Mestizaje, transgresión, atrevimiento y trabajo, mucho trabajo. Esto es lo que querían aportar los creadores de La Criolla, en la calle Muntaner de Barcelona, cuando decidieron sacar adelante este negocio. ‘Trabajo’ porque, desde el primer momento en el que hablas con Cutxo Suniaga y Celeste Seoane, te das cuenta de que son unos currantes, una pareja de amigos que hace tiempo que luchan y trabajan duro por un proyecto en el que creen plenamente; y también de que son gente auténtica.
Meditaron mucho el nombre que elegirían para el restaurante/bar/pastelería donde comemos hoy, pero se decantaron por La Criolla, primero, porque “es un nombre que engloba gente de muchas procedencias, como los que trabajamos aquí −Cutxo, por ejemplo, es venezolano, y Celeste es argentina−, y que creemos que representa también lo que vive ahora y ha vivido siempre Barcelona, un puerto históricamente importante del Mediterráneo”; y, segundo, para homenajear un antiguo cabaret homónimo situado en el corazón del barrio chino y que se convirtió, según los cronistas de la época, en el local más irreverente y explosivo de la Barcelona de los años treinta. Un reducto de libertad en momentos de represión. Y eso es un poco lo que ellos querían ser, dentro de un barrio como es el de Sant Gervasi: “una alternativa diferente, contemporánea, para gente concienciada, que quiere saber qué come, de dónde viene lo que come y qué le aporta”, relata Cutxo.
Venían del mundo de la repostería y, después de hacer algunos estudios de mercado, llegaron a la conclusión de que existía la necesidad de crear un espacio donde el cliente pudiera comer un producto de pastelería artesanal dentro de un contexto agradable. “Este ambiente se suele encontrar más bien en las cafeterías, que ofrecen producto prefabricado. Por este motivo, aquí, Celeste se encarga cada día de hacer a mano todos los pasteles, galletas, etc.”.
Tienen una gran variedad de tés, además, y el pan se lo hacen traer del horno Sant Josep, que trabaja con harinas ecológicas, masa madre y fermentación lenta. Todo esto en cuanto a los desayunos, pero el caso es que fueron ampliando el servicio de cocina hasta que llegaron a un menú que cambia cada día y que está formado por dos primeros y dos segundos elaborados con producto de temporada y de proximidad y , “en la medida de lo posible”, también ecológico, obtenido a través de los agricultores de Gallecs.
Cada día ofrecen una ensalada o una crema −siempre sin lácteos−, como la de tomillo, cosechada directamente de la cordillera del Montsant. Y, después, se puede elegir entre un plato con proteína vegetal y otro con proteína animal, aunque puede variar. Hoy, por ejemplo, hemos podido probar la gallinita de roca a la plancha con verduritas crujientes, arroz integral y salsa criolla, y un buen plato de macarrones integrales con tomate y alcachofas (un punto picantes, pero ¡muy sabrosos!).
Todo esto lo podéis regar con algún vino biodinámico disponible en la carta y rematarlo, claro, con los postres artesanales de la casa. “Todos los días trabajamos cada plato, nos esforzamos para preparar comida muy casera, sin pretensiones, pero bien hecha y con buen producto”. Intentan ser consecuentes con su manera de ver el mundo y tratan de presentar siempre opciones saludables y sostenibles.
Y, del mismo modo que no podemos hablar de la obra de Woody Allen sin tener en cuenta la ciudad de Nueva York, no podemos hablar de La Criolla sin hablar de su patio. Un patio que queda totalmente oculto desde fuera. Al pasear por la bulliciosa calle de Muntaner, no te puedes imaginar que tras aquellas puertas hay un espacio tan luminoso, tranquilo y verde. Un espacio para degustar las pequeñas creaciones de Celeste mientras devoras el último libro que te ha enganchado, por ejemplo. Probadlo.
Y para los socios de Ets el que menges, una botella de vino ecológico de regalo en la primera visita. En las siguientes, ¡un 10 % de descuento en la carta!
La Criolla
C/ Muntaner 423
Tel.: 93 362 34 45
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