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Foto: Pau Esculies. Chef: Montse Vallory

Es innegable que asociamos algunos sonidos con alimentos, hasta el punto que oírlos nos evoca el placer de sentirlos en la boca. Los sonidos crujientes en particular nos atraen de gran manera, y tienen asociaciones con alimentos que ansiamos comer.

¿Por qué encontramos irresistibles las patatas fritas, los crocantes de caramelo y nueces, algunas galletas, aún sabiendo que no son buenos para nuestro cuerpo? ¿Por qué estas ansias inexplicables que a veces lindan con la adicción?

Al intentar encontrar una explicación para estos comportamientos, encontramos dos explicaciones.

  1. Desde el punto de vista antropológico, esta atracción por lo crujiente se explica como un remanente de nuestra evolución, ya que cuando los primates comenzaron a distinguirse de otros animales, comían muchos insectos para alimentarse y, además, el sonido crujiente generalmente se podía asociar con verduras y frutas frescas, lo que garantizaba buena nutrición y supervivencia.
  2. La otra explicación que muchos ofrecen es que las ansias de comer algo crujiente, generalmente salado, indican estados emocionales de enfado, estrés, frustración o resentimiento. Este “comer emocional” tiene un origen intelectual. El morder y sentir el crujido que provocamos con la mandíbula es catártico. Los terapeutas sugieren, en este caso, identificar qué es lo que de verdad queremos hacer crujir con los dientes y que intentamos sustituir con alimentos fritos, o de textura similar; ya que al ser conscientes de la razón de nuestras ansias, seremos capaces de controlarlas y comer algo más saludable.

El estrés nos impulsa a comer más crujiente

La gente que padece estrés suele escoger habitualmente alimentos crujientes y salados para desfogarse. También se puede ver bien en los casos de bruxismo. Los que lo padecen también mastican chicle enérgicamente. Es la forma de canalizar la energía del estrés a través de la alimentación que no tendrían con un puré.

Posibles sustituciones: chips de patata al horno en lugar de fritos, chips de col kale, palomitas de maíz reventadas con aire caliente –sin grasas–, granola con muchas semillas y frutos secos, y vegetales como manzanas, zanahorias, rabanitos y apio, que son más crocantes que crujientes por su alto contenido en agua y se pueden combinar con alguna salsa para que satisfagan más.

Fuentes:

 

soledadTraducción y adaptación: Soledad Etchemendy