Voy con los ferrocarriles catalanes hasta la estación de Muntaner; hoy tengo cita en el restaurante Taronget, un establecimiento con menos de cuatro años de vida regentado por una pareja de emprendedores de origen italoargentino.

El paseo por la calle Muntaner hasta llegar a la Diagonal es agradable, sin esfuerzo y con un tramo de vía entretenido, lleno de gente, y con un bullicio propio in crecendo a medida que me acerco a la Diagonal. Apenas cruzarla, a mano derecha, me adentro por el callejón del restaurante: el pasaje Lluís Pellicer. Una pareja me pide que les haga una foto en la entrada de esta calle gastronómica. Mientras miro por el objetivo, encuadrando a la feliz pareja, me hago cruces de la belleza del lugar. “Click”. Me despido y les deseo una buena estancia y sigo hacia mi objetivo.

A punto de llegar a la entrada del Taronget, una melodía italiana, aparentemente no enlatada, me despierta un sentido. Sacha, el cocinero y propietario argentino de origen italiano, está terminando de preparar la pasta fresca del día mientras canta. Fantástico, ¿no? La conclusión es clara, está haciendo lo que le gusta y, si tenemos en cuenta que se trata de un restaurante, predispone a pensar que la comida será buena y bien hecha.

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Vamos de menú, somos los primeros del turno y después de saludarlo (la cocina está a la vista de la sala), nos sentamos en una de las ocho mesillas del restaurante. Valentina, la otra socia del Taronget, nos acomoda.

Degustamos una sopa de bacalao con verduras, una ensalada de pepino marinado con salsa de queso, un risotto de champiñones y shiitakes, pasta fresca rellena de tomates secos, rúcula y requesón, y de postre un pudin de vainilla y plátano.

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Nada precocinado ni congelado: la cocina de Sacha es fresca, casera, sencilla pero creativa, de mercado, con muchos platos vegetarianos y con un uso cuidadoso del producto, entre otros, el uso de harinas eco.

A medida que avanza el mediodía, el restaurante se va llenando de americanas y trajes elegantes. Se trata de una zona con mucha oficina al mediodía y se nota por el ambiente que hay mucha clientela fija que valora una comida artesana y que te llena.

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La gente, en el Taronget, se encuentra como en casa y si la cocina que se ofrece te hace sentir bien, animado y sin pesadez en el estómago, no puedes pedir más para el principal break del día.

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Terminamos la velada con un chupito de Limoncello, que Sacha nos quiere ofrecer sí o sí. Lo hace él y por este doble motivo no me puedo negar.

Una delicia con limones eco que ya les gustaría a los de Sorrento y Amalfi hacerlo igual.

La próxima visita al Taronget será de noche, y descubriremos así las facetas culinarias de la carta de Sacha. Intuyo que la línea no cambiará, y si soy el primero de nuevo, seguro que me lo encuentro cantando y preparando la pasta o, tal vez, la base de un risotto.

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Por las noches organizan de vez en cuando conciertos en acústico y monólogos, así que si queréis un añadido a la velada, os recomendamos que os hagáis amigos de su facebook.

Salgo del restaurante con buen sabor de boca y yendo de nuevo hacia el tren. Decido seguir el curso natural de cualquier mortal después de una comida: un paseo llano y en bajada. El tren pues, lo cogeré en Provença.

El Taronget

Psg Lluís Pellicer, 24. Barcelona. 08036.

Tel. 93129 28 20.

www.eltaronget.com

Pep Soler 

Asesor gastronómico y director del Espai Boisà – Eventos culinarios con alimentación ecológica.
espaiboisa@espaiboisa.com