son muy claros, y esto puede llevarnos a situaciones graves sin haber podido prevenirlas antes de tiempo. Cuanto más elevada sea la presión arterial y más tiempo pase sin controlarse, mayor será el daño.
Actualmente las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de mortalidad en España.
La hipertensión puede afectar a distintas zonas del cuerpo y provocar daños importantes. Entre los más graves encontramos problemas de tipo:
- Encefálico: accidente vascular por falta de flujo o por ruptura de las arterias cerebrales, lo que conlleva una hemorragia o infarto. También se relaciona con problemas de memoria o comprensión.
- Cardíaco: la hipertensión puede endurecer y engrosar las arterias y provocar que el corazón sea incapaz de bombear suficiente sangre para todos los órganos del cuerpo. Esto puede acabar derivando en infarto de miocardio, ictus, insuficiencia cardíaca u otras complicaciones.
- Renal: unos vasos sanguíneos debilitados y estrechados en los riñones pueden provocar un mal funcionamiento de estos órganos y acabar generando una insuficiencia renal crónica, que a la larga hace necesario trasplantar el riñón o hacer diálisis.
- Arterial: arteriosclerosis, que puede ser coronaria (disminuye el flujo y se produce infarto de miocardio), aórtica (se produce un aneurisma) o de las arterias periféricas (isquemia).
- Retinopatía: vasos sanguíneos engrosados o estrechados que pueden provocar un desprendimiento de retina y ceguera.
¿Qué factores de riesgo se asocian a la hipertensión esencial o primaria?
Entre los factores de riesgo, destacaríamos los siguientes:
- Factor hereditario. Tiene una clara asociación con antecedentes familiares.
- Edad. El riesgo de hipertensión aumenta con la edad, ya que con el paso de los años los vasos sanguíneos se van debilitando y perdiendo elasticidad.
- Raza. Es más común en personas con ascendencia africana.
- Sexo. Los hombres suelen ser los más afectados. En mujeres, este riesgo se incrementa a partir de los 55 años.
- Exceso de peso u obesidad. A mayor peso, se necesita mayor cantidad de sangre para suministrar oxígeno a los tejidos.
- Estrés. Los niveles elevados de estrés pueden provocar que aumente la presión arterial de forma temporal.
- Sedentarismo. Las personas que no realizan ejercicio tienden a tener una mayor frecuencia cardíaca. Por lo tanto, el corazón debe hacer un esfuerzo mayor cada vez que realiza una contracción y se ejerce más fuerza sobre las arterias.
- Tóxicos como el tabaco y el alcohol pueden dañar el revestimiento de las paredes arteriales.
- Glucemia en ayunas alterada (prediabetes) o diabetes diagnosticada.
- Dieta elevada en sal y baja en potasio
¿Es tan mala la sal para las personas con hipertensión?
Siempre se ha dicho que, para la hipertensión, es necesario bajar el consumo de sal, porque tomar demasiada se asocia con la retención de líquidos y, en consecuencia, con un aumento de la presión arterial. Pero ¿hasta qué punto es esto cierto y necesario?
Las intervenciones dietéticas destinadas a reducir el riesgo de hipertensión tienen un interés e importancia realmente considerables en la salud pública. Existen diversos estudios que indican que restringir el sodio es eficaz a la hora de mitigar el riesgo de esta patología. Sin embargo, también es cierto que existen otros estudios que no encuentran relación al respecto o que arrojan resultados poco concluyentes. Por ejemplo, en este metaanálisis, vemos como varios estudios muestran evidencia limitada respecto a la mejora clínica y la reducción de la ingesta de sal. En este otro se indica que la ingesta dietética de sodio y potasio no está asociada con la presión arterial elevada en adultos sin antecedentes de hipertensión. Entonces ¿en qué quedamos?
La importancia del potasio
Cada vez es más frecuente encontrar estudios que investigan el papel del potasio y otros minerales a la hora de reducir la incidencia de la hipertensión. En este artículo, se discute que la proporción de sodio a potasio parece estar más fuertemente asociada con los resultados de la presión arterial que el sodio o el potasio por sí solos. Es decir, la evidencia indica que la interacción entre estos nutrientes juega un papel dominante en el desarrollo de la hipertensión primaria. Por lo tanto, el problema no radicaría únicamente en un exceso de sodio, sino en la falta de potasio de la dieta, que podría agravar la situación. De hecho, algunos estudios muestran que aumentar la ingesta de potasio podría incluso reducir más la tensión arterial que no únicamente limitando el sodio.
En este, se destacan los efectos protectores del potasio en la dieta sobre la vasculatura en presencia de una dieta alta en sodio. Y otros como este o este muestran como tomar más potasio reduce la presión arterial en personas con hipertensión y no tiene efectos adversos sobre las concentraciones de lípidos en sangre, catecolaminas o la función renal en adultos.
¿Cómo podemos prevenir la hipertensión arterial?
La parte positiva de esta patología es que podemos hacer cosas para reducir su presencia y mejorar la situación.
Un diagnóstico temprano de la presión arterial alta puede ser una gran ayuda para prevenir los problemas derivados. Para poder detectarla, existen distintas pruebas disponibles. La más habitual es el manguito de presión (esfigmomanómetro). De hecho, las personas mayores de dieciocho años deberían medirse la presión arterial cada año, sobre todo si hay historial de lecturas con presión arterial alta o factores hereditarios.
Por otro lado, lo que deberíamos hacer para reducir la hipertensión arterial principalmente es modificar el estilo de vida:
- Dejar de lado tabaco, alcohol y otras adicciones.
- Mantener un peso corporal saludable.
- Realizar ejercicio físico de forma regular, al menos 3-4 veces por semana y de forma vigorosa.
- Vigilar la relación entre la ingesta de sodio y potasio en la dieta.
- Reducir o gestionar el estrés.
- Beber suficiente agua.
Además, también existe el tratamiento farmacológico (como diuréticos, betabloqueantes, antagonistas de calcio, inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina y antagonistas de los receptores de angiotensina II) y es importante identificar posibles lesiones en los órganos diana.
En definitiva, aún es necesaria mucha investigación para extraer conclusiones definitivas respecto a ciertos aspectos relacionados con la patología, pero lo que debemos tener en cuenta –como con todo en esta vida– es que no debemos buscar un solo culpable de la situación, sino que debemos entender el contexto y trabajar sobre distintos puntos para intentar minimizar el problema.