En una de las últimas reuniones científicas que se están multiplicando por el país, se ha presentado el que puede ser el mejor detonante para combatir el fenómeno del despoblamiento. Mientras que la mayoría de innovaciones se centran en el sector turístico y de servicios, la propuesta en cuestión tiene claro que cualquier medida de reactivación debe pasar por lo primero, primario y principal (regla de la triple P), por la base de la vida y de toda economía: cuidar la tierra, es decir, la agricultura.
Aunque no tenía marchamo de modernez, las personas que asistieron al congreso fueron tomando atención a medida que sus defensoras describían sus bondades. “Poner en marcha iniciativas agrícolas como la descrita no solo puede generar muchos puestos de trabajo –explicaron–; sino que el consumo de estos alimentos se asocia claramente a una reducción del riesgo de enfermedades crónicas como diabetes, cáncer y enfermedades cardiovasculares.
Su cultivo contribuye a mejorar la fertilidad del suelo y ayuda a fijar el nitrógeno atmosférico, lo que reduce la dependencia de abonos químicos que empobrecen el suelo. Además, hace posible romper ciclos de enfermedades y plagas y, desde el punto de vista de emergencia climática, cultivar nuestras propias legumbres nos permitiría evitar la contaminación que supone la burrada de importar lentejas de Canadá, garbanzos de Turquía y México y judías de Argentina, como sucede en la actualidad. Incluso, volver a dedicar tierras al cultivo de leguminosas tendría otra virtud, rebajar la dependencia total a la soja a la que está ligada la ganadería industrial, lo que facilitaría procesos de reconversión a modelos más sostenibles ligados a la capacidad productiva de cada territorio”.
Hizo mucho daño la Academia cuando dictaminó que el potaje de garbanzos era sinónimo de pobreza y mucho más las administraciones cuando dirigieron todos sus esfuerzos hacia la producción y consumo de carne de animales estabulados. Por eso, hay que valorar las medidas que últimamente se formulan en cuanto a la reducción del consumo de carne industrial, y mucho más las que tengan el valor de definir que lo primero, lo principal, es apoyar al sector primario: “cuidar la tierra” como estrategia para un mundo rural vivo y, por ende, un planeta sostenible.