Siempre está en el imaginario, aparece repetidamente en la literatura de ficción y en el cine futurista; tarde o temprano, la alimentación quedará reducida al banquete de los astronautas: con una o dos pastillas mágicas al día tendremos suficiente para obtener todos los nutrientes necesarios.
Claro que para eso se necesita mucha ciencia y progreso; no es fácil inventar un comprimido de estas características, pero tenemos un ejército de multinacionales –lideradas por Bayer y DuPont– trabajando decididamente por el bien de la humanidad. De momento, el paso previo a la fabricación de las pastillas mágicas pasa por trabajar –con fondos de la Fundación Gates, entre otros– en lo que se denominan “los cultivos biofortificados”, es decir, conseguir, a partir de tecnología genética u otras fórmulas, aumentar el contenido de unos cuantos nutrientes en unos cuantos cultivos seleccionados. Es una fotografía impactante: todo el planeta hecho un único monocultivo tan nutritivo que, con una monodieta globalizada, permitirá que todas y todos nos alimentemos suficientemente. Saliveo.
El marketing lleva tiempo presentando esta tecnología y es habitual escuchar o leer acerca de las bondades del arroz dorado, la superbanana o el maíz naranja para luchar contra las deficiencias nutricionales en muchas zonas empobrecidas del planeta. El arroz dorado, del que mucho se ha hablado pero que sigue sin salir de los laboratorios, es un buen ejemplo de una mala estrategia. En Asia –como cuenta el informe de Grain– la revolución verde en los años setenta introdujo un puñado de variedades de arroz, cosa que redujo a casi nada las más de 110.000 variedades de arroz que hasta entonces se cultivaban; pero sobre todo modificó una dieta basada en una multiplicidad de alimentos (mandioca, maíz, judías, batatas…) a comer siempre y tres veces al día arroz, arroz y arroz. Esta es la causa de sus deficiencias alimentarias: la homogeneización de la dieta. Aunque a nadie se le escapa el porqué de las energías puestas en la expansión de estos cultivos: siendo semillas patentadas, los ingresos de sus “inventores” se han superfortificado.
Vale la pena no bajar la guardia, porque, aunque somos muchas las personas que defendemos que una dieta variada, rica en verduras, frutas, legumbres, nueces, algo de proteína animal y granos enteros es la mejor forma de recibir los nutrientes necesarios, la globalización hace que los sistemas alimentarios locales desaparezcan; y, sin ellos ni la cultura que incorporan, se abren las puertas a estas falsas soluciones tecnológicas.
Es decir, más que alimentos fortificados lo que hace falta es fortalecer los sistemas alimentarios locales.