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Hoy tengo la suerte de contaros de primera mano cómo se cultiva y cuál es el origen de algunos de los plátanos ecológicos que comemos en España. Acompañada del técnico Ildefonso Acosta he podido recorrer la isla de Tenerife y conocer una parte de los agentes que articulan la cadena de valor de este cultivo. He sido afortunada de poder acompañar, en su ruta semanal de visitas a diferentes explotaciones agrarias familiares, a una de las personas que más conocimiento tiene sobre el cultivo ecológico del plátano.

La primera parada que hacemos es en la finca Valle Grande, en Arona, al sur de la isla. Nos recibe Paco Ortega, uno de los tres hermanos que gestionan y trabajan en la explotación familiar de plátano. Paco, además de ser un amante de la tierra es también médico naturista. Su pasión por entender los sistemas en equilibrio es lo que le motiva a atender, desde la misma mirada, tanto a sus pacientes como a la finca de plátano ecológico. “Son organismos vivos en busca del equilibrio; la naturaleza es sabia y pone a nuestro alcance lo que necesitamos”. Valle Grande es una de las primeras fincas de Tenerife que dio el paso para abandonar los químicos. Paco, desde su visión del mundo, convenció a la familia para que apostase por una agricultura más saludable para las personas y el entorno, y fue a finales de los años noventa cuando empezaron con las técnicas de producción ecológica. Según nos cuenta, fue complicado porque el modelo imperante era el monocultivo y la producción basada en la aplicación de agroquímicos. Como ejemplo de las secuelas del modelo industrial, Paco nos explica que recientemente se ha publicado un estudio de la Universidad de la Laguna que muestra cono la incidencia de casos de cáncer en la zona es mucho elevada por los monocultivos del plátano y del tomate industrial. “Hay un estudio que muestra como las mujeres que han trabajado en fincas agrarias de esta zona están sufriendo más procesos cancerígenos que el resto de la población”. Este hecho respalda la teoría de que hay que dirigirse hacia una agricultura más sana y respetuosa con los sistemas ecológicos, y anima a, poco a poco, cultivar una conciencia más enfocada hacia la salud.

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Entramos en la finca y quedo gratamente sorpresa de la disposición del cultivo y de su manejo. Aún estando en un invernadero, tengo la sensación de que me encuentro en un bosque ordenado que da frutos y que vive en armonía con el entorno. La cobertura del cultivo es de tela y deja pasar el aire, al mismo tiempo que lo protege sobre todo de las ventadas, que es una de las mayores amenazas en esta zona. El plátano es una planta sin tronco que no resiste los temporales frecuentes que hay en esta zona de la isla. La planta empieza a “parir” hacia el mes de mayo hasta agosto. Durante estos meses, el platanero “pare” una piña llena de plátanos que puede llegar a pesar entre veinte y cuarenta kilos, en función de la variedad. Este ciclo permite que, a partir del mes de octubre, se puedan ir cosechando los plátanos hasta el mes de marzo. Así, la fruta no entra en competencia con otras frutas que tienen un ciclo más centrado en la primavera y el verano. Así descubrimos que la temporada de los plátanos es de octubre a marzo, según la zona y la variedad de la planta.

“Damos al suelo lo que necesita desde la propia tierra; no es preciso comprar productos químicos de grandes multinacionales”.

Uno de los secretos de la finca de Valle Grande, que es compartido con todas las que Ildefonso asesora, es el “té”, un preparado a base de nutrientes orgánicos que este técnico motivado ha desarrollado en los últimos años. Ildefonso tiene claro que cada campesino debe luchar por su autonomía desde la gestión de los recursos propios. ¿Y cuál es su recurso más preciado? La tierra! Ildefonso ayuda a las personas que se dedican a cultivar alimentos a recuperar la salud del suelo donde nacen y crecen las plantas que nos alimentan. Quedo gratamente sorpresa del “té” o caldo de nutrientes, como lo llama Paco Ortega, que recupera la calidad del suelo y le otorga la capacidad autónoma de generación. ¡Espectacular!

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Después de casi dos horas de visita, nos desplazamos a otra finca, en el municipio de Guía de Isora. Nos reciben Ana y Damián, una pareja feliz de haber descubierto la magia del cultivo ecológico a base de nutrir de una forma sana las plantas desde el suelo. “Estábamos a punto de cerrar, totalmente arruinados, hasta que aparece Ildefonso y nos convence”. Ana cuenta que pasaron unos años muy duros viendo sus plataneros morir y que la única solución de los técnicos convencionales era aplicar productos fitosanitarios. “Cuando apareció Ildefonso no nos vendía nada y eso nos sorprendió”. El técnico ecológico les ofrecía aumentar la calidad del suelo para mejorar el cultivo y así sanar las plantas enfermas con el caldo de nutrientes. Al mismo tiempo les convenció de que hay tratamientos que se pueden hacer de una forma tan sencilla como es limpiar con agua las hojas del platanero. Y ha sido así, desde la honestidad y la sencillez, como Ana y Damián, han podido recuperar sus plantas y, además, animarse con dos fincas más. Como curiosidad, Ana cuenta que su perrita no había comido nunca plátano convencional y que, desde que hacen ecológico, es su comida preferida. Parece un chiste, pero encuentro muy interesante ver como los animales también agradecen un alimento saludable y libre de veneno.

Por lo que respecta a la comercialización de los plátanos ecológicos, la gran mayoría se distribuye desde las cooperativas convencionales que han abierto una línea de envasado con el sello ecológico. Los plátanos de la familia de Paco se venden a través de la cooperativa Europlatano, y los de Ana y Damián, de la cooperativa Punta Blanca. Como estas, hay muchas otras, tanto en Tenerife como en el resto de las Islas, que empaquetan los plátanos y los distribuyen por todo el mundo, principalmente en Europa. Cuando volváis a comprar plátanos ecológicos mirad la etiqueta a ver si podéis identificar su origen.

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SEFEL: el caldo de nutrientes que regenera la tierra

SEFEL, Sistema de Elaboración de Fertilizante Ecológico Licuado, es el nombre técnico que recibe el caldo de nutrientes con el cual Ildefonso Acosta Hernández trabaja para nutrir el suelo de las fincas ecológicas.

El caldo de nutrientes se elabora a partir de purines de cerdo o de excrementos de otros animales, suero de leche, melaza, fruta, agua oxigenada, calcio ecológico a base de algas marinas, potasa y sulfato de cinc y de hierro. Con estos elementos se obtienen los tés de calcio y de potasa que, después de un proceso aeróbico de fermentación, se almacenan en bidones.

Esta es la alquimia que da autonomía al campesinado para no depender de los productos químicos de las grandes industrias. Además, es un descubrimiento que funciona para cualquier cultivo y para cualquier zona del mundo. La idea principal es reciclar residuos de otras explotaciones agrarias y volverlos a incorporar de nuevo a los ecosistemas. Sinceramente, ¡toda una revolución!

Neus Monllor
Neus Monllor

Doctora en Geografia i Medi Ambient |
Restaurant "Espai Tomata" www.laccb.cat