Cambio climático

El cambio climático es una realidad: las temperaturas están aumentando, la distribución de las precipitaciones se está modificando, los glaciares y la nieve están derritiendo y el nivel medio del mar se está incrementando.

Nos enfrentamos con una de las amenazas ambientales, sociales y económicas más grandes de la historia. El calentamiento global se debe mayoritariamente al aumento observado en las concentraciones atmosféricas de gases de efecto invernadero derivados de las emisiones procedentes de las actividades humanas.

Según el último informe de evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), los niveles de emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero (GEI) se encuentran en su nivel más alto de la historia. La producción agrícola y ganadera y su efecto en el uso del suelo son las fuentes principales de estas emisiones, que han ido incrementando desde los inicios de la Revolución Industrial de mediados del siglo XIX, principalmente por el uso intensivo de combustibles fósiles.

El cambio climático afecta desproporcionadamente a regiones con inseguridad alimentaria, y pone en peligro la producción agrícola y ganadera, las poblaciones de peces y la salud animal.

¿Qué son los gases efecto invernadero? ¿De dónde provienen?

El efecto invernadero es un fenómeno natural de la atmósfera. En la atmósfera que envuelve nuestro planeta, hay una serie de gases naturales (sobre todo el vapor de agua y el dióxido de carbono) que tienen un efecto invernadero, es decir, absorben y reemiten la radiación infrarroja. De este modo, contribuyen a que la temperatura media del aire superficial del planeta sea de unos 15 ºC, una temperatura apta para la vida.

El problema actual es que la cantidad de estos gases naturales con efecto invernadero ha aumentado y que, además, se han vertido gases de efecto invernadero no presentes de forma natural en la atmósfera. Esto amplifica el efecto invernadero y el calentamiento global de la Tierra.

Las fuentes principales de gases de efecto invernadero antropogénicos son las siguientes:

  • La combustión de carburantes fósiles (carbón, petróleo y gas) para la generación de electricidad, el transporte, la industria y los hogares (CO2 y N2O).
  • La agricultura (CH4) y cambios del uso del suelo como la deforestación (CO2).
  • Los vertidos de residuos (CH4).
  • La utilización de gases fluorados industriales, como el perfluorocarburos, los hidrofluorocarbonos o el hexofloruro de azufre.

En los últimos cincuenta años, las emisiones de gases de efecto invernadero resultantes de la agricultura, la silvicultura y otros usos de la tierra casi se han duplicado, y las proyecciones sugieren otro aumento para 2050.

Los bosques, sin embargo, ayudan a mitigar el cambio climático porque eliminan los gases efecto invernadero de la atmósfera a través del crecimiento de la biomasa (aproximadamente un 20%). La mala noticia es que la eliminación de los GEI a través de los bosques ha disminuido de 2,8 gigatoneladas (Gt) anuales en la década de los noventa, aproximadamente, a 1,8 Gt en 2014. Se cree que esta disminución está relacionada con la creciente variabilidad del clima y la composición atmosférica. Un estudio de 2016 sobre la dinámica de la biomasa en la selva amazónica durante tres décadas encontró que la región está perdiendo capacidad de secuestrar dióxido de carbono debido a una tasa creciente de mortalidad por biomasa.

El impacto de la agricultura en el cambio climático

En 2010, las emisiones provenientes del sector de la agricultura se estimaban unas 10,6 Gt equivalentes en dióxido de carbono, principalmente por el uso del suelo, la producción ganadera y la gestión del suelo y de los nutrientes. Pero en esta clasificación hecha por el IPCC no están incluidas las emisiones producidas por el uso de energía en la agricultura primaria, como el combustible para los tractores, ni las emisiones de GEI resultantes del uso de energía en la elaboración, el comercio y el consumo de los alimentos. Si tenemos en cuenta todos estos factores el total de emisiones netas de GEI ascendería a 12,3 Gt; es decir, el sector agroalimentario produce aproximadamente el 26% de las emisiones globales totales de gases de efecto invernadero.

Antes de que los alimentos que consumimos lleguen a la mesa, han sido producidos, almacenados, procesados, envasados, transportados, preparados y servidos. En cada fase se liberan GEI a la atmósfera. La agricultura en particular libera cantidades importantes de metano (CH4) y óxido nitroso (N2O), dos potentes gases de efecto invernadero. El metano principalmente es producido por el ganado durante la digestión debido a la fermentación entérica y también el cultivo de arroz. Las emisiones de óxido nitroso son un producto indirecto de los fertilizantes nitrogenados orgánicos y minerales, así como del manejo de los estiércoles animales.

La mitigación del cambio climático en la agricultura implica pasar a prácticas agrícolas que producen menos emisiones de GEI por unidad de alimento. Algunas de estas prácticas son, por ejemplo, mejorar la alimentación del ganado para que produzca menos emisiones en la fermentación entérica o intensificar la producción para que se pueda producir más alimento a partir de menos animales. El mojado y secado alternos es una práctica de ahorro de agua que puede reducir el uso de agua en el cultivo de arroz en un 15-25% sin afectar al rendimiento y también reducir las emisiones de metano en un 30- 70%.

Además de mejorar la eficiencia, cambiar algunas pautas de consumo podría contribuir a reducir aún más las emisiones de gases de efecto invernadero vinculadas a los alimentos. En general, los productos cárnicos y lácteos tienen más huella global de carbono, uso de materias primas y de agua por kilogramo que cualquier otro alimento. Si producimos menos residuos alimentarios y reducimos el consumo de los alimentos que generan más emisiones, contribuiremos a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero provenientes de la agricultura.

¿Cómo afectará el cambio climático a la agricultura en los próximos años?

La agricultura contribuye al cambio climático, pero también se ve afectada por el calentamiento global.

La variabilidad creciente de las precipitaciones y los aumentos en la frecuencia de sequías e inundaciones probablemente tendrán un impacto negativo en los rendimientos de los cultivos en general. El calentamiento global atmosférico ya ha alterado el periodo de crecimiento en muchas partes de Europa. Las épocas de floración y cosecha de cereales ya se adelantan varios días.

En general, la productividad agraria del norte de Europa podría incrementar al prolongarse la estación de crecimiento y el período sin heladas. Estas condiciones, junto con el aumento de las temperaturas, podrían facilitar la producción de nuevos cultivos en estas regiones.

En el sur de Europa, sin embargo, es de prever que las olas de calor extremo y la reducción de las precipitaciones y del agua disponible limiten la productividad agraria. También es previsible que el rendimiento interanual de las cosechas varíe cada vez más debido a los episodios meteorológicos extremos y a otros factores como pueden ser las plagas y las enfermedades. En algunas zonas del Mediterráneo, el estrés hídrico y térmico extremo de los meses de verano podría obligar a desplazar la producción de algunos cultivos estivales en invierno.

El cambio climático, junto con la deforestación y la desertificación, pueden hacer que las plantas y los animales sean más vulnerables a plagas y enfermedades.

Las variaciones de las temperaturas y de las estaciones de crecimiento también podrían afectar a la proliferación y propagación de algunas especies, como insectos, malas hierbas invasoras, o enfermedades, y afectar de rebote a las cosechas. Parte de estas posibles pérdidas se podrían compensar con prácticas agrarias como la rotación de cultivos para adaptarlos a la disponibilidad de agua, ajustar las épocas de siembra a las nuevas pautas de temperatura y precipitación y utilizar variedades de cultivos más adecuadas a las nuevas condiciones (por ejemplo, cultivos resistentes al calor y la sequía).

Algunos de los efectos más dramáticos del cambio climático sobre las enfermedades transfronterizas de los animales son susceptibles de ser vistos entre los insectos vectores, como mosquitos, moscas, garrapatas, pulgas y moscas de arena, y los virus que transportan. Con los cambios en las temperaturas y los niveles de humedad, las poblaciones de estos insectos pueden expandirse más allá de su rango geográfico presente, y exponer a los animales y los seres humanos a enfermedades contra las que no tienen inmunidad natural.

¿Y el sector pesquero? ¿También resultará afectado por el calentamiento global?

Hay alguna evidencia de que el calentamiento global ya ha afectado a la distribución de algunas especies de peces marinos, y que hay especies de agua caliente que se han desplazado hacia los polos. Un ejercicio de modelización ha proyectado que el potencial de captura en los países tropicales podría disminuir un 40%, mientras que, en aguas de alta latitud, este potencial podría aumentar entre un 30- 70%.

Tanto el calentamiento atmosférico gradual como los cambios físicos asociados (temperatura de la superficie del mar, circulación oceánica, olas y tormentas) y los cambios químicos (contenido de salinidad, concentración de oxígeno y acidificación) tienen impactos en los medios acuáticos. El incremento gradual del nivel del mar amenazará a la producción acuícola costera en deltas y estuarios.

Un 25% de las emisiones de CO2 son absorbidas por el océano, que acidifica, y se reduce la capacidad de importantes especies marinas (como, por ejemplo, mejillones, almejas y ostras) para formar y mantener el crecimiento de los arrecifes de coral, un hábitat muy importante para los peces. Estos cambios pueden tener un gran impacto en los pescadores a pequeña escala que utilizan métodos tradicionales, con el consecuente impacto en la seguridad alimentaria. Además, los fenómenos meteorológicos extremos y el aumento del nivel del mar afectarán a las infraestructuras pesqueras, como los puertos y las flotas, ya que aumentarán aún más los costes de la pesca, la transformación y la distribución.

Cambio climático y seguridad alimentaria

El impacto del cambio climático sobre la seguridad alimentaria mundial se relaciona no sólo con el suministro suficiente de alimentos, sino también con la calidad de los alimentos, su valor nutricional, el acceso y su utilización y estabilidad.

El cambio climático puede afectar a las propiedades nutricionales de algunos cultivos. Algunos estudios han demostrado que, bajo condiciones de niveles elevados de dióxido de carbono, las concentraciones de minerales en algunos cultivos (como trigo, arroz y soja) pueden ser hasta un 8% más bajos de lo normal. Las concentraciones de proteínas también pueden ser más bajas, mientras que la proporción de carbohidratos aumenta.

También se espera que, con el cambio climático, aumente la incidencia de enfermedades, particularmente las transmitidas por el agua, como la diarrea, que contribuyen a socavar la capacidad del cuerpo para absorber los nutrientes de los alimentos. Temperaturas más altas y menos lluvias harán que el agua potable esté menos disponible en muchas áreas, y comprometerán la higiene y facilitarán la propagación de patógenos transmitidos por el agua. Una evaluación de la Organización Mundial de la Salud estima que, en el futuro (2030-2050), el cambio climático causará 48.000 muertes anuales adicionales por diarrea.

El IPCC, en su informe de 2014, examinó varios modelos que estimaban el impacto del cambio climático en la desnutrición y concluyó con alta confianza que el cambio climático tendrá un impacto negativo sustancial en la disponibilidad calórica per cápita y la desnutrición infantil. Algunas previsiones estiman que, en 2050, un adicional de 120 millones de personas estarán en riesgo de desnutrición, 24 millones de los cuales serán niños; casi la mitad de este incremento se concentraría en el África subsahariana.

También es importante destacar que los aumentos en la frecuencia y severidad de los fenómenos climáticos extremos, como las olas de calor, sequías, inundaciones, tormentas tropicales y los incendios forestales, tendrán más consecuencias negativas en la producción agrícola y la inseguridad alimentaria que temperaturas más altas y precipitaciones más irregulares.

Conclusión

Mantener la capacidad de los recursos naturales del planeta para alimentar la creciente población mundial, al tiempo que se reduce el impacto medioambiental y climático de la agricultura, es clave para asegurar el bienestar de las generaciones actuales y futuras.

Ante el cambio climático y la competencia por recursos escasos, todo el sistema alimentario deberá transformarse y ser mucho más eficiente. Necesitamos aumentar los rendimientos y disminuir al mismo tiempo la dependencia por los productos agroquímicos, así como reducir los residuos alimentarios y el consumo de alimentos intensivos en la explotación de recursos y en la emisión de gases de efecto invernadero, como la carne y los lácteos.

Pero a pesar de que las políticas adoptadas y los esfuerzos hechos para reducir las emisiones sean eficaces, es inevitable que se produzcan algunos cambios en el clima. En consecuencia, tenemos que desarrollar también estrategias y acciones para adaptarse a los efectos del cambio climático en Europa y, especialmente, en otros lugares del mundo. Los países menos desarrollados son una de las partes más vulnerables, porque tienen una capacidad técnica y financiera limitada para adaptarse.

El cambio climático es un problema ambiental y global que debemos afrontar entre todos. Indiscutiblemente, para frenarlo, se necesitan grandes acciones políticas, pero también pequeñas contribuciones individuales y locales.

La Oficina Catalana del Cambio Climático facilita unas pautas de comportamiento y consejos que podemos hacer cada uno de nosotros para, de forma decisiva, reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. En este enlace se pueden consultar también todas las actuaciones y políticas que se han llevado a cabo hasta la actualidad para mitigar el cambio climático, tanto a nivel internacional como estatal y local.

A continuación, hay una tabla-resumen con algunas acciones que podemos emprender a título individual y familiar para mitigar el cambio climático y reducir las emisiones de GEI:

En casa

Alimentación

Desplazamiento

Bombillas de bajo consumo o LED

Apagar luces y desconectar aparatos si no se usan

Climatización consciente

Sistemas de aislamiento

Electrodomésticos energéticamente eficientes

Ahorro en el uso de agua

Reciclaje

Productos de cultivo ecológico

Priorizar proximidad y temporada

Evitar comprar comida envasada

Bolsas reutilizables y biodegradables

Reducir el consumo de carne y lácteos

Movilidad sostenible

Utilizar transporte público

Compartir coche

Moverse a pie

Moverse en bicicleta

Vehículos eléctricos

 

 

“El reto del cambio climático y cómo respondamos a él nos definirá a nosotros, a nuestra era y, en última instancia, a nuestro legado en el mundo.” Ban Ki-moon, Secretario General de las Naciones Unidas, 2007

Fuentes consultadas:

 

Pili Gonzalvo

Bioquímica, estudiante de Dietética Integrativa y blogger de alimentación saludable