El término entomofagia (del griego ἔντομον, “insecto”, y φᾰγεῖνphagein, “para comer”) se refiere al consumo de insectos por parte de los seres humanos. Los huevos, larvas, pupas y adultos de insectos fueron utilizados en tiempos prehistóricos como alimento por los humanos, pero esta tendencia se ha mantenido a lo largo de los tiempos en muchas culturas. Antes de tener herramientas para la caza o la agricultura, los insectos constituían un componente importante de la dieta humana y una buena fuente de proteínas en ausencia de carne de vertebrados.
Algunos expertos argumentan que renunciar a la carne de vacuno puede reducir más la huella de carbono de un individuo que no usar coche
Actualmente, la entomofagia se practica en muchos países del mundo, pero el mayor consumo de insectos se encuentra principalmente en África, Asia y Latinoamerica. La ingesta de insectos complementa la dieta de dos mil millones de personas aproximadamente. Pero a pesar de haber formado parte de nuestra historia, comer insectos no genera mucha confianza en buena parte de la sociedad occidental, especialmente en Europa y Estados Unidos.
Se conocen unas dos mil especies de insectos comestibles. En todo el mundo, las especies más consumidas son los escarabajos, orugas, abejas, avispas y hormigas. La mayoría de estas especies conocidas se recolectan directamente del medio natural, Especialmente en las regiones rurales y en los países tropicales con alta biodiversidad, donde los insectos han sido una fuente salvaje de proteínas y micronutrientes durante milenios. Sin embargo, a finales de los años noventa, surgió el cultivo de insectos a escala comercial.
En la mayoría de países europeos, el consumo de insectos tiene muy poca relevancia y a menudo se considera culturalmente inadecuado o incluso tabú. Sin embargo, como veremos más adelante, tienen un alto valor nutricional comparable con la carne y pescado que comemos habitualmente. De especial interés son los contenidos elevados de hierro y zinc en comparación con la carne convencional.
El aumento del crecimiento demográfico en el mundo incrementa la demanda de fuentes de proteínas, pero la cantidad de tierras agrícolas disponibles es limitada. Si el crecimiento continúa a este ritmo, en 2050 se prevé que la población mundial alcanzará los nueve mil millones. Para alimentar todas estas personas, deberíamos producir casi el doble de comida que se produce actualmente.
Ya usamos el 70% de las tierras agrícolas para criar el ganado, los océanos están sobreexplotados y el cambio climático y las enfermedades amenazan la producción agrícola. Es evidente que tenemos que esforzarnos para reducir los residuos alimentarios y hacer que la producción de alimentos sea más eficiente. ¿Podrían ser una posible solución a los insectos?
Valor nutricional
Debido al gran número y la variabilidad de especies que hay, el valor nutricional de los insectos comestibles es muy diverso y, por tanto, difícil de establecer. El contenido nutricional puede variar considerablemente incluso dentro de un mismo grupo de insectos en función del estadio de metamorfosis, origen del insecto y dieta.
A pesar de la variabilidad, la mayoría de los insectos comestibles proporcionan la energía y la ingesta de proteínas suficientes para la dieta humana, así como los requerimientos de aminoácidos esenciales. Los insectos también contienen muchos ácidos grasos monoinsaturados y poliinsaturados (según el sustrato alimenticio), nivel comparable con el pescado, y son ricos en oligoelementos como el cobre, hierro, magnesio, manganeso, fósforo, selenio y zinc, además de vitaminas como la riboflavina, el ácido pantoténico, la biotina y el ácido fólico en algunos casos.
Los insectos, por lo tanto, gracias a sus elevados contenidos de grasas, proteínas, fibra, vitaminas y minerales, son nutricionalmente comparables con el pescado y la carne de ganadería. Los grillos de casa, por ejemplo, contienen una media de 205 gramos proteína/kg; la carne de vacuno contiene 256. Algunos insectos llegan, incluso, a tener un 80% de proteína en peso. Algunos insectos también son sorprendentemente ricos en hierro, como es el caso de las langostas, que contienen hasta 20 mg hierro/100 g, mientras que la carne de vacuno sólo contiene unos 6. Otros insectos, como los gusanos de harina, son muy ricos en aminoácidos esenciales y ácidos grasos omega-3.
Según un estudio publicado en el European Journal of Clinical Nutrition, el marcador de valor nutricional de los grillos, larvas de picudo rojo y gusanos de harina era significativamente más sano que el de la carne de vacuno y pollo y ninguno de los seis insectos analizados al estudio no era estadísticamente menos saludable que la carne.
Teniendo en cuenta el crecimiento demográfico esperado y la creciente demanda de producción de carne, cada vez más discutida por su poca sostenibilidad, los insectos comestibles deberían considerarse seriamente como fuente nutricional alternativa.
¿Pero consumir insectos es realmente sostenible?
En comparación con el ganado, el consumo de insectos parece más respetuoso con los recursos naturales y el medio ambiente. Descubrimos a continuación en que se sostiene esta afirmación.
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Los insectos son animales de sangre fría y, por tanto, requieren menos energía para mantener la temperatura corporal interna. Esto significa que son muy eficientes convirtiendo el alimento en masa corporal comestible, a diferencia de los animales de ganadería. En promedio los insectos requieren unos 2 kg de alimento para producir 1 kg de carne o masa de insecto, mientras que el ganado vacuno requiere 8 kg de alimento para producir la misma cantidad (1 kg de carne). Esto significa que se genera más biomasa utilizando menos tierra para alimentar a los insectos que la ganadería, al tiempo que se reduce el riego y el uso de plaguicidas. Este hecho tiene especial relevancia en el contexto de una población mundial creciente que requiere cada vez más suelo para cubrir las demandas de alimento, tanto para los humanos como para los animales.
Por otra parte, los insectos emiten muchos menos gases de efecto invernadero y contaminantes (como el metano y el amoníaco) a diferencia de otros animales de ganadería tradicional, especialmente el ganado bovino y porcino. Los cerdos, por ejemplo, producen entre 10 y 100 veces más gases efecto invernadero por kilogramo de peso. Esto, sumado a que la cría de insectos pide mucha menos agua y depende menos del uso del suelo que la actividad ganadera convencional, hace que su huella ecológica sea relativamente pequeña.
Además, pueden consumir residuos que humanos y ganado no podemos. Los insectos pueden alimentarse de residuos biológicos (como residuos alimenticios, abonos y estiércol), y transformarlos en proteínas de alta calidad, que, a su vez, pueden servir para fabricar piensos para alimentar a los animales. Esto significa que no competirían con la alimentación humana y que, incluso, pueden ayudar a reducir la contaminación ambiental. Este último punto resume uno de los principales atractivos ecológicos del cultivo de insectos.
Pero parece que todavía es pronto para determinar el verdadero alcance que puede tener la producción de insectos en la cadena alimentaria. Según un estudio de 2015 publicado por la revista Plos One, se necesita más investigación para poder afirmar que los insectos tienen el potencial de ser la “carne” del futuro.
Los investigadores criaron grillos con cinco dietas diferentes, desde cereales hasta dietas altamente celulósicas, para medir el grado de crecimiento de los grillos y la cantidad de proteínas comestibles que podían producir. Los resultados, en este caso, no fueron tan optimistas. Los que se alimentaban con una dieta a base de residuos alimenticios procesados tenían tasas de conversión de alimentos y proteínas que no eran mucho más eficientes que los pollos. En cambio, los grillos que presentaban un crecimiento óptimo y una tasa de conversión de proteínas elevada eran los que comían una dieta basada en granos, similar a la de la mayoría de pollos. En este caso se demuestra que las ganancias de sostenibilidad asociadas al cultivo de grillos como fuente alternativa de proteínas dependerán, en gran parte, de lo que se alimenten los grillos y con qué sistemas de producción ganadera se comparen. Sin embargo, se trata de un estudio llevado a cabo sólo con grillos.
¿Qué otros sectores pueden verse favorecidos con el cultivo de insectos?
Los insectos pueden ser considerados un recurso alimentario tanto para los humanos como para los animales. Teniendo en cuenta que se requieren grandes volúmenes de alimento para mascotas, ganadería y acuicultura, y que el cultivo de aves, cerdos y peces utiliza más del 75% de la alimentación global producida, el potencial de las industrias para producir insectos como fuente de proteínas es enorme.
Durante décadas, la harina de pescado, por su elevada calidad nutricional, ha sido uno de los ingredientes principales en las formulaciones de piensos para animales domésticos, ganado e incluso peces de cultivo. Pero debido a la sobrepesca que ha habido por la alta demanda, la harina de pescado cada vez es un recurso más limitado y altamente influenciado por las fluctuaciones climáticas, lo que la ha encarecido. Este hecho contribuye a que el uso de harina de insectos como fuente alternativa de proteínas se convierta en una opción de interés creciente y más responsable por parte de la industria alimentaria; por eso cada vez más empresas innovadoras apuestan por el cultivo de insectos. Esto tendría la ventaja añadida de reducir la presión existente en las capturas de peces destinadas a alimentación animal y, por tanto, de aumentar la oferta de pescado salvaje disponible para la alimentación humana.
¿Comer insectos puede salvar el planeta y poner fin al hambre?
En el año 2013, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), publicó un informe sobre insectos comestibles que despertó opiniones muy diversas. Recomendaba el consumo de insectos para que un número cada vez mayor de personas se pueda alimentar, pero también instaba las sociedades occidentales más desarrolladas a regular su comercialización para lograr una alimentación más sostenible.
En todo el mundo, más de un tercio de la producción total de cereales se destina a la alimentación ganadera cada año, mientras que podría alimentar al menos tres mil millones de humanos
La producción masiva de insectos probablemente no puede resolver el hambre en el mundo, ya que el problema del hambre de hoy en día no está en la cantidad ni la producción, sino en el acceso y la distribución. Según el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas, la razón por la que la gente pasa hambre no es por escasez de alimentos: es la pobreza, el cambio climático, la guerra, los mercados inestables y los residuos alimenticios; un tercio de toda la comida del mundo se tira o se desperdicia.
Pero, por otra parte, se espera que la demanda de carne aumente globalmente un 76% desde 2005 hasta 2050 y para este mismo año se estima que la población mundial alcanzará los nueve mil millones de personas. Si, además, tenemos en cuenta la situación actual sobre el calentamiento global del planeta está claro que necesitamos un cambio dietético utilizando fuentes de proteínas alternativas, tales como microalgas, algas, lentejas de agua, colza e insectos.
Como ya hemos visto, la mayoría de estudios apuntan a que los insectos comestibles son una fuente de alimentación sostenible y con un alto valor nutricional. Además, el cultivo de insectos puede proporcionar puestos de trabajo e ingresos a personas que viven en zonas rurales más pobres.
Criar insectos para consumo humano o animal es una posible alternativa para satisfacer esta demanda global. Sin embargo, hay que seguir investigando para desarrollar y automatizar tecnologías de procesamiento de cría, cosecha y postcosecha que resulten rentables y eficientes desde el punto de vista energético, así como procedimientos sanitarios para garantizar la seguridad de alimentos y piensos y elaborar productos derivados de los insectos que sean seguros y puedan adquirirse a un precio razonable a escala industrial, especialmente en comparación con los productos cárnicos.
Algunas empresas europeas ya empiezan a apostar por el consumo de insectos para alimentación humana, podemos encontrar desde harinas de insecto hasta snacks, barritas y piruetas con langostas. ¿Y vosotros? ¿Estáis dispuestos a incluir insectos en vuestra dieta con el objetivo de ser más sostenibles?
Ventajas ambientales cultivo de insectos versus producción ganadera
- Los insectos tienen una alta eficiencia de conversión de alimentos en biomasa.
- Los gases de efecto invernadero y emisiones de amoníaco generados por los insectos son inferiores a los del ganado convencional.
- Los insectos pueden alimentarse de residuos orgánicos y subproductos para transformarlos en proteínas de alta calidad, lo que reduce la contaminación ambiental.
- Los insectos requieren mucha menos agua que el ganado tradicional.
• La cría de insectos usa menos área de suelo que la actividad ganadera convencional.
Referencias bibliográficas
- van Huis A. Edible insects contributing to food security? Agriculture & Food Security. 2015;4:20.
- van Huis A, van Itterbeeck J, Klunder H, Mertens E, Halloran A, Muir G, Vantomme P. Edible insects: future prospects for food and feed security. FAO Forestry Paper. 2013;171.
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- Lundy M, Parrella M. Crickets Are Not a Free Lunch: Protein Capture from Scalable Organic Side-Streams via High-Density Populations of Acheta domesticus. PLoS ONE. 2015;10(4).
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Pili Gonzalvo